Son aproximadamente las 10 de la mañana en una muy fría jornada fronteriza, pese a que el cielo está nublado y hay sol, el frío cala hasta los huesos, más para aquellos que no están acostumbrados.
En los alrededores del Puente Internacional Paso del Norte, poco más de 30 personas de distintas nacionalidades, como Cuba, Colombia, Venezuela o Guatemala, esperan su cita de la aplicación CBP One, con la que buscan pasar de manera legal a los Estados Unidos.


Jenaire viste un colorido atuendo rosa, gorros, guantes y lleva una enorme almohada de un personaje de caricatura. Está acompañada de su amigo, cuyo atuendo no solo la cubre del frío, sino que la hace destacar del resto de los migrantes.
Tiene 27 años y allá se dedicaba a poner uñas en su natal Cuba, al igual que su amiga, pero la economía “está muy dura” y no hay forma de que puedan sobrevivir allá.
Desde hace 6 meses, aplicaron para sacar su cita en la aplicación CBP One, desean asilo en los Estados Unidos y han hecho su trámite de manera legal, tanto, que pudieron llegar en avión hasta esta frontera, en la que permanecen desde hace 3 días.
Aunque el frío les impide moverse y reflejar su alegría, hacen saber que contentas por estar aquí; saben de rumores que les cancelarán la cita, pero tienen fe en que no sean ciertos.
Pablo llegó a esta frontera con su madre, de Carabobo, Venezuela. Lleva 11 meses en México, empezó en Tapachula, donde señala que no había posibilidad alguna para subsistir, después fue a Ciudad de México, donde la suerte lo acompañó y haya pudo encontrar un trabajo que le permitió conseguir recursos para sobrevivir. Se siente bendito por estar aquí y dice que en Juárez también hay oportunidades “para quien quiera trabajar”.


La mera idea de que cierren la frontera le revuelve el estómago, pero asegura que aquí es posible seguir y que si no se puede en Estados Unidos, buscará la manera de permanecer legalmente en México.
El llanto que no termina de caer
Faltan 30 minutos para las 11, hora marcada para que los migrantes puedan subir hasta la mitad del puente internacional y esperar a que los agentes de la Patrulla Fronteriza les permitan entrar a su cita del CBP One, una maniobra cotidiana para quienes están en este lugar. Durante la madrugada de 100 migrantes lograron su cometido y solicitaron asilo.
En el ambiente hay calma y expectación, observan sus teléfonos en búsqueda de cualquier tipo de información. Se comparten fragmentos del discurso de toma de protesta de Trump, leen que se declaró “emergencia nacional en la frontera sur”, pero esperan que su cita del CBP One siga vigente.
Ven con ansiedad esa pantalla, la vida se les va en ello, cuando de pronto, la realidad, se convirtió en pesadilla. Con un llanto y sollozos desconsoladores, así lo hizo saber Margelis Tinoco, migrante colombiana.
“Las citas existentes programadas a través de CBP One ya no son válidas”, se lee en la pantalla. El mensaje le destroza el alma, no puede contenerse, comienza a llorar desconsoladamente.
Recargada en un poste, grita y llora con fuerza, se cuestiona sobre las razones, por qué están viviendo esto. “Lo teníamos todo y ahora se derrumba”, se alcanza a escuchar.
Su rosto se llena de lágrimas, no encuentra la calma, todo terminó para ella y su familia.
La travesía de 11 meses, ha llegado a su fin de la peor manera posible. No hay un consuelo que pueda calmarla, llegar al otro lado de la frontera era la única opción. “No sabemos qué va a pasar con nosotros”, dice mientras salen ríos de lágrimas por sus ojos. Nació en Colombia, pero gran parte de su vida la vivió en Venezuela, donde conoció a su esposo y nacieron sus hijos.
No pueden regresar allá, su vida está inminentemente en riesgo en su país. Pide al recién nombrado presidente de los Estados Unidos que les permita cruzar, que tenga compasión de ellos.
La tristeza es compartida, Jenaire no tiene palabras, no quiere hablar, está demasiado triste para pensar, solamente abraza sus cosas con fuerzas, la vida que esperaba del otro lado, ahora es solo un sueño.


Evelin es madre de familia de Ángel, Jaqueline y Liam. Llegaron de Guatemala, tienen pocos días, pero la cita del CBP One les había sido autorizada hace 2 meses. Llegaban con la ilusión de irse hasta Wilmington, Wisconsin, a buscar una vida mejor.
“Es injusto que nos quiten las citas, más cuando ya estábamos aquí”, resalta Evelin, qué no sabe qué va a pasar con ella. No conoce aquí, solo llegó con sus tres hijos y su objetivo era llegar del otro lado, este es un golpe muy duro para sus planes.
Cuando los migrantes comenzaron a levantar sus cosas, Luis Fernando, de Venezuela, pero que lleva más de 9 meses en la frontera, llegó en una motocicleta para darse cuenta que su cita del CBP, programada para mañana, estaba cancelada.
La situación le sobrepasa, no puede contener sus emociones, ya tenía todo preparado para irse. Por meses trabajó como Didi y ganó dinero para sobrevivir, junto con su esposa e hijos.
Cuenta con tristeza que vendió su motocicleta para comprar maletas y demás artículos para su viaje, ese que no realizará nunca más. La impotencia es notoria en su rostro, hasta este momento, había hecho todo de manera legal y siguiendo las reglas, pero aun así, el gobierno de Estados Unidos le negó a su familia, la oportunidad de una vida mejor.


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