Cuando Erica Lobos, originaria de Guatemala, llegó a Ciudad Juárez junto a su hermano, ya había cruzado el desierto siguiendo a un ‘coyote’ que les prometió internarlos en Estados Unidos.
Pero el traficante de humanos, recordó la joven de 20 años, los dejó solamente frente al río, donde oficiales mexicanos les dijeron que no podrían cruzar, ya que corrían el riesgo de ser deportados.
Ni Erica ni su hermano sabían que existían requisitos previos que debería llenar si querían ser recibidos como candidatos a asilados por el gobierno norteamericano.
En esos días, a mediados de junio, Erica estaba embarazada, casi a punto de parir. El 23 de junio, con solo 12 pesos en la bolsa, caminó junto a su hermano para llegar al puente internacional Paso del Norte.
Tras depositar sus últimas monedas y llegar a la cima de joroba que divide México de los Estados Unidos, se quiso entregar a los oficiales de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), quienes al ver que no contaba con papeles migratorios, de inmediato la rechazaron y sin escucharla, le pidieron que regresara a suelo mexicano.
“Yo le decía tanto a Dios que me ayudara, porque ya iba a dar a luz” recuerda Erica, quien tiene presente que justo al estar frente a los oficiales estadounidenses se le rompió la fuente y tras la negativa, tuvo que volver por su propio pie, al lado mexicano.
Al bajar del cruce internacional, Erica comenzó con el trabajo de parto, era la madrugada del 23 de junio. Las contracciones ya intensas le obligaron a pedir ayuda y dos oficiales mexicanos le ayudaron, según recordó, cargándola hasta ponerla a salvo en una cafetería de las oficinas del puente.
Allí, un empleado de mantenimiento del puente, al que recuerda como “Jorge”, le auxilió en las labores de alumbramiento se hubiera dado en peores circunstancias. La bebé al nacer fue envuelta en una toalla ya que no contaba con ropa; juntas fueron trasladadas al Hospital de la Mujer donde fueron atendidas.
A casi tres meses de aquel momento, Erica recuerda la travesía que vivió los días antes de dar a luz en esta ciudad fronteriza, cuando llegó desconociendo completamente el procedimiento que se requiere para solicitar asilo en el vecino país.
Fue aquí donde se enteró que debía tramitar una cita a través de la aplicación, CBP One y decidió hacerlo; fue aquí también, durante su cuarentena, que vio cómo miles de aspirantes a alcanzar el sueño americano veían sus esperanzas fallidas.
Por esa razón ha decidido permanecer refugiada en el albergue El Buen Pastor. Su esperanza se centra en la llegada de la fecha que le fue otorgada para su cita con la aplicación CBP-One, el 23 de octubre.
Quiere darle un mejor futuro a su pequeña hija, a quien puso por nombre Ana Catalea, a la que carga en brazos y a quien ha logrado sostener, gracias a la ayuda de la comunidad juarense, que, mediante donativos, le ha otorgado ropa y alimentación.
“Quiero darle lo mejor a mi hija, lo principal es mi hija, voy a esperar la cita, pero tengo que esperar por ella, ya vi lo que pasé y no quiero que le pase nada a ella”, dijo Erica.
La bebé, como si supiera que habla de ella, observa fijamente a su madre y le toma con fuerza uno de sus dedos; su pequeña mano, se aferra, como lo hace Erica a la esperanza. Es Ana, una nueva mexicana, que sin saberlo, está en la antesala del sueño americano.
Peregrinar al norte
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