El teniente coronel, José Julián Juárez Ramírez, circulaba por las calles de Ojinaga en su automóvil particular, una tarde del 25 de junio de 2009, cuando varias patrullas de Seguridad Pública Municipal salieron a su paso para detenerlo. Se preveía un enfrentamiento armado.
Los agentes ordenaron frenar el auto, el militar dudó; temió por su vida. El Ejército tenía informes de la infiltración de “La Línea” en la corporación policíaca. Campeaba la desconfianza en todos.
Para entonces el gobernador, José Reyes Baeza Terrazas, había roto relación con el Operativo Conjunto Chihuahua.
Fue aquí que se produjo una de las mayores fracturas de la política belicista del expresidente Felipe Calderón, quien otorgó a la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena) facultades metaconstitucionales de investigar, detener y allanar domicilios de civiles.
Juárez Ramírez, contrario de cumplir la orden de los policías municipales hundió el acelerador de su vehículo, con lo que empezó la persecución durante varios minutos, en la que se produjeron disparos.
En las declaraciones, no a la autoridad municipal ni al ministerio público, sino a un juez militar, Juárez Ramírez declaró que no detuvo su marcha porque sintió en riesgo su integridad física; los policías municipales alegaron que el militar conducía a exceso de velocidad y se negó a frenar. Iba de civil.
El teniente coronel, que era subjefe del Operativo Chihuahua, eludió la detención durante varios minutos hasta llegar a un campo cercano a la guarnición de la plaza, donde varios soldados jugaban un partido de futbol, lugar en que detuvo su vehículo.
Momentos de tensión se vivieron cuando los policías municipales intentaron bajar de sus patrullas para detener a Juárez Ramírez, porque, de forma sorpresiva cayó sobre ellos un pelotón de soldados con sus metralletas desactivadas de su seguro. Los militares resguardaban de lejos a los jugadores.
El teniente coronel, enfurecido, habló un momento con militares cercanos a él. Consideraban que el ataque de los agentes no podía ser pasado por alto. Había tentación de abrir fuego sobre los policías municipales.
Un llamado por radio detuvo la intención. Era el general de brigada, Manuel de Jesús Moreno Aviña, jefe de la guarnición de la plaza. El alto mando había recibido un llamado de César Carrasco Baeza, alcalde de la ciudad, Ojinaga.
Pero no había bastado. Los soldados bajaron a golpes a los agentes, los tumbaron al suelo y los desarmaron.
Así los tuvieron durante dos horas, en espera de recibir la orden de qué hacer con ellos; entonces el alcalde tuvo que apersonarse en el lugar para reclamar la liberación de los retenidos.
Al llegar, Carrasco Baeza fue detenido y recostado sobre el cofre de una de las patrullas, para ser revisado, ante el reclamo agresivo y al ostentarse como la máxima autoridad del municipio, el coronel Juárez Ramírez ordenó a los solados cortar cartucho y disparar si el edil no se retiraba del sitio.
El 15 de julio de ese mismo año, el alcalde de Ojinaga, junto con su primo, el gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza Terrazas, viajaron a la ciudad de México para entrevistarse con el secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, ante quien expusieron su queja. No pasó nada.
*Wola (la Oficina de Washington para los Asuntos Latinoamericanos) Informe sobre agresiones del Ejército mexicano en Chihuahua, durante el curso del Operativo Chihuahua.
*Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) Queja 424/2010 contra personal militar del general de brigada, Manuel de Jesús Moreno Aviña.
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