Llegan conectados a un tanque de oxígeno, unos con síntomas de cansancio; otros con signos de fiebre, algunos solo los trae el miedo. Son muchos y comparten dos situaciones particulares: son excluidos de los hospitales públicos y están en busca del milagro.
Son decenas de contagiados por Covid-19 que llegan hasta una vivienda de dos plantas, adaptada para una farmacia y un consultorio médico, donde un pediatra los atiende y al que le tienen fe.
“No me permiten tenerlos aquí, dentro de esta sala, pero no queda de otra, porque no los reciben en los hospitales. No los atienden y luego la autoridad quiere que no salgan a buscar ayuda”, señala quien pide reservar su identidad y el nombre de su consultorio.
El lugar donde las angustias se cruzan
En la primera salita –antes de la pandemia, una pequeña bodega- el ambiente es denso. No solo porque 15 pacientes están juntos en un lugar compacto, sino porque también se puede escuchar el siseo de la respiración y de un leve quejido. Cruce de angustias.
Ahí mismo, una enfermera aplica un suero a un contagiado, de unos 60 años; en una esquina, un joven permanece con el brazo extendido, después de un pinchazo en la vena, donde le suministraron una sustancia, apenas en cinco minutos.
Al otro extremo, el rostro de un anciano secreta sudor. Tiene los ojos hundidos, evidente es su cansancio. Con un movimiento lento, introduce la mano por debajo de la careta para limpiar su transpiración.
Tras el rechazo, un milagro
“A mí toca en el Seguro Social de La Chaveña. De loco voy, ahí matan”, platica un hombre. “Yo fui a la 35 y al Hospital General, pero no me quisieron recibir”, informa una mujer joven. “Yo solo espero que me alivie. Me dicen que este doctor encontró la cura”, remata un anciano.
Al cruzar el consultorio, se puede acceder a una sala de espera, cuya puerta que da a la calle, está sellada. Ahí esperan consulta cuatro hombres y seis mujeres, todos con síntomas evidentes de catarro y tos.
Afuera hay una fila larga de pacientes, que llegaron desde las 7:00 horas. Son las 11:00 de la mañana y muchos de ellos todavía no han podido entrar a la consulta. Tienen en la mano un cuestionario de síntomas. Están en busca del milagro.
«Hago el trabajo que no hace el sector salud»
“He atendido, fácil, unos mil 500 pacientes Covid desde que empezó la pandemia; a todos los he rescatado. Cuando no tienen dinero, no les cobro. Si tengo tanques de oxígeno, se los aplico en el consultorio. Hago el trabajo que no hace el sector salud”, comenta el pediatra.
Y desestima la enfermedad SARS-CoV-2: “Es ignorancia de los médicos, no entienden el virus. Ya todos estamos contagiados, unos somos asintomáticos y otros no, pero esto se cura como si fuera neumonía y con reposo”.
Y muestra su rostro descubierto, como prueba de que “no pasa nada” y remata: “ya me hubiera muerto. Traigo el cubrebocas porque estás aquí”. Y confiesa su secreto: “buena alimentación, curarse rápido las molestias y mucha vitamina, para no contagiarse”.
“El sector salud ya no pudo con la pandemia, ahora lo que queda es que se les mueran en los hospitales. Por lo pronto yo he salvado mil 500 vidas”, asegura.
Todos están ahí, afuera y adentro, en un estado pasivo, como quien se cansó de trajinar de hospital en hospital, hasta llegar al médico que cura el Covid-19, en búsqueda de un milagro.
Mientras tanto el secretario de Salud, de Gobierno del estado, Eduardo Fernández Herrera, advirtió que no existía más posibilidad de aumentar las camas covid en el Hospital General, por lo que ahora es importante que los cuidados sanitarios de la población ocurran en sus domicilios.
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