La enfermera María de los Ángeles Ríos Martínez, hija de Epigmenio Ríos y de María Luisa Martínez, la mayor de 8 hermanos -2 son hombres y 6 mujeres- nació el 18 de octubre de 1859 en el ejido Benito Juárez, Buenaventura, Chihuahua.
Tuvo una infancia que describe como feliz; entre la tierra, el agua, y los sembradíos. Estudió en la Escuela del Hospital General en Ciudad Juárez cuando no aceptaban a mujeres casadas, embarazadas o con hijos, siendo madre y esposa. Actualmente trabaja en el Hospital Ángeles de Ciudad Juárez y ha logrado superar un contagio de Covid-19.
Después de recibir tratamiento y alejarse de los suyos durante días, lo más complicado era pensar en lo terrible que podría ser morir en soledad y dañar a sus seres queridos, situación que no ocurrió.
En cuanto logró superar el contagió volvió a su labor, aún con miedo de contraer el virus; aunque decidida, pues no pensaba quedarse en casa sin continuar su labor.
Como resultado de su contagio y del sufrimiento por no saber cómo iba a despertar al día siguiente, la enfermera reveló que sus compañeros, quienes sí trabajan en hospitales destinados a recibir personas con coronavirus, lo hacen con las uñas y el personal tiene que comprarse sus cubrebocas, sus caretas y su material para enfrentar la pandemia.
Cree completamente que por parte del Gobierno se prioriza el interés económico antes que la salud de la población.
¿Cómo eligió estudiar enfermería?
Desde niña tuve como visos o detalles. Ahora puedo decir que fue una parte de esto. Lo que recuerdo es que siempre andaba inyectando los muñecos, siempre los dejaba con todas las pompas agujeradas.
Alguna vez, en una Navidad, me regalaron un muñeco al que no se le doblaban las piernas y se las corté… Y se las cosí para que se pudiera sentar. Claro que me llevé la regañada del siglo, verdad, pero… entonces me imagino que era parte de lo que ya venía en mí.
Hubo una enfermera que iba a darnos clases de prevención de la salud y cosas de ese tipo, y pues yo le dije que me enseñara a inyectar y me dijo que fuera al Centro de Salud y lo más que llegué a hacer era inyectar una naranja; no me enseñó más.
Luego llegó la adolescencia, todo se complicó; las hormonas, la falta de información, y pues terminé escapándome con el novio, me embaracé a los 16. Mi hijo nació cuando acababa de cumplir 17 años y pues fue un lapso, así como que creía o sentía que la vida se había terminado.
Un día desperté y me dije “no puedo seguir así”, y busqué la Escuela de Enfermería, o sea que, a lo mejor vocación, llamado, o no sé; porque pude haber estudiado otra cosa y decidí ser enfermera. Fue en un tiempo en el que estudiar enfermería era bastante complicado porque no aceptaban casadas ni con hijos ni embarazadas, y que me aceptaran fue un logro muy, muy, muy grande. Era la única que estaba casada y que tenía un hijo.
¿A qué se enfrentó mientras estudiaba enfermería?
Fue fácil, el aprender. Haber tenido una memoria fotográfica me ayudó mucho durante todo ese tiempo, porque aparte tenía que ser mamá, esposa, hermana -porque en ese tiempo mis hermanas vivían conmigo-. Entonces, era muy poco el tiempo que yo podía dedicarle al estudio.
Pero gracias a eso que te digo sí se podía, aprendía todo en las clases, casi nunca estudiaba en casa. Lo que los maestros explicaban en la clase era con lo que yo podía presentar los exámenes. Por el nivel académico siempre tuve beca por la escuela y había un club en aquel tiempo que te daba becas por tu promedio, así que durante toda la escuela yo no pagué colegiatura, no pagué libros, no pagué más que los uniformes que me tenía que poner.
Me enfrenté a que eran horas muy largas de trabajo del que no recibía un sueldo; o sea, era una enfermera responsable de algún piso, muchas veces como estudiante, porque pues en aquella época había muy pocas; de mi generación solo salimos 12 enfermeras y nosotras ya desde el segundo semestre ya íbamos a cirugía, ya dábamos medicamentos, poníamos sueros, ya se hacía el trabajo de una enfermera.
¿Qué es lo que le parece más agradable de la profesión?
