Migrar es parte de la historia de la salvación de la que los sacerdotes hablan constantemente a sus feligreses, pero migrar también es parte de la vida de Javier Calvillo, el sacerdote responsable de Movilidad Humana de la diócesis de Ciudad Juárez y, desde 2010, director de la Casa del Migrante.
Desde muy pequeño vislumbró una vida de pérdidas. Su hermano murió cuando él tenía 8 años, un año después -cuando tenía apenas 9- murió su mamá y a los 13 perdió a su padre, lo cual provocó que iniciara un camino que lo llevaría a identificarse con los migrantes.
“Andar con una tía, con otra tía, con mi abuelo, fue mi vida a partir de los 13 años. Cuando vi a estas personas (los migrantes) pensé que nadie sabe por qué uno se mueve, por qué andas de casa en casa. Nadie comprende, nadie entiende hasta que están en los mismos zapatos. Ellos traen heridas. Tienen marcas profundas como yo y me identifico mucho con ellas y ellos”, dice.
En una ciudad industrializada como solo Juárez puede serlo, Francisco Javier Calvillo encontró en la maquiladora la forma de conseguir el sustento y es así como llegó a Conductores y Componentes Eléctricos 1, en el Parque Bermúdez, donde inició como operador. Las puertas se le fueron abriendo y creció dentro de la empresa. Tiempo después pasó al Departamento de Personal, donde lo asignaron al área de contratación e inducción.
Dios tenía otros planes para Javier Calvillo
Iniciaba la década de los 90 cuando sus amigas y amigos de la parroquia la Asunción de María lo invitaron a la Casa de Ejercicios a un retiro espiritual que cambiaría sus metas y planes a futuro, y con él que inició su acercamiento más fuerte a la Iglesia. Tres años tuvieron que pasar desde aquel encuentro cercano con Jesús para que Javier reconociera su vocación y decidiera ingresar al Seminario Conciliar de Ciudad Juárez, ese año de 1993 que guarda en su memoria junto al rostro de aquel hombre de 23 años que era.
“Tuve la fortuna de tener jefas excelentes, Hilda Villalobos y Judith Molinar, quienes primero me apoyaron para continuar mis estudios. Cuando les comenté de mi decisión al principio intentaron persuadirme diciéndome que podía avanzar más en la empresa, pero posteriormente aceptaron con gusto mi decisión”.
Sin embargo, encontrar la verdadera vocación es difícil y pasó tiempo antes de que Javier Calvillo se decidiera a “quemar definitivamente las velas”. Antes de ello dejó el seminario en dos ocasiones en busca de respuestas y tuvo oportunidad de experimentar otra de sus grandes pasiones: el periodismo.
Durante un tiempo ayudó en la celebración eucarística al sacerdote José Ríos, quien era párroco de San Felipe de Jesús y director del periódico diocesano Presencia, y así tuvo la oportunidad de convertirse en reportero. Cada semana escribía una sección del periódico y apoyaba en la corrección de estilo.
La vida no sucede de forma lineal, pasamos del caos a la calma, y para Javier Calvillo finalmente el llamado fue claro. Regresó al seminario, concluyó sus estudios y se ordenó como sacerdote el 30 de agosto de 2003.
Al servicio de los migrantes
La Casa del Migrante de Ciudad Juárez se fundó en 1983 a manos de los misioneros scalabrinianos, quienes se fueron de Ciudad Juárez en 2006. Los padres dominicos se hicieron entonces cargo del albergue, pero durante los años de mayor violencia ellos también decidieron dejar la ciudad.
A este lugar llegó el padre Calvillo en 2010, cuando el obispo Renato Ascencio León le pidió que dirigiera el único albergue para migrantes que existía entonces en Ciudad Juárez.
