Hay un edificio antiguo en la calle Melchor Ocampo, en el Centro Histórico de Ciudad Juárez, justo antes de llegar a la Acequia Madre. Actualmente es el albergue La Esperanza, pero desde mediados hasta finales del siglo pasado fue un bar con fama internacional, llamado Deutscher Club Rainer Palast, propiedad de Amparo Kluver Leroy.

Inició actividades a principios de la década de los cincuenta y dejó de operar en la primera mitad de la década de los noventa. La particularidad de este bar era que únicamente se admitían alemanes que en un inicio provenían principalmente de la base militar Fort Bliss, en El Paso, Texas, aunque con el pasar de los años, la popularidad ganada atrajo a turistas alemanes ajenos al ámbito militar.
José Luis Hernández Caudillo es uno de los pocos mexicanos que lograron entrar al bar de los alemanes, y eso lo consiguió gracias a su trabajo como repartidor de licores, labor que desempeña desde la década de los setenta. En entrevista para Norte Digital, José Luis compartió sus memorias respecto a aquel mítico bar.

“Se comenta que doña Amparo era hija de un alemán, por eso su apellido era Kluver. Es por eso que ella sentía mucho afecto por la gente alemana, y cuando estaban acantonados en Fort Bliss, venían aquí de visita y ella les preparaba una bebida a la que ella le llamaba Mama Special. Estaba compuesta de ron Palmas oscuro, granadina, cerveza y rompope. Preparaba unos galones en la noche y ya en la mañana que abría la bebida estaba lista para ser servida”, relató.
Nada de mexicanos y nada de americanos. José Luis cuenta que no se les permitía el acceso; era una regla que se respetaba a rajatabla y los alemanes le tenían tanto aprecio a doña Amparo que la llamaban “mama”, sin acento en la última letra.


“Tenía una rockola aquí de pura música en alemán; inclusive en esta parte había una inscripción con unas iniciales y la fecha de 1935. Hay quien piensa que es la fecha de construcción del edificio, pero el 35 en esa inscripción debió ser el regimiento de algunos alemanes que vinieron de visita aquí”, agregó.
A finales de la década de los noventa, luego de que Amparo falleciera, la propiedad pasó a manos de su hijo, Héctor Kluver Leroy, quien decidió donar el edificio a una asociación cristiana. Desde entonces fue comedor comunitario y posteriormente un albergue.
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