Se deslizan sobre su rostro, cuando empieza a contar cómo fue internada hace unas horas su hija Mariana, en el Hospital General (HG).
Tiene 21 años y con un débil aliento de oxígeno en sus pulmones, casi en estado de coma.
“Mi hija no puede respirar”, confía. Hasta un día antes, su hija Mariana no tenía ningún síntoma que causa el coronavirus.
Por la noche sintió que le faltaba el aire, que no podía respirar bien, pero no hizo caso, hasta que la internaron en el Hospital General.
Julia está sentada en la banqueta, sobre la calle Fernando Montes de Oca, a unos metros de la zona Covid, que no es más que un trozo de asfalto.
Enfrente está Urgencias, por donde ingresa Mariana, quien fue hospitalizada de inmediato e intubada.
La señora Julia se pregunta dónde se contagió Mariana, dado que su hermano estuvo en confinamiento dos meses, pero no se veían desde hace tres.
Se acerca un guardia de seguridad le ordena que se aleje del hospital.
Fracasa en el intento. Julia no se mueve. Llora y una persona a un lado de ella la consuela: “Es muy joven. Se va a recuperar, lo va lograr”, le dice. Ella no responde y baja la cabeza.