Ni la brutal masacre de mujeres y niños integrantes de la comunidad LeBarón pudo sensibilizar al gobernador Javier Corral, quien prefirió la fiesta de un torneo de golf en lugar de acompañar en su duelo a las familias de las víctimas en esta gran tragedia que conmovió al mundo.
La frivolidad y la fiesta han sido sido el sello característico de la desvencijada administración corralista, multicuestionada por su falta de liderazgo y el desgobierno que han arrastrado al estado a una situación caótica en materia de seguridad, programas sociales, salud, educación, obra pública y finanzas.
¿Qué clase de gobernador tenemos los chihuahuenses?
¿Cómo es posible que Corral pueda mostrar mayor interés en acudir a una fiesta de clausura del Torneo de Golf de Televisa, con música y alcohol de por medio, mientras al mismo tiempo eran velados los cuerpos de las víctimas de la masacre en Galeana, donde la comunidad de LeBarón ha sido varias veces castigada por el crimen organizado?
Corral pudo haber asistido también al funeral en La Morita junto a la gobernadora Pavlovich de Sonora, y emitir un posicionamiento conjunto de rechazo contra los grupos delictivos y contra la impunidad de esta masacre, pero no lo hizo. Dejó pasar el momento para emitir un mensaje contundente.
Tuvo mayor sensibilidad el canciller Marcelo Ebrard, quien personalmente acudió a la zona cero, en los límites de Chihuahua y Sonora un día después de los hechos que cobraron la vida de nueve personas.
Sin embargo, el gobernador chihuahuense no fue capaz de llevar la expresión de rabia de todos los chihuahuenses contra quienes cometieron este atentado. No estuvo a la altura de lo que debiera ser un auténtico líder.
¿Qué tipo de sentimientos son los que mueven a Corral, quien no se dio el tiempo de atender por sí mismo una tragedia de altísimo impacto y que conmovió los corazones de la comunidad internacional, menos el suyo?
Queda en evidencia la falta de convicción y compromiso de trabajar por la seguridad de Chihuahua, y prueba de ello es su plan fallido de seguridad y tantas otras deficiencias, que jefe del Ejecutivo debiera considerar hacerse a un lado y dejar el cargo.
Cualquier persona sensata, y más si se trata de la principal autoridad estatal, debiera entender que en lugar de asistir a una fiesta en el Campestre, acompañado de su secretaria de Innovación y Desarrollo Económico, Alejandra de la Vega, debió optar por el recogimiento en señal de respeto por los niños y las mujeres inocentes, brutalmente asesinados.
Pero Corral no lo hizo.
Mientras la algarabía y la frivolidad acompañaban al gobernador en El Campestre, justo a esas horas, a poco más de 350 kilómetros de distancia no había nada que celebrar; ese día en Galeana se realizaban las honras fúnebres de Rohnita Miller LeBarón y sus cuatro hijos.
También se velaron los restos de Cristina Langford Jhonson, madre de 29 años que salvó la vida de su bebé y fue acribillada.
Corral pudo haber declarado tres días de duelo, pero la distracción y la atención del gobernador no estuvieron a la altura de las circunstancias.
Cualquiera de los helicópteros del Gobierno del Estado pudieron ser utilizados para su traslado, y no lo hizo.
No es esta la primera ocasión que algo similar sucede con Corral.
Esa incomprensible actitud la ha replicado al menos en 19 ocasiones en las que ha desairado acompañar a familiares de policías asesinados en territorio chihuahuense durante su quinquenio.
Aún se recuerda que en septiembre de 2018, Corral y el fiscal Peniche dejaron solos en el servicio funeral a los familiares de cuatro agentes estatales emboscados en Bocoyna. El inquilino de Palacio prefirió atender ese mismo día un evento deportivo en Chihuahua capital, irónicamente denominado “Salvando Vidas”, en lugar de mostrar respeto y solidaridad al acompañar a sus policías caídos en cumplimiento de su deber y a sus familias.
En cambio, sí prestó mayor importancia en acudir al servicio memorial de las 22 personas principalmente de El Paso, acribilladas a principios de agosto en la tienda Walmart, donde sí mostró su respeto por los caídos y sus familiares.
Pero ni el gobernador de Chihuahua ni alguno de sus funcionarios de primer nivel pudieron atender los funerales de la masacre de la comunidad mormona de los LeBarón.
Los pretextos no tardarán en llegar, mientras la insensibilidad de Corral fue arrastrada desde Las Moritas hasta Galeana.
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