En 2001, María Luisa Carsoli, quien trabajaba en el área de recepción en Casa Amiga, fue asesinada por su esposo. La consternación de la ciudadanía y de quienes la conocieron y convivieron con ella era total. Lidia Cordero, defensora de los derechos de la mujer y actual directora de este centro, marca ahí el hecho que sacudió su vida y que le “confirmó que las mujeres de cualquier condición socioeconómica pueden sufrir violencia”.
De personalidad rebelde, creció en una familia conservadora que deseaba que ella siguiera un camino enfocado en la iglesia, pero sus planes eran otros. A los 19 años se independizó e inició sus estudios en sicología, donde conoció a Eva Moreno, quien era voluntaria en Casa Amiga y vivía en la calle Mariscal, allí donde Cordero también construyó su hogar.
Después del asesinato de María Luisa, en 2002, se unió, de manera formal, a la asociación única en su tipo. No había ninguna otra que brindara apoyo a las mujeres que vivían violencia. Se quedó primero como recepcionista y posteriormente se aventuró a ofrecer acompañamiento de una manera general, hasta que se fue diversificando e instituyendo las áreas jurídicas, médicas y de trabajo social.
“De 2009 a 2015 me hice cargo del Programa de Prevención y trabajé mucho con violencia sexual infantil. Esther Chávez Cano murió en 2009 y en su lugar se quedó Irma Casas, quien continuó con la labor de dirigir la organización”.
El gran reto de Lidia Cordero
Para 2015 el consejo directivo de Casa Amiga le ofreció a Lidia la dirección. Ella tomó una de las decisiones más importantes en su camino como defensora.
“Desde entonces he trabajado para actualizar y fortalecer los modelos y el rumbo de la organización, establecer protocolos internos y un modelo especializado de prevención de violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes”.
Otro elemento importante que se incorporó en estos años es la representación jurídica para niñas, niños, adolescentes y para mujeres que viven violencia. Además, inauguró la Casa Equidad para atención de agresores y generadores de violencia”.
Compromiso de vida
A lo largo de estos años, Lidia considera que hay más instituciones para la atención de las mujeres víctimas de violencia. Aunque no se ha logrado erradicar, se ha visibilizado y han generado más espacios a los que las mujeres pueden acudir. También dice que es un hecho que ante los esfuerzos realizados por la sociedad civil exista mucha simulación por parte de los distintos niveles de Gobierno, sobre todo en el tema de los presupuestos destinados a la atención, prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres.
“La defensa de los derechos de las mujeres es algo que vivo todos los días. Siento que está incorporada a mí, desde mi adolescencia, desde que decidí usar pantalón y estudiar en la universidad. Trabajar con y para las mujeres es un compromiso de vida que trasciende a lo personal”.
Lidia sabe que lo que sigue es impulsar liderazgos jóvenes, que haya más mujeres involucradas y su compromiso como asociación se reafirma al capacitarlas e impulsarlas, porque es cierto que “la lucha sigue”.
* Defensora de los derechos de la mujer, directora de Casa Amiga Centro de Crisis. Licenciada en Sicología
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