Las gruesas paredes del templo conocido como Misión de Nuestra Señora de Guadalupe, a un costado de la Catedral, no solo han servido desde hace más de tres siglos como punto de reunión para los creyentes, sino que en su momento fueron fortaleza para miles de cristianos que huían de los indios de Nuevo México, los cuales les destruyeron las otras misiones construidas y esta, ubicada en lo que hoy es Ciudad Juárez, fue la única que quedó en pie.
Se le consideró por eso “la reina de las misiones”, de acuerdo a Eduardo Hayen, párroco actual de Catedral, Nuestra Señora de Guadalupe.
El 8 de diciembre y la vocación mariana
En el marco del 363 aniversario de la fundación de la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte, a celebrarse este 8 de diciembre, el religioso menciona que dicha obra estuvo siempre al amparo de la Madre de Dios.
Ha existido una confusión por la fecha de su aniversario, el 8 de diciembre, ya que corresponde al día en que se decretó el dogma de la Inmaculada Concepción de María, sin embargo, aclaró que eso ocurrió en 1854, por parte del Papa Pío IX y la fundación de la Misión fue en 1659, es decir, la fundación fue casi 200 años antes de la proclamación.
El sacerdote lo explica de la siguiente manera: “no tiene nada que ver, es una ‘Diosidencia’ (para decir que fue una coincidencia), digámoslo así. Pero es un día mariano evidentemente, que anuncia de alguna manera ya, el que nuestra ciudad nazca bajo el amparo de la Virgen María”.
Precisa que el 8 de diciembre de 1659 sí es la fecha de la fundación, pero no se eligió ese día por la Inmaculada, porque todavía no existía el dogma.
Mientras brinda entrevista en la Misión de Guadalupe, explica que dentro de los muros del inmueble blanco ubicado a un lado de Catedral, también se encontraron cuerpos momificados, uno de ellos el de un fraile franciscano y el de una mujer, ya que era costumbre usar como panteones algunas iglesias.
Entre los años 1968 y 1971, el padre Isidro Payán Meléndez, consiguió la aprobación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), para restaurar el templo, lo cual hizo en conjunto con el arquitecto Alberto Rosas.
Con el paso de los siglos se le habían hecho algunos agregados al templo, como en la fachada, donde se le puso un estilo de iglesia romana, con influencia de los Jesuitas que también estuvieron aquí, pero con la restauración se volvió a su estado original.
La evangelización llegó del norte
El párroco hace énfasis en que los frailes franciscanos abrieron varias misiones en la región norte de México, con una sectorización que se denominó Custodia de San Pablo, cuya sede fue la misión de Santa Fe en Nuevo México, sitio hasta donde se desplazaron los indios mansos y piros, para solicitar que en lo que hoy es Juárez, se construyera también una misión.
Una misión era más que un templo, aclara, ya que era un concepto que, sí tenía que ver con el evangelizar, pero también con el desarrollo humano, ya que a los indígenas se les enseñaba agricultura, el cultivar la tierra, técnicas para domesticar el ganado, así como artes y oficios, donde pasaron de ser nómadas a ser sedentarios.
En las misiones también había soldados para establecer un orden y cuidar de posibles ataques de grupos indígenas.
“Sí que Fray García de San Francisco, llegó aquí y fundó humildemente con barro y paja, el primer oratorio, un 8 de diciembre de 1659”, explica.
Hayen menciona que entonces a diferencia de otras regiones de México, la evangelización llegó del norte y no del sur.
Los frailes pertenecían a la Orden de San Francisco de Asís que comenzaban a expandirse por todo el mundo conocido.
La zona cambió radicalmente por el estilo de vida que se trajeron, donde se formaron campos de cultivo y se trazaron acequias para la distribución del agua.
Usaron 2 mil españoles la Misión como fortaleza
En el año 1680 hubo una gran revuelta contra los españoles orquestada por un indio llamado Pope, donde hubo una gran matanza, pero muchos también lograron huir hacia el sur.
“Muchas personas huyeron en aquel año (unos dos mil españoles), con esta revuelta, hacia el sur, (y) se refugiaron en la Misión de Guadalupe, entonces destruyeron todas las misiones de Nuevo México, incluyendo la Misión de Senecú, ubicada cerca de lo que hoy es Albuquerque, Nuevo México, donde no quedó piedra sobre piedra, porque no la han encontrado y en esa Misión estaba enterrado Fray García de San Francisco (fundador de la Misión de Guadalupe)”.
De tal manera que tanto el cuerpo del fundador de lo que hoy es Juárez, así como el acta de fundación, están perdidos. Solo se conservan copias del acta.
“Esta Misión (de Guadalupe), fue la única que no fue destruida, por eso se le llamó ‘la reina de las misiones’, la cual estaba constituida como una fortaleza, aunque tampoco llegó la persecución hasta acá”, detalla.
