Después de la tormenta, ¿llega la calma?

Después de la tormenta llega la calma, y también el recuento de daños. Juarenses afectados por la inundación de sus casas, contaron cómo han tenido que enfrentar la vida, luego de que un torrente los despertó la madrugada del miércoles.

“Mire, este es el apoyo que me dieron”, dijo anoche un hombre parado en una esquina de la calle Santiago, mostrando una botella de agua purificada que recibió del Gobierno local.

No quiso dar su nombre. Reprochó que esta sea la tercera ocasión que la zona es devastada por la fuerza de un temporal lluvioso.

Aguas arriba, donde la colonia Fronteriza colinda con la Juanita Luna, María Varela, de 67 años, estaba batallando porque hasta la tarde de ayer, no había llegado Protección Civil a ayudarla.

En su casa, marcada con el número 8120 de la calle Juan Balderas, como pudieron, sus vecinos le ayudaron a apilar los muebles y poner la ropa en bolsas negras.

“Que nos ayuden a limpiar de perdida el arroyo”, dijo la sexagenaria, mientras seguía escurriendo agua y lodo con una escoba. Adentro de la casa, en la azotea y el patio, un perro y un gallo también sobrevivieron al desastre.

Otra vecina que se identificó como Patricia Quiroz, se quejó de que la ayuda del Municipio no hubiera llegado hasta ese punto, donde todo empezó.

Su casa está enfrente del arroyo que baja enseguida de la presa La Montada, donde todavía esta mañana amaneció una imagen inverosímil.

Un automóvil prensado entre los bejucos que tapizan el cauce natural que baja de la presa y que ahora quedaron aplastados por lo que fue un torrente imparable.

En una de las partes altas, a unos 100 metros de la orilla, otra damnificada fue cobijada por una congregación religiosa. Le dieron dónde dormir junto con sus tres hijos.

Es Margarita Chávez Palma, que tenía su casa en la Francisco Sarabia, y lo perdió todo.

“Ojalá que las autoridades nos ayuden porque hay mucha gente afectada”, dijo, mientras otra señora era ayudada por dos muchachos para cruzar el lodazal.

En los años 2000, 2006 y 2008, ocurrió algo similar. La diferencia positiva con lo ocurrido la madrugada del miércoles, es que ahora no hubo personas fallecidas.

Todo lo demás ocurrió casi de la misma manera y por la misma causa. El desbordamiento de un arroyo que, al no estar libre de basura y vegetación crecida, arrastró todo a su paso.

Al llegar a la calle Salvador Herrera Corral, en la colonia Fronteriza, un túnel subterráneo completamente tapado por el exceso de basura y yerba, se convirtió en un dique.

En cuestión de minutos, el torrente buscó otras salidas y destrozó las bardas de las viviendas aledañas.

De acuerdo con testimonios recabados en la zona del desastre, nada habría podido evitar los destrozos, los carros arrastrados, las banquetas rotas, pero al menos, el agua no habría invadido las casas.

Laura García, una mujer de 30 años, se acercó para ayudar a su familia a limpiar el lugar. A ellos, el golpe les llegó directo.

“Ya ve, sorpresas que nos da la vida, andábamos buscando ya camino para el trabajo, pero nos sorprendieron con estas noticias de que la familia estaba inundada”, dijo la joven, entrevistada cuando acababan de sacar las pertenencias que lograron rescatar.

Una barda en el patio se derrumbó y el lodo se metió entre las camas y los clósets hasta alcanzar una altura de 30 centímetros. Casi nada pudo recuperarse.

Incluso se perdieron animales que tenían en crianza, incluyendo un pony, algunos borregos y unos cerdos.

En el tramo de barda que quedó en pie, permanecían colgando hilachos de yerba y raíces.

Todos los integrantes de la familia se fueron del lugar. Aunque el Municipio ofreció dos albergues para que pasaran la noche, ellos prefirieron resguardarse con parientes.

Desde la tarde de ayer y hasta la mañana de este jueves, trabajadores operativos de municipio han tenido que sacar desechos con palas, azadones y maquinaria pesada. La tarea se antoja interminable.

Toneladas de piedra, lodo y bejucos enredados dieron cuenta de autos estacionados y bardas.

Decenas de empleados municipales recorrieron el miércoles la calle Santiago, ataviados con chalecos color guinda, levantando listas de las familias.

Se calcula que un centenar de casas fueron afectadas, muchas con pérdida total. Muebles, ropa, aparatos electrónicos, estufas, quedaron inservibles.

El mismo torrente que devastó la calle Santiago, arrastró decenas de vehículos.

Algunos quedaron incrustados entre la banqueta y desniveles de concreto y otros se fueron flotando por todo el Arroyo de las Víboras.

Como el de Daniel Hernández, que estaba estacionado en la esquina de la avenida 16 de Septiembre y calle Cananea, pero terminó en el bulevar Bernardo Norzagaray, a más de dos kilómetros de distancia.

¿Dónde pasar la noche?

Cayó la noche y en la zona se veían pocas personas caminando, incluyendo agentes de Vialidad y policías que hicieron labores de seguridad para evitar la rapiña.

La mayoría de las viviendas estaban solas. No muchas personas se quedaron a dormir ahí. Tampoco en los dos centros comunitarios habilitados por el Municipio, Felipe Ángeles y La Montada.

“Tenemos todo listo, un equipo de médicos y lugar para dormir”, dijo anoche Miguel Ángel Soto, encargado en el centro comunitario de la Felipe Ángeles, de las calles Tabaco y Rocinante.

Lo mismo ocurrió en el Centro de Desarrollo Comunitario La Montada, en el cruce de las calles Navojoa y Cedeñas, donde la estufa y las colchonetas quedaron sin usarse.

Era casi la media noche cuando Esteban Hernández, un hombre de 29 años que dijo dedicarse a las mezclas musicales con el sobrenombre de DJ Chakalón, llevó a su esposa y a su madre a un cuarto que les prestó una prima.

Vivían en la calle Francisco Sarabia. Según su propio testimonio, lo perdieron todo.

Igual que los centenares de personas que fueron afectadas por la inundación, él también espera que la comunidad lo apoye.

Haber sobrevivido, dijo Esteban, fue como una segunda oportunidad que Dios les dio.