Henry James (Nueva York, 1843-Londres, 1916) es uno de los maestros del relato moderno, cuyas características se diferencian del cuento clásico en que no hay un final sorpresivo, por mencionar uno de los rasgos más distintivos, sino en un final abierto, pero sobre todo que contiene enigmas que no están resueltos de manera evidente, sino que hay que leer, releer e interpretar qué sucedió en el cuento o en el relato que nos resuena y que muchas veces en la primera lectura no entendemos por qué sucedió tal cosa o por qué hizo tal o cual acción cierto personaje. En ese sentido está muy emparentado con Chéjov, pero al escritor ruso le dedicaremos otro momento.
Henry James tiene varios textos memorables, como Los papeles de Aspern (1888), Otra vuelta de tuerca (1898) y Los embajadores (1903), por mencionar algunos. En este momento quiero comentar el cuento “Lo real” (“The Real Thing”) que se publicó por primera vez en la revista británica Black and White, en 1892, y después se recopiló en The Real Thing and Other Tales (1893). En esta historia, narrada en primera persona por un pintor, da cuenta de cómo llega una pareja, la señora y el señor Monarch, a su estudio para que les haga unos retratos, unas pinturas, al principio piensa que son clientes, pero luego sabe que están buscando ser modelos para la ilustración de algún libro o de algunos cuadros que le pidan a él.
Aunque la pareja luce muy bien, tienen buen porte, van vestido decentemente, pronto se da cuenta que no le sirven porque ellos representan, y se ufanan de lo mismo, lo real y solamente lo real. El descontento de la pareja se subraya cuando llega una chica hecha una sopa por la lluvia, pelirroja, pecosa y, para ellos, sin gracia, pero que había sido su modelo para representar a una dama de alta sociedad, a una princesa, a una joven enamorada, es decir, podía representar cualquier heroína que se propusiera pintar. Cada vez que intenta pintar a la pareja, no le sirven más que para representar lo real.
Una lectura del cuento nos llevaría a considerar la importancia de la ficción, ya sea en la literatura o en la pintura: no importa que no sea real, sino que impacte, que deje una huella en nuestro ánimo, en nuestra percepción del mundo, ya no seremos los mismos después de leer ese cuento, ese poema, esa novela, después de haber apreciado esa pintura. Aquí la ficción supera a lo real.
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