Son lustradores o limpiabotas, pero ellos prefieren definirse como estilistas, artesanos o sanadores. Son los conocidos boleros de los Arcos de Lezama, que por 79 años rinden culto al lustre del calzado, amenazado por la Covid-19.
Lo recuerda Pancho Sáenz: “ya desde chavalillo boleaba con un cajón; en Parral, de donde es mi tío”, mientras arroja aire caliente con una secadora a un par de zapatos, en su banca, frente a la Plaza de Armas de Ciudad Juárez.
“Ahorita está bueno, porque a la gente le dieron el aguinaldo y los ahorros. Hay dinero y está chorreando, pero cuando se acabe esto, a llorar otra vez”, se queja.
En sus 33 años de vida profesional, nunca había visto “tantos desastres juntos”, asegura.
“Mi tío, el otro Pancho Sáenz, fundó las bolerías de los Arcos de Lezama en 1976, pero muchos de ellos ya boleaban en cajones aquí mismo, antes que el señor presidente municipal hiciera los arcos, pero antes no había desastres como ahora”, recuerda.
Las calamidades del coronavirus: puro sufrimiento
“Desde que la pandemia apareció no habíamos podido trabajar bien, a pura sufrirla. No había a quien bolear. Los zopilotes de Comercio encima de nosotros”, enlista las calamidades que trajo aparejados el coronavirus.
“Llámame simplemente el Jimmy, para empezar a platicar quiero pintar raya con don Panchito, que es de la vieja escuela. Ahora nosotros no somos simples boleros, somos especialistas del calzado”, aclara, otro un joven.
Jimmy fue cocinero por 15 años, solo que los fogonazos de las parrillas, el humo de la grasa y los químicos para limpieza lo enfermaron de los pulmones. Así llegó a los arcos, donde Panchito le enseñó los secretos básicos de la boleada.
Boleros: De estilistas y sanadores
“Ahora le doy look a zapatos, tenis y botas, por eso soy estilista”, dice; “pero también revivo chanclas. Soy sanador”. “Dejo el calzado como espejito”, agrega el Jimmy, quien se erige como el rey del culto al lustre.
Los demás compañeros, desde sus bancas, son cinco ocupadas y seis abandonadas, gritan desde sus posiciones: “Estamos aquí desde 1941 y ningún bicho nos va a mover”, otro más: “ya hay poco galán en esta vida, no saben de la importancia de llevar un calzado bien línea”.
Un cliente lleno de años observa cómo el trapo frota sus zapatos, de las llamadas “tablitas”, unos antiguos Florsheim Shoes, deja a un lado una revista y comenta: “Allá por los setentas, un presidentucho, Raul Humberto Lezama Gil, hizo su «caprichito», los arcos”.
“Dizque iba a ser el centro muy colonial, pero era otro caprichito como el Camino Real del Teto o el Juárez Iluminado”. Lo mejor es que sirvió para que los boleros se protegieran de los fríos de enero, por lo menos”, sentencia.
Raúl Humberto Lezama fue alcalde en el trienio 1974-1977, dirigente del PRI, diputado federal y director del Issste. En su administración construyó los arcos, conocidos como Los Arcos de Lezama.
“¡Ah, qué bonitos tiempos!”, grita don Pancho. “Ahorita lo que hay es dizque pandemia, el virus, pocos clientes. Ya no llegan los que venían de California. Antes, la bolería daba toda la noche. Ahora no, a cada rato nos cierran”, se queja.
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