Vigas se trasladaron por el río Bravo
Acerca de la obra, refiere que tiene características muy particulares, donde por ejemplo la arquitectura es muy sencilla, que refleja el espíritu de los frailes, un estilo conocido como Pueblo, que predominó en todas las misiones de la Custodia de San Pablo.
Ellos se manejaban con una “pobreza evangélica” y dicha humildad y sencillez la plasmaban en sus actos y obras, como sucedió con la construcción de sus templos, los cuales eran sencillos pero muy bellos, dice.
“Fue en el año 1662 cuando se colocó la primera piedra del edificio de la Misión de Guadalupe donde estamos ahorita y en el año 1668 fue cuando se consagró el edificio, es decir, duró seis años la construcción”, agregó.
En el caso del techo, fue labrado por los indígenas, guiados por un hombre identificado como Dorillo Pico Fisso, el cual se cree era un italiano, mismo que grabó su nombre en una de las vigas, elaboradas con unos troncos que se cortaron en Organ Mountain, en lo que hoy se conoce como Las Cruces, Nuevo México.
Los troncos se transportaron hasta aquí por la entonces caudalosa corriente del río Bravo.
Esa viguería que está decorando la Misión de Guadalupe, tiene un estilo de arte que se llama Mudejar, que es propio del sur de España, que tiene una influencia árabe, añade.
Predominan en los tallados de madera, una flor de la región, así como el sol, que, para muchos grupos autóctonos, representaba una deidad, pero que en este caso no riñe con la creencia católica, porque la imagen de la Virgen de Guadalupe, donde aparece el sol, fue interpretada como que anunciaba al sol, que era Jesucristo.
Momias en las paredes
En los alrededores del templo, al igual que en otras iglesias, se acostumbró a enterrar a los muertos y aquí no fue la excepción, ya que se encontraron cadáveres tanto en la parte externa, en un cementerio aledaño, pero además durante la restauración de 1968 a 1971, realizada por el padre Isidro Payán Meléndez, se localizaron cuerpos.
“Encontraron muchos cadáveres porque había un cementerio en los alrededores de la Misión de Guadalupe, pero también en las paredes de la misma, de hecho encontraron un fraile momificado y una mujer también momificada, todos fueron a dar a una fosa común dentro de la Misión, donde señala que “aquí yacen los restos de las primeras generaciones de mexicanos que vivieron en esta región”.
La monja que motivó a los franciscanos
Por otra parte, el historiador José Mario Sánchez Soledad comparte algunos antecedentes de la fundación de la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte.
Cuenta por ejemplo con el Acta de posesión del territorio del Nuevo México por Juan de Oñate, un 30 de abril de 1598, en las proximidades de San Elizario, Texas, a la orilla del Río Bravo. Llega y nombra Paso del Norte un 4 de mayo de 1598.
Además, explica que en el año 1617 es cuando se dio el establecimiento de la Custodia de San Pablo, que era la jurisdicción dada a los franciscanos para fundar misiones en el norte de lo que era la Nueva España.
“Algunos autores manejan el establecimiento de la Custodia en 1621. Se nombra al primer Custodio fray Esteban de Perea y llegaron otros siete misioneros, en total sumaron 24”, refiere.
Agrega que en 1628, Fray García de San Francisco se unió a la caravana de Fray Esteban de Perea como misionero para la evangelización de los grupos indígenas nativos de Nuevo México, en ese entonces territorio del extremo norte de la Nueva España en proceso de colonización.
“Fue destinado junto con Fray Antonio de Arteaga a cristianizar a la tribu de los piros, con quienes fundaron las misiones de Senecú y Socorro entre 1630 y 1640”, explica.
Sánchez Soledad menciona también que cuenta con la carta de una monja que residía en España en aquellos tiempos, la cual se consideraba que tenía el don de la bilocación –término utilizado para describir un fenómeno paranormal, sobrenatural o divino, según el cual una persona u objeto estaría ubicado en dos lugares diferentes al mismo tiempo–.
La cuestión es que la religiosa de nombre Sor María de Agreda, escribe una carta a Los Frailes de La Custodia del Nuevo México, firmada un 15 de mayo de 1631, donde habla de que Dios le permitió estar en dicha región de Nuevo México y sabe de lo difícil que es la evangelización. Los invita a no desfallecer y a continuar con sus trabajos.
El historiador comenta que aparentemente hubo un momento en que los franciscanos pensaron retirarse de la región, por lo difícil que era desempeñarse debido a lo extremoso del clima y la agreste orografía, y el llamado de la monja los motivó de alguna manera.
En libros católicos se refiere que, debido a su don, Sor María de Agreda fue predicadora en Nuevo México, pese a que nunca abandonó su claustro.
Tuvo “apariciones” en Nuevo México y Texas, en donde evangelizaba y enviaba a los indios a pedir el bautismo a los misioneros franciscanos (“La dama azul de los llanos”).
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