Lo más agradable es la satisfacción de ver que cuando alguien llega muy mal se va a su casa bien. Los agradecimientos de los familiares, el ver nacer un bebé.
Ayer, por ejemplo, en una cirugía llegó un señor que andaba poniendo las luces de Navidad en su casa y se cayó del techo, se fracturó una vértebra y traía compromiso del movimiento de sus piernas; compromiso medular, se llama. Y pues el haber estado en la cirugía, el saber que se le brindó la posibilidad de volver a caminar, porque estaba el peligro de no hacerlo y sigue todavía, se tiene que esperar 72 horas para ver si el paciente va a evolucionar bien o definitivamente queda con daño o con secuela. Ese tipo de cosas te da la satisfacción.
¿Hay algo desagradable en su servicio como enfermera?
A veces el trato que recibes de los familiares. A veces te agreden o te insultan, pero pues todo es comprensible; porque a veces el familiar trae el estrés de ver a su pariente grave y no todos reaccionamos bien a una situación de esa naturaleza. Pero todo lo canalizas a eso, realmente no hay nada desagradable. Dentro de la enfermería no creo que haya algo que me pueda irritar o molestar.
¿Cuántos años lleva de servicio?
Desde el 84… 36 y contando. Ahorita que trabajo como independiente, es una rama diferente de la enfermería que podría decirse que, casi casi, pues que yo la empecé. En aquella época nada más yo trabajaba como enfermera particular, no en un hospital. Ahora ya hay muchas más enfermeras y médicos que tienen sus enfermeras, pero en el tiempo en que yo empecé a ejercer era la única que trabajaba así en todo Juárez.
¿Qué es lo más complicado a lo que se ha enfrentado durante su servicio como enfermera?
Lo más complicado es ver morir a la gente, ver morir a alguien.
¿Cómo influyó la epidemia en el desempeño de la enfermería?
En un principio el hospital sí fue hospital Covid. Primero se hizo un área completa, un área pare recibir a pacientes Covid. Hay miedo, miedo que da enfrentarte a algo con que no sabes qué va a pasar, al saber que te puedes contagiar, que no sabes si te contagias si vas a salir.
Es un vivir día a día, es un coraje de ver que la gente no hace caso, que no atiende que ponen el interés económico por encima de la salud, la desinformación que existe en cuanto a que la enfermedad no existe, de que no es cierto, de que nos quieren poner un chip, de tantas, tantas, tantas mentiras que nos dicen.
Para nosotros estar viendo en la televisión y en el periódico y en los comentarios de los compañeros, pues que están en la línea de batalla… Y aun así no estando yo en un hospital 100 por ciento Covid yo me contagié.
¿Cómo fue que vivió el contagio?
No sé exactamente dónde ocurrió, lo más seguro es que haya sido en el hospital porque las idas y venidas únicamente eran al hospital, entonces no hay otra forma. Pero probablemente algún paciente asintomático que no nos dimos cuenta que era Covid y lo atendimos y pues me contagié: es la única explicación.
Desde el principio fue difícil; o sea, saber que estás contagiado, pues que eres una persona de riesgo por la edad, primero. Entonces, pues es difícil vivirlo día a día ya cuando te dicen que lo tienes te sientes como si te echaran un balde de agua en la cara, fría y con hielos. Dices, “¿y ahora qué sigue?”.
Más cuando has visto lo que puede llegar a ser esa enfermedad, en la manera en la que va destruyendo a alguien en poco tiempo. Ni siquiera es un periodo largo para que te puedas despedir de tu familia, como ocurre con el cáncer o con alguna otra enfermedad; que aun sabiendo que te vas a morir, pues puedes arreglar las cosas con tu familia. Puedes despedirte, puedes hacer las cosas que siempre dejas para último momento, y en este caso no. Porque en este caso te tienes que aislar de todo mundo, tienes que estar aislada para protección de todos los demás.
Entonces, es muy, muy complicado, morirte en la soledad es horrible; pensar que eso podía pasar era bastante pesado. Saber el dolor tan grande que se puede causar a una familia por esta situación es muy, muy complicado. Y pues mi mayor temor era ese: herirme y provocar un dolor inmenso en mi familia.
