Georgina Montes de Oca despertó antes del alba, lavó su rostro, se recogió el cabello y lustró su calzado antes de colocarse la casaca con insignias y salir de casa.
Es instructora de la Academia de Policía Municipal, y como todas las mañanas llevaba su cubrebocas y un gel sanitizante; es casi ya un reflejo la toma de temperatura y la sana distancia antes de atravesar por las puertas de cristal de su oficina. Los policías no pueden trabajar desde casa.
“Nosotros sabemos que enfrentamos desafíos en nuestro trabajo; nos enfrentamos en el día a día. Sabemos que un policía trabaja con muchísima gente en la calle”, recordó, antes de hablar del día que enfrentó el peligro más grande de su vida.
“Hemos modificado un poquito el sistema de la enseñanza, nosotros siempre les estamos diciendo que guarden la distancia; sí tuvimos gente contagiada”, expresó esbozando un gesto serio.
Y es que pese a seguir todas recomendaciones de salud, tratándose de Covid-19, las reglas no siempre aplican.
“No sabemos dónde se contagia uno; tenía que ir al mandado, tenía que estar con mi familia, en la Academia”, dice.
No es algo que le tomó por sorpresa, porque en el ambiente de un policía, todo puede pasar, “espera siempre, lo inesperado”.
“Fue un susto, porque en el momento no me pude levantar de la cama; me dolía un poco la garganta, pero al día siguiente, cuando yo me acuesto con ese dolor de garganta, ya no me pude levantar”, comentó con su mirada fija.
En cuestión de horas la férrea instructora de policías pasó de ser una persona fuerte, atlética y decidida, a una mujer cuya fuerza parecía haberle abandonado.
“Fue bien difícil para mí, poder incluso ir al baño; entonces fui al médico y me diagnosticaron que tenía Covid”, asintió.
Los días para la oficial instructora Montes de Oca se volvieron inciertos, hubo momentos en los que ya no podía respirar.
“Mi hija tuvo la opción gracias a Dios, de poder comprarme un aparato, eso me ayudó muchísimo a poder recuperarme”, recordó.
Pero cuando la pesadilla parecía terminar, llegó la resaca, el Covid-19 dejó secuela.
“Tuve bronquitis crónica; pensaban que era una alergia, pero es a raíz de lo mismo”, admite.
La frustración y fatiga llevaron a Georgina a pensar que no sobreviviría.
“Sí pensé, hubo momentos y episodios muy fuertes de falta de oxígeno; no llegaron a intubarme ni mucho menos, todo lo hice en la casa”, agregó.
Nada es para siempre, ni siquiera la enfermedad de la década. Georgina se recuperó de esa nueva recaída, y volvió a colocarse la casaca para seguir preparando a los jóvenes cadetes que como ella, tienen la vocación de servir.
“Yo soy un mujer fuerte, resiliente; considero que siempre he sido muy fuerte”, expresó segura de algo que nadie puede refutar.
Su vocación de servicio y el amor a una profesión que lleva a cabo desde hace 17 años, la trajo de vuelta a la Academia de Policía.
Cuando le preguntan si seguiría siendo policía, de haber sabido que se contagiaría, no titubeó ni por un segundo: “por supuesto que lo haría; ser desafiado en la vida es inevitable, y ser derrotado es opcional”.
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