Ernesto R. G. encendió una vela negra, quemó una varilla de incienso y oró a una figurilla de la Santa Muerte, abrió la puerta y se entregó a la policía. Por la madrugada -en la fiesta de Año Nuevo- había matado a dos vecinos, a cuchilladas.
La Fiscalía informó que el hombre, de 35 años, fue encontrado en su vivienda, ubicada en el cruce de las calles Rivera Ensenada y Siglo XXI, detenido por el homicidio de dos hermanos que festejaban Año Nuevo en el patio de su casa, metros adelante.
“Era un joven muy atento. Saludaba y pasaba de largo, muy callado. Por eso nos sorprendió que hubiera hecho eso”, dijo una señora, quien fue quien dio aviso a la policía. Allá, en la colonia Riberas del Bravo.
La esposa de uno de los fallecidos tocó la puerta de la vecina para pedir, de favor, llamar a las autoridades. Eran las 3:00 horas. Los cuerpos de los hombres se desangraban en el patio.
“Se oían muchos gritos, por eso no quise salir. Llamé a la policía y me metí a la casa. Ya todos los vecinos estaba afuera, viendo los cuerpos escurriendo de sangre”, comentó la señora.
Riberas del Bravo: «A este barrio no llega Dios»
Un amigo suyo, apodado “el Cholo”, señaló que Ernesto estaba muy triste. Su única compañía era la Niña Blanca. Estaba muy enojado con Dios. Decía que lo había abandonado. Entonces fue cuando empezó a ir a la otra iglesia.
“Aquí todos creemos en la Niña y le rezamos a San Malverde. Son los únicos, porque en este barrio no llega Dios. Nos dejó solos y nosotros a él”, enfatizó Cholo, al tiempo que encendía un cigarrillo.
Ernesto había enterrado a dos hermanos y una tía, todos con Covid-19. Desde entonces, se encerró a piedra y lodo, en su pequeña vivienda, casi en ruinas, con una imagen de la Santa Muerte en la puerta frontal.
“A veces, los fines de semana, salíamos a hacer unos jales. Una cosa por acá, otra por allá. Nada serio, nomás para sacar un varo. Regresábamos y le poníamos su velita a la Niña, por haber regresado sanos”, señaló.
La fiesta no lo dejaba dormir; en el 911 no le hicieron caso
Cholo está justo en la esquina donde está la vivienda de su amigo Ernesto. La cuadra, de unas 20 casas, sin pavimento, ventanas tapiadas. Muchas invasiones recientes, principalmente de personas que vienen de Veracruz.
Esa noche no durmió con tanto ruido. Se vistió y habló al 911 para denunciar la fiesta. No atendieron la llamada. Fue y pidió permiso para festejar con los vecinos. Estuvo siempre en un rincón. Esperó con paciencia. Entonces, a la madrugada, tasajeó a dos de los hombres.
Estela Bustillos, siquiatra en el Centro Médico de Especialidades, dijo que “pareciera que es gente desquiciada, pero ese homicidio lo pudo cometer cualquier persona. Solo hay que esperar a que se produzca el momento adecuado”.
Con un nivel alto de intolerancia a la frustración, con una crisis económica y emocional por el encierro que causa la pandemia, una persona es capaz de suicidarse o matar a alguien, dijo.
Finalmente, Cholo alisa su pelo, corto, al estilo militar, y se aleja del barrio. “Siempre estoy en movimiento, así es mejor”. Se pierde en uno de los llanos, de los muchos que existen en la colonia Riberas del Bravo.
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