Contaré una historia la cual consta de dos personajes principales y juro que lo que sucedió es real;, el primero de sus personajes es un tipo que tenía por oficio ser lamparero y se empleaba dentro del cine Variedades, un cine ya desaparecido en mi Ciudad Juárez.
El lamparero se encargaba de alumbrar el camino a las personas que entraban y veían solamente penumbras, su trabajo era el de marcarles un camino seguro rumbo al asiento, previniéndole al cliente de que no fuera a caer en los escalones o a derrapar en las bajadas.
El segundo personaje es un tipo al que llamaremos estúpido; era un hombre sin oficio ni beneficio y era tan atrabancado que el nombre de estúpido le viene guango.
Resulta ser que los chicos del barrio de cualquier periferia de Ciudad Juárez, se juntaron para ver una función de cine, no sin antes hacer la vaquita para comprar cervezas, siendo adolescentes ya no les gustaban las palomitas, ni los extintos chocolates Toblerone.
El grupo de adolescentes compró cervezas y apoyados por las sombras, ingresaron al cine Variedades con ellas, entonces el estúpido, como todos sus compañeros, se sentó, pero como él era un estúpido, llevaba auriculares con los que estaba escuchando el radio, o sea, fue al cine a oír el radio. ¡Hágame el fabrón cabor!
Aun cuando la película del cine estaba corriendo, se sentó como si estuviera en la cantina colocando los pies en el asiento de enfrente, como todo un buen patán de esos que se consiguen las mujeres ahora. Aquí es donde entra el trabajo del lamparero, quién se percató de la acción patanezca, y utilizando su artefacto de seguridad que era una linterna de cinco pilas le echó la luz en las piernas y luego en la cara y le espetó: “baje los pies del asiento”.
El estúpido se quitó los auriculares, confrontó al lamparero, sin bajar los pies, y le respondió lacónicamente pero de forma agresiva “¡cuáles cervezas, nosotros no traemos ningunas cervezas!”.
Entonces el lamparero, ni tardó ni perezoso, ingresó a la línea donde estaba ubicado todo el grupito y por supuesto que les localizó botes de cerveza vacíos, y enseguida los invitó a abandonar la sala. Cuando el estúpido se dio cuenta de lo que había hecho, simplemente se volvió a colocar los auriculares y se salió como todos los demás, obviamente ya llevaba a la porra encima de él mentándole la madre por estúpido.
Sucede que un periódico llamado New York Times le dice al presidente que va a sacar una nota sobre su relación con el narco, el presidente se comporta como un adolescente con auriculares y le responde con una retahíla de descréditos y pone a disposición el teléfono de la reportera y los cuestionamientos que le solicitaron a través de un oficio.
Le dedicó buena parte del tiempo de la mañanera al “pasquín”, a la reportera y a poner como palo de gallinero a los del gremio.
El periódico que tiene confiabilidad internacional, dice, entre otras cosas, palabras más, palabras menos, que no se le ha comprobado algún vínculo con el crimen organizado, pero el presidente ya se había puesto el curita antes de cortarse el dedo.
¿Por qué, presidente, se comportó como si estuviera en el cine Variedades con los auriculares puestos? Y no digo el apodo por no faltarle al respeto, pero ya hace muchísima falta que se vaya… a su granja.
Segunda parte:
Una sola muerte, una sola mutilación, hubiera sido suficiente para sacar el tren de la ciudad. Ningún mandatario ni federal, ni estatal, ni municipal, se ha preocupado por sacar las vías del tren de una ciudad que se supone tiene decisiones propias. Cierto es que las vías las controla la SCT, pero el artículo 115 constitucional enviste de poder al Municipio. Además Ferromex es una empresa privada, y puede ser demandada.
Sin embargo, ningún alcalde ha demandado a Ferromex por no cumplir con los convenios de no atravesar la ciudad de 7 de la tarde a las 6 de la mañana que datan del 2006; ya en el 2014 se les había llamado la atención por incumplimiento, pero nadie se ha ocupado de controvertir su tránsito por este pueblo globero.
Los alcaldes han nadado de muertito y no están dispuestos a poner a trabajar su equipo de abogados, los cuales pueden recurrir a varias figuras del Derecho para obligar a la empresa de Germán Larrea a que se someta a lo pactado “pacta sunt servanda”.
Pareciera ser que los Gobiernos municipales no quieren enfrentarse con el gran monstruo de la minería mexicana, las cachetadas con pacas de dinero han adoctrinado a todos y cada uno de los que han tenido la autoridad y el peso para ejercer la ley, o cuando menos resistir, y darle autonomía a este municipio, que más bien parece una kermés de pueblo chico.
El alcalde Cruz, ha firmado un convenio con Ferromex, donde el Municipio hará obra complementaria. El munícipe está congratulado porque la compañía pagará un puente (o paso a desnivel) de 420 millones de pesos, para que cómodamente el tren asesino pase por una ciudad que se ubica frente a otra del primer mundo. ¡Qué cosas! ¿No?
Pareciera ser que son más importantes los carros, pero no veo a uno de ellos que haya perdido una pierna. La compañía que gana miles de millones de pesos recibirá ayuda del Municipio. ¿Y a los muertos y los mutilados, quién los ayuda?
Quien esté leyendo esto se preguntará “escritor, y el túnel, ¿por qué no lo usa? Muy sencillo, porque no me da la gana. Camino por la ciudad que me pertenece. Es más sencillo entender que el tren no debería estar en la ciudad, no debería de pasar más por Juárez, las vías llevan más de 100 años, pero ya no es la misma ciudad, ni Ferromex es la misma… ahora tiene mucho más dinero.
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