Con un escenario político-electoral que ni los decanos del oficio se aventuran a vaticinar, Juárez es, al día de hoy, un verdadero acertijo de pronóstico reservado. Los escenarios del 2016 y 2018 difícilmente se repetirán. Como platillo de cuaresma, el plano electoral en nuestra República del Noa Noa es una capirotada de partidos, actores y alianzas. Pero hagamos un poco de memoria.
En el plano estatal, este Mirone recuerda que, en marzo de 2016, las encuestas auguraban un fantasmal empate técnico con el 28 por ciento de las preferencias para el PAN de Javier Corral y con el 25 por ciento para el PRI de Enrique Serrano; en contraste, otras encuestas sostenían, engañosamente, que el PRI arrasaba con el 40 por ciento de dichas preferencias, contra un mísero 18 por ciento del PAN. Lo cierto es que en la calle se podía olfatear a kilómetros el hartazgo y la indignación contra el PRI y contra César Duarte. Corral supo aprovechar muy bien este descontento y la historia la conocemos todos. Con el triunfo del enojo y las emociones, el PAN de Corral se llevó 508 mil votos, aplastando al PRI de Serrano que apenas arañó los 393 mil votos.
En Juárez, el priista Héctor “Teto” Murguía se quedó con 104 mil votos, mientras que Morena, con su candidato Juan Carlos Loera, obtuvo solamente 17 mil votos. A contracorriente del plano estatal, el PAN de Vicky Caraveo se desfondó electoralmente en Juaritos con 61 mil votos. La alcaldía la ganó el independiente Armando Cabada con casi 206 mil votos.
En 2018, el terremoto electoral de López Obrador arrasó hasta en el último rincón del país. En Juárez, Ramón Galindo logró sostener en la lona al PAN. Se consiguieron apenas 68 mil votos, cantidad casi igual que la del 2016. El PRI prácticamente desapareció del plano, y en caída libre obtuvo 45 mil votos con Adriana Terrazas como candidata. El huracán AMLO puso a González Mocken arriba con 175 mil votos, casi 160 mil más que Loera en 2016, que la jugó ese año sin López Obrador en las boletas. En su reelección, Cabada perdió en las urnas pero, tras la impugnación, ganó en la mesa con apenas 489 boletas de diferencia, aunque con 30 mil votos menos que en 2016.
En unos cuantos años, lo que conocimos como el juego electoral entre partidos ya no es lo que fue. El fenómeno AMLO-Morena convulsionó el plano político-electoral por completo y puso de cabeza a todos sus jugadores. Como dato interesante, en Juárez es donde hoy peor se evalúa el desempeño de Javier Corral y donde López Obrador cuenta con un 72 por ciento de aprobación. No es una buena noticia para el PAN, que quiere conservar el estado, pero tampoco es una buena noticia para Juan Carlos Loera, porque AMLO no estará en las boletas en las próximas elecciones. No es momento de cantar victoria, para nadie.
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En Juárez prácticamente ningún candidato a la alcaldía lleva puesta la camiseta de su equipo político de origen. González Mocken venía masticando la revancha como candidato de Morena, pero al final se quedó con el PAN. Cabada quedó a un centímetro del deadline para ser revocado como alcalde y lo salvó la campana y la pandemia. Quienes más ruido hicieron para conseguir las firmas para su revocación fueron los de Morena y, tres doritos después, tienen ahora a Cabada como el principal aliado para su partido. Llamativamente, los grandes jugadores en el plano estatal, Maru Campos y Juan Carlos Loera, siguen fieles a su bandera de origen.
En esta capirotada electoral, Juárez se perfila como un empalme de ingredientes de dudosa procedencia. Aunque algunas encuestas sostengan que, al día de hoy, cuando las campañas aun no empiezan, la alcaldía es para Morena, Mirone sostiene que esta será realmente una elección de marcas y que la cara de la moneda en este volado electoral será favorable para quien cuente con una mejor organización y estructura para motivar a sus votantes.
Las épocas de cambio las definen los personajes que pueden provocar una gran participación electoral y esos personajes aún no se han manifestado. Por ello, esta elección es, esencialmente, una convocatoria para los fieles devotos, con escasa participación y donde la fuerza de cada marca será definitoria.
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Para el Gobierno de México y para Morena Juárez representa la joya de la corona electoral de todo Chihuahua. Con este proceso electoral encima, no solo quieren mantener la supremacía obtenida en las elecciones de 2018, sino que también quieren quedarse con el estado.
Juárez fue la ciudad que el presidente Andrés Manuel López Obrador escogió para iniciar su campaña rumbo a la Presidencia. Se identifica en buena manera con los juarenses que le brindan un 72 por ciento de aceptación, una empatía que lo ha movido a visitar la ciudad en cinco ocasiones. En la última visita del pasado 2 de octubre, el tabasqueño le hizo el desaire a Javier Corral, haciendo más evidente el distanciamiento entre ambos por temas como la guerra del agua y la fallida estrategia de seguridad.
