Han transcurrido ya 200 años de la concepción de la magnánima obra, la Sinfonía No 9, en Re Menor, del genio de Bonn nacido en 1770, las orquestas filarmónicas y sinfónicas más importantes del mundo, así como los innumerables festivales que se conciben de música clásica en todo el orbe, le rendirán justo homenaje a la pieza más importante de la historia.
Ludwig Van Beethoven, es quizás el compositor clásico más trascendental de todos los tiempos; dentro de sus 9 sinfonías (y una 10ma que no concluyó), podemos escuchar el alma y los sentimientos de un hombre que vivió una vida tortuosa, con problemas de alcoholismo, frustraciones personales como el no poder enseñarle a su único sobrino, Karl Beethoven a escribir y componer música, sus tórridos romances y su calvario eterno: el ser sordo.
Beethoven era buscado por nobles de toda Europa y hasta por la propia iglesia para que compusiera cuartetos, conciertos, bagatelas y sinfonías por encargo.
Seis años de duro trabajo fue lo que Beethoven tardó en componer la sinfonía por la que más sería recordado, un encargo que la Sociedad Filarmónica de Londres le hizo en 1817 y para el que se puso manos a la obra al año siguiente.
El poema de Friedrich von Schiller al que se conoce como Oda a la alegría fue publicado en 1786, y desde que Beethoven lo leyó, en 1793, quiso musicalizarlo, cosa que logró unos treinta años después en el famoso cuarto movimiento de esta sinfonía.
La obra general de Beethoven es la realización de la libertad musical, la rotura de moldes y esquemas previos que habían constreñido la música hasta entonces.
La armonía y diversidad polifónica y la audaz decisión de terminarla coralmente son inauditas para la época, y muy difíciles de superar desde entonces.
Pero lo más asombroso ya no es únicamente la osadía compositiva de Beethoven, sino que elaboró la partitura cuando ya estaba casi completamente sordo.
Cuando fue ejecutada por primera vez el 7 de mayo de 1824 en Viena, el compositor estuvo al lado del dirigente y marcó el tacto.
Un testigo escribió después cómo Beethoven, que padecía ya bajo su inminente sordera, notó sólo pasado cierto tiempo los aplausos del público.
Después de la muerte del compositor en 1827, la partitura original la custodió su biógrafo Anton Schindler, y en 1846, pasó a posesión de la Biblioteca Real de Berlín.
La partitura original de casi 200 páginas, es una de los tesoros más preciados de la Biblioteca Nacional de Berlín, en donde se encuentran también originales de Bach, Mozart y Mendelssohn Bartholdy.
Para el director de la biblioteca, Graham Jefcoate el manuscrito de Beethoven es una joya especial pues ninguna otra obra musical ha tenido tanta difusión e impacto como la sinfonía en re menor, Opus 125.
En resumen, la Novena, sin exageraciones, posee quizá la hora y pico de puro gozo mejor aprovechada de la vida musical de una persona.
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