Salir de su país no ha sido fácil. En el trayecto para llegar a la frontera entre México y Estados Unidos han vivido de todo: frío, cansancio, miedo e inseguridad.
Sin embargo, aseguran, todo eso ha valido para alcanzar su objetivo final, que es el “sueño americano”, como el caso de la migrante guatemalteca Silvia Patricia Díaz.
“Es un aprendizaje, es una guerra en la que venimos luchando, porque venimos con muchas adversidades, con mucho sufrimiento. Atrás se murió mucha gente de frío, niños, está duro, pero hay que darle para adelante siempre”, dice Silvia a Norte Digital.
Las extorsiones la expulsaron de su país, donde se dedicaba a la venta de mariscos.
Beatriz de El Salvador, al igual que Silvia, la ha pasado mal en su travesía hasta esta frontera. Ella llegó en tren y tuvo que aguantar hambre. En su tierra fue amenazada junto con su familia y por eso decidió arriesgarse a todo lo que vivió para llegar aquí.
Cruzar el río Bravo, uno de los últimos pasos tras un largo recorrido.
Autoridades migratorias y de la Guardia Nacional de Texas, en el lado estadounidense.
Tienen que sufrir las bajas temperaturas del agua del cauce.
Al cruzar el Bravo, lo primero que hay que hacer es cambiarse de ropa.
El grupo de indocumentados en el bordo, del lado mexicano.
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