El mango se lleva muy bien en verano, las bebidas, cocteles y ensaladas con esta fruta en esta temporada son deliciosas y gratificantes. La semana pasada hice una recomendación veraniega, en esta ocasión me gustaría presentar otra novela para esta temporada y para quien no haya tenido el placer de leerla, me refiero a La casa en Mango Street (1984) de Sandra Cisneros (Chicago, 1954), poeta y narradora estadounidense con raíces latinas
Esta novela está contada por su protagonista, Esperanza Cordero, y narra la historia de esta niña y su paso hacia la juventud, las dificultades de una familia latina en Estados Unidos, numerosa, con problemas económicos y con el choque cultural entre lo mexicano o latinoamericano y lo anglosajón. En esta obra hay pasajes entrañables, otros llenos de humor, otros más que son desgarradores.
Desde la apertura de la novela se ve la itinerancia obligada por problemas económicos o vecinales: “No siempre hemos vivido en Mango Street. Antes vivimos en el tercer piso de Loomis, y antes de allí vivimos en Keeler. Antes de Keeler fue en Paulina y de más antes ni me acuerdo, pero de lo que sí me acuerdo es de un montón de mudanzas. Y de que en cada una éramos uno más. Ya para cuando llegamos a Mango Street éramos seis: Mamá, Papá, Carlos, Kiki, mi hermana Nenny y yo”. Esta errancia, esta falta de arraigo tiene ecos latinoamericanos, relacionados con los mismos problemas u otros como los desplazamientos forzados por grupos criminales o paramilitares.
Esta obra se lee de manera ágil por el vocabulario que emplea Cisneros y por los capítulos breves en que está dividida la novela. Cuando voy a visitar a mi madre, veo a la gente paseando y jugando en el parque, algunos jugando futbol o basquetbol, otros más pequeños en los juegos infantiles, algunas parejas platicando y grupos de adolescentes o jóvenes charlando y riendo. Esta vida en la calle es la que está plasmada en las páginas de La casa en Mango Street, una comunidad más latina que estadounidense que por diferentes razones tiene que desarrollarse en ese país de migrantes, con el estigma en su color de piel y en sus rasgos.