Hasta antes de los gabinetes blandengues, armados con la ignorancia de Carlos Salinas de Gortari o la estulticia de Ernesto Zedillo, la posición de secretario de Gobernación correspondía por lo general a personajes conocedores del sistema político, bien equipados intelectualmente, formados en la fajina del aparato, compenetrados de los intríngulis y de sus manejos.