Bernardo de Balbuena (Valdepeñas, Toledo, 1562-San Juan Bautista, Puerto Rico, 1627) fue un eclesiástico y poeta español avecindado en la Ciudad de México, Nueva España. Sin duda este escritor se sintió maravillado por los paisajes del Nuevo Mundo, de esta capital prácticamente nueva, pero que ya adquiría un rostro elegante, señorial, erigida sobre la majestuosa México Tenochtitlan en ese valle que llegó a convertirse en la región más transparente, según lo refiere Alfonso Reyes de Humboldt a su paso por esta capital.
Balbuena canta en Grandeza mexicana (1604): “México, hermosa peregrina / y altísimos ingenios de gran vuelo, / por fuerza de astros o virtud divina. / Al fin, así es la beldad parte del cielo, / México puede ser cielo del mundo, / pues cría la mayor que goza el suelo”.
Su admiración lo lleva a reconocer no solo los edificios, avenidas y paisajes, sino a las personas que habitaban este lugar. A veces nos cuesta reconocer lo grandioso que tiene nuestro país en sus habitantes, más allá de todos los males que nos circundan.
En el argumento se leen ocho versos que va a desarrollar como cantos completos de ciertos aspectos de esa grandeza mexicana, menos el verso siete, y dice así: “De la famosa México el asiento; / origen y grandeza de edificios / caballos, calles, trato, cumplimiento; / letras, virtudes, variedad de oficios; / regalos, ocasiones de contento; / primavera inmortal y sus indicios; / gobierno ilustre; religión y estado: / todo en este discurso está cifrado”.
Esto es lo que dice Balbuena, va a tratar diversas caras que muestran a una sociedad compleja y rica, al contrario de lo que podían pensar quienes no conocían la colonia española y la imaginaban salvaje e incivilizada.
El libro es un maravilloso poema largo, tan caro en nuestras letras hispánicas. Este texto tiene pasajes espléndidos que Balbuena quiso eternizar con su pluma y lo hizo con versos como el citado: “primavera inmortal y sus indicios”.
Obviando los vínculos simbólicos a que podía remitir la primavera, está la imagen que presenta Balbuena, esa estación propicia, amena, de clima agradable, en que puede uno solazarse y disfrutar, una estación augusta, con flores eternas, las pequeñas cosas que nos dan cuenta de esta primavera imperecedera, la brizna siempre verde de los campos a nuestros pies. Esto era México para el poeta.
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