Hoy 30 de agosto es el Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada. Se celebra desde 2010, y en México el problema es tan latente que el 16 de agosto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que debe permitirse el acceso irrestricto a cuarteles militares para buscar a personas víctimas de desaparición forzada.
Juárez no es la excepción para este delito. De acuerdo con datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, desde el 15 de marzo de 1964 hasta hoy, hay en México 105 mil 082 personas desaparecidas y no localizadas. En Chihuahua, la cifra es de 3 mil 494.
El investigador Sabás Cristóbal García González estudió este fenómeno en Juárez. Para él, en este tema existe un discurso revictimizante por parte de las autoridades, el cual necesita “deconstruirse” para evitar la justificación de estas desapariciones y el entorpecimiento de las investigaciones al respecto.
Esta narrativa revictimizante (en la cual a las víctimas se les culpa de ser responsables del delito cometido en su contra) surge, dice el investigador, de la llamada “Guerra contra el Narcotráfico”. Surgieron, relata, “neologismos peyorativos”, que la prensa replicó en cada hecho violento reportado: levantones, narcofosas, encobijados, encajuelados, ejecutados, daños colaterales. Con este discurso, se normalizaron en parte la desaparición forzada y los asesinatos de esa época.
Y esta no es la única narrativa que persiste para hablar sobre este fenómeno. Las cifras albergan casos tanto de mujeres como de hombres, pero en el caso de los hombres existe cierto estigma, de acuerdo con García González. Esto se debe a que en la mayoría de las desapariciones forzadas de mujeres, la probabilidad de que su desaparición se vincule con el crimen organizado es menor, mientras que con los hombres aumenta. Esto “repercute en las muestras de solidaridad de la sociedad civil con la causa”, señala.
Por otra parte, también hay menos casos documentados de hombres tanto en reportes periodísticos como en producciones de ciencias sociales. Los desaparecidos, hombres, migrantes o “levantados”, son “desechados a la sombra de la impunidad”, revela.
Guerra Sucia y Guerra contra el Narco, momentos clave en desaparición forzada
El investigador García González también enuncia dos momentos clave en la historia reciente del país en la cual se dan picos en las cifras de personas víctimas de desaparición forzada. La Guerra Sucia, por una parte, y por la otra, la Guerra contra el Narco.
La Guerra Sucia, iniciada por los finales de 1960, se dio en lugares como Ciudad de México, Nuevo León o Sinaloa. Sus hitos son la masacre de Tlatelolco en 1968 y el Halconazo, en 1971.
Los entonces desaparecidos respondían siempre al perfil de un “fuerte sentido de pertenencia a determinada agrupación con ideología de izquierda en un contexto marcado por la represión contra aquellos que eran considerados enemigos que, de alguna manera, era adecuado eliminar”, escribe García González.
En este caso, las desapariciones forzadas eran perpetradas, como un secreto a voces, por las fuerzas del Estado mexicano, que veía la amenaza comunista, de esa ideología de izquierda como algo palpable y riesgoso para el rumbo del país.
Luego está la Guerra contra el Narco, declarada por Felipe Calderón Hinojosa en 2006, en su inicio como presidente de México. Aquí, en contraparte con la Guerra Sucia, no importaba la ideología política necesariamente.
En estos años, es el norte de México el que empieza las movilizaciones sociales para exigir al Estado el regreso de los que se llevaron.
Las estructuras de Gobierno fueron capturadas por redes de macrocriminalidad, en que participan el Estado, el crimen organizado y empresas, de acuerdo con el investigador. El ambiente era permisivo y la impartición de justicia favorecía la práctica “de estos actos atroces”.
Fue en estos años (2006-2012) en que el crimen organizado inició con una desaparición casi masiva de personas, sin descartar la participación, directa o indirecta, de agentes del Estado.
Politizar el ser madre
Para el investigador del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, “es innegable que las mujeres y madres ejercen un papel destacado en el proceso de búsqueda de personas desaparecidas”.
Las mujeres deciden salir de sus hogares para externar de manera pública “el dolor prolongado ante la ausencia de sus seres queridos”, y con ello “fracturan el estereotipo de género que las ‘destina’ a ocupar únicamente el ámbito privado como el lugar propio”, dice García González. Hacen, pues, suyas las calles para reclamar que quienes las hacen madres no están.
Las mujeres en el colectivo Familias Unidas por la Verdad y la Justicia, que estudió García González, son quienes organizan, quienes investigan, buscan, rastrean. Transforman “el sufrimiento individual en dolor politizado”, dialogan y proponen con los actores gubernamentales. Las madres y mujeres se convierten en las calles en la representación de quienes no están en casa.
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