Y pues así se vive al día a día, hoy dices “estoy bien”, y en la noche te da miedo, te dices “¿cómo voy a amanecer?”. Los síntomas fueron, no tuve ningún síntoma respiratorio, no tuve ningún síntoma grave, pero pues la única secuela que me quedó fue que se paralizó el esófago, entonces no podía comer, pero pues gracias a Dios estoy viva y volví al trabajo.
¿Cómo se siente al regresar a trabajar después de la recuperación?
Mira, los primeros días eran como que, de mucha angustia, de miedo porque pues sabes que no estando en un hospital Covid cierta gente puede estar contagiada, porque hay muchos y la gran mayoría son asintomáticos, como yo en un principio era completamente asintomática, pues así hay muchos y tú sabes que te puedes llegar a contagiar.
Luego, las estadísticas dicen que son muy bajas las probabilidades de que te puedas volver a contagiar, pero sí existen y el riesgo da miedo. A veces no aguantas las caretas y el cubrebocas, quieres salir corriendo, pero pues sabes que te tienes que quedar ahí. Y pues a lo mejor pueden decir “ah, pues ya se puede ir a su casa por la edad”, yo podría estar en mi casa, pero no me siento capaz de quedarme todavía en mi casa encerrada; así que, sí, si me toca volverme a enfermar pues no sé cuáles vayan a ser los riesgos, porque sería la forma más grave, pero pues trato de tomar todas las precauciones necesarias.
A veces es insoportable tener la careta, el cubrebocas, toda la ropa que te tienes que poner se siente un calor, te mata el calor, el miedo también, pero contenta de volver a estar en lo mío, de volver a ayudar, de volver a servir.
¿Cree que ha funcionado el manejo que la población y las instituciones han hecho de la epidemia?
Dicen que la única forma de que se detenga esto es que se pare completamente el mundo por 3 semanas, pero obviamente por razones financieras, económicas, de intereses no se puede. Si la gente dejara de moverse en tres semanas y usáramos cubrebocas, si nos laváramos las manos cada que tomamos algo que no sabemos su procedencia o en donde estuvo, si dejáramos de hacer fiestas, de hacer reuniones, si dejáramos de andar en la calle sin motivo alguno, pues yo pienso que sí funcionaría.
Desgraciadamente a México le ha dado cero ayuda el Gobierno. Es como que han decidido decir “que se muera el que se tenga que morir”. Así que, en los hospitales públicos, en su mayoría los del Gobierno federal, del Seguro Social están trabajando con las uñas.
El personal tiene que comprarse su cubrebocas, tiene que comprarse sus caretas, tiene que comprarse su material para enfrentar la pandemia. Hay días que no tienen medicamento para ponerle a los pacientes. No hay ventiladores suficientes para atender a tantos que llegaron durante esta última contingencia, y ven morir a la gente.
Yo los veo a compañeros a través de Facebook y todas las redes sociales. Las cosas que ponen, los mensajes que me mandan que es algo horrible llegar día a día ahí. Ver que la gente dice que si no nos va a matar el Covid nos va a matar el hambre; o sea, en tres semanas no te vas a morir de hambre, te vas a morir de Covid. No nada más te vas a morir tú, hay familias enteras que se están muriendo.
Estamos poniendo por arriba de la salud, por arriba de la vida al interés económico. No entiendo cómo puede haber gente que está protestando porque quiere que le abran el tianguis cuando no tienen medidas de seguridad. La gente que va ahí sin cubrebocas lleva un foco de contagio seguro.
Le están dando un mal manejo y ha estado muy, muy, muy mal organizada la atención la pandemia. No es posible que países como China, que tienen el doble de casos que en México, tengan menos muertos, y que en tres meses ellos hayan salido de esta pandemia y nosotros ya tenemos 9 meses en esto. Cada día estamos, si no peor, igual.
Conozco a María de los Ángeles en persona, es alguien que inspira confianza desde que se le ve y cuando se conoce la historia detrás de la persona, como en esta entrevista, sin duda es fácil decir que existe la vocación; porque ella, al hablar como lo hizo en esta plática, con sensibilidad y cariño por lo que hace, hace saber que le sobra amor por su profesión. Es una de muchas personas, en el sector salud, que se enfrenta más que muchos al virus; sin embargo, a ella le toca la lucha, protegernos y guardar nuestras vidas.
Mariana Ríos Méndez
Es estudiante del octavo semestre de la licenciatura en periodismo de la UACJ. Tiene 23 años de edad.
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