Como suele ocurrir con las autoridades indolentes, con poca seriedad se está tomando el caso del daño ambiental generado por verter aguas negras en la Acequia Madre.
Ninguna acción concreta de remediación se había articulado, hasta ayer, cuando personal de la Junta Municipal de Agua y Saneamiento (JMAS) operó en la Acequia la descarga de algunas pipas con agua tratada.

Un chorrito de aguas grises se vertió al cauce de la Acequia para “limpiar” el suelo contaminado que dejó el flujo de las aguas residuales ingresadas a la Acequia por la propia JMAS, cuando resolvió de esa manera la realización de trabajos de reposición del colector Norzagaray, colapsado desde hace años al norponiente de la ciudad.
Así está la acción, como se ve en las fotografías capturadas por Norte Digital, chiquita, igual que el chorro que con manguera se dejó caer sobre el cauce en algunos tramos de la acequia, en Álamos de San Lorenzo.
Ninguna otra autoridad ambiental o ecológica en el orden municipal, estatal o federal ha intervenido.
Nadie que convoque a la coordinación interinstitucional, ni siquiera para analizar la dimensión de la problemática, pese a que múltiples voces consultadas por Norte Digital hablan de un desastre ambiental y una amenaza a la salud pública, con impacto en toda la mancha urbana, ya que la Acequia Madre cruza completamente la ciudad.
Desde luego que primero se debe de verificar de qué tamaño es el daño al suelo y al subsuelo para luego determinar las acciones a realizar. Determinar de qué magnitud es la contaminación del agua ahí donde quedó estancada.
Sin embargo, nada se hizo en ese sentido. Ninguna evaluación existe sobre el impacto ocasionado al medio ambiente, las acequias y el entorno de las mismas. Sin diagnóstico previo, no podrá haber plan de remediación efectivo.
A partir de esa valoración, se tendría que definir el tipo de intervención. Y es que el impacto ambiental no únicamente se refiere al daño en el suelo y los cuerpos de agua, también en el aire, con perjuicio para las personas que habitan el entorno, además de la flora y la fauna que todavía conforman un ecosistema alrededor del sistema de acequias, aunque se encuentren dentro de la mancha urbana.
Las aguas negras son veneno para biodiversidad que resiste aún al desarrollo urbano. Cualquier ser vivo puede morir mientras permanezca la contaminación en la zona.
Biólogos y ambientalistas, como Luis Carlos Salmerón, el exdirector de Normatividad Ambiental en la Dirección de Ecología del Municipio, han advertido que los contaminantes en la acequia deben de retirarse o neutralizarse lo antes posible, para que no se vayan a concentrar e infiltrar a los mantos freáticos.
“Uno de los riesgos es que el agua contaminada se infiltre al acuífero que se encuentra en la capa subterránea más superficial del suelo”, indicó el biólogo, quien consideró que podría incluso haber una conexión con el acuífero profundo que es la fuente de consumo de agua potable para la ciudad.
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En otro de los puntos de vista recogidos por Norte Digital durante la semana, se destaca el problema de salud pública que implica la contaminación de la Acequia Madre.
Leticia Chavarría, integrante del Comité Médico Ciudadano de Ciudad Juárez, advierte el alto riesgo de que los vecinos puedan contraer enfermedades gastrointestinales e infecciones de la piel.
No descartó que se puedan presentar casos de difteria, disentería, fiebre tifoidea, hepatitis A, o hasta el cólera, ante la presencia de múltiples agentes patógenos como las bacterias y los virus.
Otra de las preocupaciones es que, si no se remedia el problema de acumulación de agua y de desechos y contaminantes en el suelo, al subir las temperaturas es más probable que aparezca fauna nociva, como roedores, moscas y mosquitos que pueden convertirse en los transmisores de enfermedades.
Si no hay una adecuada remediación en el cauce, al quedar completamente seco, ocurriría con los contaminantes lo mismo que pasa cuando hay fecalismo de animales o humanos al aire libre, y las partículas y los polvos se dispersan por la acción del viento, contaminando alimentos y agua que se consume en las calles y en las viviendas de la ciudad.
En cuanto a las infecciones, cualquier persona que entre en contacto con el agua, la tierra o las plantas y árboles ya contaminados por bacterias y hongos, podría adquirirlas fácilmente. Además de problemas en la piel, pueden presentarse casos de enfermedades en los ojos, como la conjuntivitis.
