Este 30 de enero se celebra al croissant, una delicia hojaldrada, mantecosa y en forma de media luna.
La mayoría de las personas los asocian con la cocina francesa y creen que su origen se remonta a Francia, pero la verdad sobre su creación no es tan sencilla.
Lo más probable es que el croissant se originó en Austria en el siglo XIII con el nombre de kipferl, que tenía varias formas.
Las historias sobre cómo se creó el kipferl (y, en última instancia, el croissant) son leyendas culinarias muy extensas y constantes, que se remontan al siglo XIX.
Muchos en el mundo árabe sostienen un origen alternativo, según esta teoría, el croissant procede del feteer meshaltet, conocido por los egipcios desde la dinastía XVIII (1292 a.C. o antes). Durante el periodo mameluco (1250-1517 d.C.), surgió una variante en forma de media luna del feteer meshaltet llamada «feteer halali», que se extendió a Europa y Francia, donde se conoció como croissant.
Varias leyendas combaten por su origen
Cuentan que el croissant se inventó en Europa para celebrar la derrota de las fuerzas omeyas por los francos en la batalla de Tours en 732, con la forma que representa la media luna islámica.
Según otras fuentes, se creó en Viena en 1683 para celebrar la derrota de los otomanos por las fuerzas cristianas en el asedio de la ciudad, como referencia a las medias lunas de las banderas otomanas, cuando los panaderos que pasaban la noche en vela oyeron la operación de excavación de un túnel y dieron la alarma.
Otra leyenda dice que María Antonieta introdujo el pastel austriaco en Francia cuando se casó con la familia real y pidió el sencillo pastel en forma de media luna de su patria.
Sea como sea, en 1869 el croissant ya estaba lo bastante arraigado como para ser mencionado como alimento básico del desayuno. Y en 1872, Charles Dickens escribió sobre «el pain de ménage del obrero y el pain de munition del soldado, hasta el delicado croissant de la mesa del tocador».
En Francia, este pan se ha ido sofisticando con el tiempo, influido por el estilo de cocina de aquel país. En su nivel más básico, es un frugal tipo de pastel de desayuno, hecho de pâte feuilletée (harina blanda de harina, levadura, mantequilla, leche y sal).
¿Y en México?
En México a este delicioso pan lo llamamos cuernos (igual por su forma). Y, aunque su origen no está muy documentado se sabe que ha formado parte de nuestra gran variedad de pan de dulce desde finales del siglo 18 y se afirma que el emperador Maximiliano de Habsburgo, fue el protagonista que lo trajo de Francia en 1864.
En lo que se refiere a nuestro cuernito, puede ir relleno de jamón, queso, mermelada o así, solo, sin nada más en su interior, que, remojado en una buena taza de chocolate caliente.
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