Una de las más destacadas poetas del norte de y de México fue Minerva Margarita Villarreal (Montemorelos, Nuevo León, 1957-Monterrey, N. L., 2019), fue poeta, editora y directora de la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Villarreal formó parte de una generación que comenzó a publicar a finales de la década de 1970 en el estado regiomontano y que se fue consolidando en las siguientes décadas. Entre sus obras, pueden destacarse Pérdida (Premio Nacional de Poesía Alfonso Reyes, 1990), El corazón más secreto (Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines, 1994) y Las maneras del agua (Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, 2016). Luego de su lamentable fallecimiento se ha puesto en marcha en su honor, el Premio Internacional de Poesía Minerva Margarita Villarreal.
En esta ocasión comentaré grosso modo el libro Herida luminosa (2008). En la cuarta de forros, Luis Jorge Boone escribe algunas apreciaciones acerca de su lectura de este poemario, con las que estoy de acuerdo, a ratos se antoja en diálogo con la tradición mística; también señala que “a lo largo del poemario, el espacio muta hasta confundirse con los confines interiores”, como en el siguiente pasaje: “Era agosto y eras tú/ y toda la parsimonia un calor que espejeaba/ bajo las vigas de los álamos en pasadizos luminosos”. Es cierto que el paisaje físico se confunde con el interior, hay una muestra de la pulsión que agita los adentros de la voz poética, no a la manera romántica, sino en una intercalación de expresiones entre la percepción de la realidad y la muestra del universo interno de la poeta.
Hay una imagen recurrente en varios poemas del libro que llaman la atención, es un juego rítmico también, me refiero a la mitad, mitad como herida, que alude al título, mitad como parteaguas, mitad como espacio liminar, mitad como cúspide, por ejemplo, el primer poema abre así: “En la sonoridad de este árbol a mitad de la lluvia”. Aquí hay una traslación de características de la lluvia al árbol en cuanto al sonido, es como si el árbol produjera el ruido de las gotas de la lluvia, y ahí está firme el árbol, en medio del panorama. Incluso es un árbol que canta, como en otro de los poemas. Árbol que nos interpela, que nos habla. Este libro es una grata experiencia poética que vale la pena experimentar.
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