Sin embargo, no son las afectaciones físicas el único problema, también las emocionales.
“Aquí también el daño es sicológico para los vecinos, porque estar soportando estos olores pestilentes también les genera una preocupación, una incomodidad, la gente está con ansiedad o angustia, esos riesgos para la salud también son importantes y casi nunca se toman en cuenta”, explicó a Norte Digital la doctora Chavarría.
Hay otro problema por la contaminación con aguas negras. Las aguas de la Acequia Madre llegan hasta el Valle de Juárez, donde también impactan los suelos que se siembran para el consumo humano.
Sin remediación, el consumo de productos agrícolas contaminados, por igual, afectaría la salud de la población.
Además de un desastre ambiental, tenemos enfrente, sin duda, un problema de salud pública.
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Lamentablemente, en lugar de que, de manera coordinada, autoridades de los tres órdenes de Gobierno busquen una solución integral, lo único que han hecho es evadir cualquier responsabilidad sobre lo ocurrido y sobre lo que debe de hacerse.
En ninguna instancia se ha planteado la necesidad de articular un plan de remediación del daño ambiental que cuente con colaboración interinstitucional.
En términos simples, se han aventado la pelotita o le han sacado la vuelta al problema.
Aunque parezca increíble, ni siquiera se ha propuesto alguna mesa de trabajo para analizar la situación y definir a quién correspondería, de entrada, tomar muestras de las aguas residuales, del suelo y del subsuelo para determinar el grado de contaminación.
Ni la Dirección de Ecología Municipal, ni la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología del Gobierno del Estado (Sedue), ni la Procuraduría Federal para la Protección del Medio Ambiente (Profepa) o alguna otra dependencia de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), ha actuado en torno al caso.
Tampoco la Comisión Nacional del Agua (Conagua) o la Junta Central de Agua y Saneamiento. Únicamente la Junta Municipal de Agua y Saneamiento, el organismo descentralizado estatal que ejecuta las obras del colector y realizó el desvío de las aguas negras hacia la Acequia, reaccionó varios días después de que se hizo la denuncia pública.
Hasta hoy, únicamente atinó a descargar algunas pipas de agua tratada. Ni siquiera las suficientes para lograr que fluya el agua en todo el cauce de la acequia. La constante sigue siendo el agua puerca acumulada o estancada, en varios tramos. En otros tramos la costra negra de contaminantes permanece aferrada a la tierra, las hierbas y la basura que hay en su cauce.
Supuestamente, la Semarnat abrió una investigación sobre los hechos de contaminación en la Acequia Madre. Eso les dijo un funcionario de la Dirección de Ecología a un grupo de regidores de la Comisión de Ecología, que se reunieron para revisar lo que estaba ocurriendo.
Sin embargo, ninguna dependencia federal ha informado nada directamente sobre este tema. Ni siquiera quisieron dar la cara los funcionarios de la Profepa en Chihuahua ante los periodistas de Norte Digital que los buscaron.

Tampoco la Comisión Nacional del Agua ha querido explicar por qué o bajo qué condiciones autorizó a la JMAS verter las aguas residuales al canal de riego que está bajo su jurisdicción.
Si no han dicho su versión sobre lo que pasó, menos sobre lo que pudieran hacer para resolver el problema.
Si en ninguna dependencia municipal, estatal o federal han decido dar un paso para coordinarse y atender el caso, deberían de ser los representantes populares quienes tomen el toro por los cuernos y asuman la gestión.
Avanzaron en parte los regidores que hablaron con funcionarios municipales. Bien podrían intervenir los diputados locales y federales para que, de una vez, se sienten a la misma mesa los representantes de las distintas instancias gubernamentales.
La comunidad juarense sigue esperando que se articule un verdadero plan de remediación por el daño ambiental que está ahí, a la vista (y al olfato) de todos.
La intervención no puede quedarse tan corta como vaciar chorros de agua o desparramar cal (como lo había anunciado la JMAS en un inicio).
Está en juego la salud de los juarenses, su calidad de vida, la preservación de los mantos freáticos de la ciudad y la recuperación de ese ecosistema y espacio vital que nos pertenece a todos.