En dicha visita de AMLO a Juárez, el ganador fue el alcalde Armando Cabada. Fue un encuentro sin anuncio de proyectos ni obras, donde solo se dedicaron a halagarse mutuamente. Hoy se sabe que pactaron la llegada del inoxidable Armando a Morena, dejando atrás la independencia que lo llevó a la alcaldía. En un primer intento, Cabada quiso ser el candidato del partido guinda a la gubernatura, pero las encuestas le dijeron que no.
El pacto dio otra señal cuando el dirigente nacional, Mario Delgado, se deshizo en lisonjas hacia Armando en la consagración de Juan Carlos Loera como candidato a la gubernatura. Semanas después, el alcalde pegó el brinco como aspirante a una diputación con sello de plurinominal, esas en las que no se necesita ni polvearse los zapatos para ser ganador, a pesar de los corcoveos de los morenistas que rechazaron su nominación. Al final del día la estrategia del partido es sencilla: repartir candidaturas a perfiles que puedan traerles votos suficientes para retener el control del Congreso federal, la principal preocupación de AMLO en esta próxima contienda. Ahí es donde entra Cabada y su base electoral del suroriente juarense.
El interés de López Obrador y de Morena sobre Armando Cabada radica en que lo ven como una máquina de hacer votos en este sector suroriente de Juárez, donde está su fortaleza electoral. Allí viven 400 mil personas en un área de 10 mil hectáreas, que creció sin orden y donde el 40 por ciento de las casas están abandonadas y sirven para delinquir, para ocultarse, por lo que la vuelve una comunidad sumamente vulnerable. Ahí Cabada es popular. Todo lo demás no importa.
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La lógica política indica que un Gobierno debe construir poder, sobre todo si nace en contra de un poder ya constituido, como fue el duartismo. Necesitado de aliados y de base política, Javier Corral cayó en la tentación de entrometerse en asuntos que no tenían que ver con su mandato. En sus años de gobierno se volvió especialista en manosear a los otros poderes, como el Legislativo y el Judicial.
Así, a Corral se le atribuye el duro golpe dado al Poder Judicial en 2016, un mes después de haber asumido el cargo. A través de una reforma a la ley orgánica operada por diputados panistas, logró destituir al magistrado presidente Gabriel Sepúlveda. Luego impuso a Lucha Castro en la Judicatura, ordenó lo mismo en la Auditoría Superior del Estado, en el Ichitaip, en el Sistema Estatal Anticorrupción, en la elección, en el Tribunal de Justicia Administrativa, en la Comisión Estatal de los Derechos Humanos y un largo etcétera. ¿Todo esto fue para desterrar al duartismo? Sí y no. En el camino se fue haciendo de enemigos en cada esquina.
Al Municipio de Juárez también le tocó su parte. Mirone recuerda bien que su primera gran intervención fue el pleitazo con Armando Cabada por la designación de Jorge González Nicolás -exprocurador general del Estado con Duarte- nombrado como secretario de Seguridad Pública en Juárez. Por esa decisión del presidente municipal, en un berrinche inconcebible para su investidura, Javier Corral se alejó de Juárez y tardó casi un año en regresar a la frontera, algo que él mismo reconoció públicamente.
Algo similar sucedió en la UACJ en 2018, en donde se tenía el propósito de imponer como nuevo rector al doctor Ernesto Morán García, exdirector de Ciencias Biomédicas. También intervino en el PAN juarense, donde puso a operar la maquinaria estatal para apoderarse del comité municipal. En el ámbito privado, los organismos empresariales juarenses fueron literalmente cooptados para que respaldaran su gobierno. También le tocó el turno al Ficosec (Fideicomiso para la Competitividad y la Seguridad de los Ciudadanos), el mismo al que Javier Corral apretó en noviembre de 2016, al exigirles transparencia en el manejo de los recursos. Demasiadas distorsiones agregadas a la política local por la injerencia del gobernador.
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Dicen que hay ocasiones en las que guardar silencio es muestra de sabiduría y hablar de más es símbolo de ignorancia (o algo peor). Cuando alguien dice que los estudiantes de carreras blandas o humanísticas son proclives al consumo de mariguana y los que estudian ingenierías no tanto, no se trata de un comentario desafortunado, aunque claramente lo es. Es una visión ignorante y clasista sobre lo que significa el grave problema de las adicciones o consumos problemáticos en la frontera, un tema de mucha mayor trascendencia al del simple consumo de mariguana como pasatiempo de estudio.
Si lo dice mi vecino de al lado no es gran cosa, pero si ese comentario sale de la boca de un empresario como el presidente de la Canacintra de Ciudad Juárez, Jesús Manuel Salayandía García, ya escalamos a ligas mayores. A él le gusta que le digan Thor, como el dios del trueno de la mitología nórdica, ese que Chris Hemsworth y las películas de Marvel pusieron de moda, un personaje poderoso.
No estaría mal que los mismos asesores de branding que le hicieron una campaña para posicionarlo con ese apodo en redes sociales le dieran indicaciones sobre las cosas que no es prudente decir en una rueda de prensa. Su posición en Canacintra le permite golpear el martillo con fuerza sobre temas importantes, para bien o para mal. Su palabra influye, debe saber usarla con prudencia; hay clichés que es mejor mantener en el ámbito de las opiniones personales. Mirone lo ha aprendido con los años. Cerrar la boca y abrir la mente.