Poco se escribe acerca de la paternidad y menos todavía desde la poesía, pero bueno, exagero, sí se escribe, pero de una paternidad violenta, atroz, ausente, desde el mito de Cronos y cómo devoraba a sus hijos para que no lo destronasen, al cual Francisco de Goya le dedica un fascinante cuadro: Saturno devorando a su hijo. O, por otro lado, un tanto de moda, este padre abusivo y opresor, como Pedro Páramo. Sin embargo, el libro del que quiero hablarles es Paternación (2024), de Pedro Martín Aguilar, de quien ya escribí en este espacio en otro momento.
El poemario está dividido en cuatro partes: “Paternación”, “Patria”, “Vientre” y “Mar”, además de dos poemas iniciales: “Poesía paternal”. En este libro de Pedro Martín Aguilar, el poeta muestra la experiencia del padre en los diferentes procesos de la maternidad, desde antes de la gestación, las revisiones, el ultrasonido, las náuseas, el cuerpo transformándose de la madre, pero cómo los vive el padre. Justamente como cita en el epígrafe de Manuel Iris: “La paternidad amorosa no parece tener muchos representantes, ni mucho prestigio literario”. Esta es la apuesta de Paternación.
Pedro Martín Aguilar muestra en un poema como “Pruebas de embarazo” esa angustia del padre, la zozobra de la incertidumbre porque está formando parte de un proceso que no experimenta físicamente, pero sí emocionalmente y dice la voz poética: “Tiene que haber un útero en mi cráneo./ Si no, ¿a qué vienen los pequeños pasos/ del inquilino de mi pensamiento?”. Y es cierto, como padres vivimos todo este proceso de manera distinta a las madres, pensamos en cómo serán, si estará todo bien, si será niño o niña, soñamos y crece nuestra mente como barriga. Subraya en otro pasaje: “Tiene que haberlo, hijo, porque te siento/ aquí, pero la anatomía del padre/ es ausente en la materia”.
En Paternación, el poeta también habla de su genealogía paterna, del nombre, de ser habitante del mar, ya que nació en Madrid, pero ha vivido más bien en la Ciudad de México y eso lo hace vivir en medio de dos países, de dos continentes, heredero de dos tradiciones, pero también desconocido o al menos lejano, difícil de clasificar. Hijo de su padre el tiempo y su madre natural, pero también de su madre metafórica, la tierra. Este gran libro de poemas es necesario y ayuda a reflexionar sobre la paternidad en estos tiempos aciagos.
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