“Ser director de la Casa de Migrante implicaba además estar a cargo de la parroquia Santa María Goretti y ser administrador de la Casa de Ejercicios, que se ubica a un costado de la Casa del Migrante, y resultó que finalmente regresé como administrador al lugar donde inició mi acercamiento a la Iglesia y mi vocación”, señala.
“Cuando te das cuenta de por qué migran las personas descubres el significado de moverte. Trasladarte no porque quieras, sino porque la vida, la historia personal, las marcas internas o profundas nos mueven. Escuchamos historias terribles de niñas y niños abusados, sus padres muertos, familias con hambre. Lo lógico es que salgas y busques”, explica.
2018, la prueba de fuego
Aunque los primeros años al frente de la Casa del Migrante transcurrieron en aparente calma, para 2018, con la llegada de la primera ola de migrantes, y los años siguientes hasta la actualidad, Calvillo se enfrentó a una realidad que no le era ajena. El cansancio y la frustración eran recurrentes, porque las necesidades en la Casa del Migrante son muchas y solo puede incidir en ellas gracias a la caridad de la gente.
La vida que desde joven lo había enfrentado a una movilidad dentro de Ciudad Juárez, sirvió para comprender y escuchar.
“Entiendo por qué tiene uno que hacer cosas que a lo mejor para el mundo son malas, pues si tengo hambre tengo que comer. No puedes juzgar hasta que no tengas hambre. Mis padres fueron migrantes, mi papá venía de Torreón y mamá de León, Guanajuato. Tu vida y tu historia influyen para ver, para valorar”.
De 2010 a la fecha se han registrado cambios importantes en esta ciudad que puede parecer hostil para quien llega, pero que de alguna manera se ha preparado para recibir a miles de personas migrantes.
En su momento la Casa del Migrante albergó a cerca de mil 600 personas en movilidad. Saber que actualmente hay alrededor de 25 albergues para migrantes y que se ha sacado adelante a quienes han pedido ayuda, a Calvillo le resulta esperanzador.
La migración cambia y debemos estar listos: Javier Calvillo
Con la reciente pandemia por la Covid-19 llegó una nueva reflexión: “La migración cambia y debemos estar listos y acoplarnos a sus necesidades. Cambia, incluso, la ley”.
“Desde que llegamos la Casa del Migrante se sostiene de la caridad de las personas. Con donativos económicos y en especie que yo debo conseguir, pero todo es aprendizaje hoy me veo y estoy feliz, contento de las etapas vividas, de lo aprendido, de la experiencia con las personas migrantes aunque sepa que siempre es incierta”.
“Cuando era adolescente no me imaginaba que elegiría el camino del sacerdocio, y menos aún que serviría al prójimo a través de las personas migrantes. Ahora que veo lo andado estoy seguro que he puesto mi parte. El próximo 30 de agosto cumpliré 18 años de sacerdote y mi camino apenas inicia. Quiero seguir estudiando. Me gustaría ir a la Universidad Pontificia seguir preparándome para los retos que implica estar al servicio del pueblo de Dios”.
* Director de la Casa del Migrante, responsable diocesano de la Pastoral de Movilidad Humana, sacerdote Diocesano
Migrantes construyen su propio puente internacional a la altura de la Puerta 36
La mañana y temprano por la tarde de este jueves, grupos de 10 a 15 personas llegaron hasta ese punto con la intención de pasar al lado estadounidense para solicitar asilo
Por Hugo Chávez
Recuerdan el 27 M
#Migración #Migrantes #INM #CiudadJuárez #TragediaEnMigración #27M
Por José Estrada
Fue crimen de Estado, la tragedia del 27M en Juárez: Instituto para las Mujeres en la Migración
Seguirán en la lucha para que una tragedia así no vuelva a suceder, afirman
Por Teófilo Alvarado
FOTOS: “Hoy se cumplen 365 días de dolor”
Activistas se reunieron a las afueras de la estación migratoria del INM donde colocaron monolitos de barro representativos de la vida y nacionalidades de migrantes fallecidos
Por José Estrada