La semana pasada se celebró el Día del Amor y la Amistad en muchas partes y de distintas formas, algunos dicen que se trata más bien de una estrategia capitalista para hacer gastar a la gente y otros dicen que se inventó este día para sobrellevar el peor mes del año: febrero. ¿Por qué dicen eso? Por su clima, el ambiente, la muerte que ronda las casas, el recordatorio del miércoles de ceniza de la finitud de la vida, etcétera. Aprovecho este festejo para hablar de una historia que el poeta Ovidio (Sulmona, Italia, 43 a.C.-Constanza, Rumania, 17 d.C.) inserta en sus Metamorfosis, obra magna de la literatura latina.
En estas Metamorfosis, Ovidio narra varios procesos de transformación de personajes clásicos, no solo romanos, sino griegos e incluye aspectos de otras regiones, como se lee en el Libro I de las Metamorfosis, en los “Orígenes del mundo”, que recuerda el génesis bíblico, ya que está regido por el caos antes de que Dios le dé orden con la palabra. La historia que quiero destacar en esta ocasión, ya comentaré otras en el futuro, es la de “Dafne”. Al principio dice Ovidio que ella es hija del río Peneo, y que esta joven fue el primer amor de Febo (Apolo).
Como muchas desgracias, así se suscitó esta serie, con un personaje molestando al tipo equivocado, Febo se burla de Cupido porque lo ve con su arco y su aljaba llena de flechas y le dice que es un niño para querer manejar esas armas, pero Cupido le responde que sus instrumentos son más poderosos, ya que tiene una flecha para poner en fuga al amor y otra para provocarlo. Dicho esto, dispara sus dardos y acierta a Dafne con la primera y a Febo con la segunda, con lo que se desata una loca carrera en la que Febo va detrás de Dafne hasta que ella le pide ayuda a su padre y así termina ella convertida en laurel. La fiebre de Febo no termina ahí y le dice que siempre la llevará en la cabeza. El laurel se convierte así en una distinción. De esta forma explicaba Ovidio este poder en el amor, impulsado de manera irracional, en el que hay una fuerza incomprensible que empuja a un ser a otro y por el contrario, muchas veces ese ser amado huye porque no corresponde al primero. Hay que volver a los clásicos grecolatinos porque vamos a un puerto seguro de lectura.
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