Quizá ya estemos acostumbrados a ver películas o leer libros en los que se cuenta una historia desde diferentes perspectivas, pero uno de los antecedentes importantes se lo debemos al escritor japonés Ryunosuke Akutagawa (Tokio, 1892-1927), quien escribió entre otros textos, “En el bosque” (1922). Este cuento es en el que se basa el director de cine Akira Kurosawa (Tokio, 1910-1998) para su película Rashomon (1950). Precisamente acerca de este cuento es del que hablaré hoy.
La técnica que utiliza Akutagawa es interesante porque lo que leemos como lectores son las declaraciones del interrogatorio llevado a cabo por el oficial del Kebiishi; lo que investiga la Policía es el crimen de un hombre encontrado en el bosque. Este es el misterio que se debe resolver. Con cada nueva interrogación hay nueva información, datos contrastantes, contradictorios, enigmáticos. El primero en declarar es un leñador que describe grosso modo cómo encontró el cadáver. Después da su declaración un sacerdote budista, posteriormente un policía que había detenido al famoso bandolero Tajomaru, a quien considera culpable del asesinato. Luego sigue una anciana que pasó por el lugar.
Más adelante se presenta la declaración de Tajomaru y él dice tener ciertos principios y critica a las instituciones de su época: “Pero le aclaro, señor, que yo mato con katana y no como ustedes, que matan con el poder, con el dinero, hasta con el pretexto de hacer un favor. Es cierto que no derraman sangre y sus víctimas siguen viviendo; pero así y todo son muertos, sombras de vivos. Si medimos los alcances del delito, es muy difícil fijar quién es más criminal; yo o ustedes”.
Posteriormente se presenta la confesión de la mujer que llegó al Templo Shimizu. Para entonces no se tiene claro quién es el verdadero homicida del hombre en el bosque, ya que unos culpan a uno, otros a otro, incluso la mujer dice que lo mató para vengar su honra, ya que había sido violada por Tajomaru. Para esclarecer toda esta situación, el oficial manda llamar a una médium para que el muerto revele por su propia boca la verdad. Aunque es un cuento que se publicó hace más de cien años, no revelaré el final para que lo disfruten ustedes. Lo más importante, sin embargo, es la técnica que desarrolla Akutagawa para contarnos una historia como esta y que parece subrayar que la verdad última está después de la muerte.
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