Fernanda Cano es una madre de familia que da lo mejor de sí cada día para sacar adelante su hogar. Es una mujer sonriente, platicadora y amable, aunque ha tenido distintos empleos en su vida, relacionados principalmente con funciones de oficina, actualmente su trabajo forma parte de su felicidad.
Afirma estar enamorada de la vida y mantiene la certeza de que en su psique no hay espacio para ningún tipo de rencor. Si algo ha aprendido en los casi tres años que tiene en su actual trabajo, es que la vida es muy corta como para gastarla en resentimientos.
Fernanda es la única mujer en Ciudad Juárez que se desempeña como conductora de carrozas fúnebres. Un trabajo no apto para cualquiera, ya que requiere algo más que fuerza y carácter.
Para ganarse la vida brinda este servicio poco usual en una mujer, dar el último viaje en el mundo terrenal a los cuerpos de aquellos cuyo corazón ya no late. Su trabajo le exige respeto y dignidad, porque es la encargada de brindar paz a las personas cercanas al ser fallecido. Una labor que espera desempeñar por mucho tiempo más, pues su vocación, asegura, es servir a la gente.
“Siento que el cuerpo, aunque no tenga vida como nosotros la conocemos, está seguro. Es llevarlo a un lugar más tranquilo. Me imagino que cuando el cuerpo está en patología pide a gritos que lo dejen tranquilo, que lo dejen irse. Pienso que si estuvieran vivos sentirían alivio cuando vamos por ellos, porque más tarde verán a sus familiares una última vez mientras lo velan”, mencionó.
“La gente se me queda viendo, incluso los compañeros de otras funerarias. Cuando voy por los cuerpos no lo pueden creer, se sorprenden, me preguntan cómo le hago porque yo entro por los cuerpos, los subo y los llevo a la sala de embalsamar. No sé si porque soy mujer creen que no tengo la fuerza física suficiente”, relató Fernanda.
El velatorio del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) empezó su red nacional en 1974 y el lugar donde Fernanda trabaja se inauguró en 1988. Antes de ella no hubo otra mujer conductora en la historia de estos velatorios; sin embargo, espera no ser la única.
Invita a otras mujeres a no tener miedo y a romper paradigmas.
“Cuando te gusta servir, no hay distinción”, dijo.
Fernanda se describe como una persona curiosa e inquieta. “Soy como la loquilla de la casa, tanto para mis hijas como para mi mamá, mis hermanos y mis sobrinos. En mi trabajo me siento como pez en el agua, le digo a mi madre que seguramente fui trailera en otra vida” platicó.
Su necesidad de saber qué más hay y cómo funcionan las cosas, la llevó a solicitar la vacante como conductora de carrozas fúnebres, este trabajo atrapó su atención como un imán atrapa un puñado de clips, y llegó a ella, semanas antes de que comenzara la pandemia.
Nunca había tenido un empleo como chofer, pero su dominio de la transmisión estándar la posicionó como una candidata ideal, no obstante, le advirtieron que era un trabajo para hombres.
El puesto fue para ella gracias a que la persona a quien originalmente se le iba a otorgar decidió declinar. Fernanda piensa que tal vez fue el riesgo de contagiarse de Covid-19 lo que hizo desistir a aquel compañero, y lo entiende perfectamente, pues también para ella fueron meses llenos de angustia.
Fernanda compartió que durante la pandemia puso a Dios en muchos aprietos; a Dios, al universo o al árbol sagrado. Se ponía los guantes y el equipo para evitar contagiarse, pero aun así, con sus hijas y su madre en la mente, rezaba fervientemente para estar a salvo.
Fue testigo de cómo muchas personas dejaban en la clínica a algún familiar, solo para no volver a verlo. Durante aquellos meses críticos y caóticos de la pandemia, algunas veces tuvo que abrir la bolsa en la que se entregaban los cuerpos, para que los familiares del difunto pudieran corroborar que realmente era él o ella.
En medio de la conmoción y el descomunal número de decesos, recibir un cuerpo equivocado era una preocupación legítima para la gente.
“El corazón me latía, porque yo sabía a lo que me exponía, pero tenía que hacer algo por esas personas”, recordó Fernanda.
De entre las enseñanzas que le ha dejado su trabajo como conductora de carrozas fúnebres, Fernanda destaca el aprovechar cada momento que pasa junto a sus seres queridos, y el tener muy presente lo efímero de la vida.
“Los funerales nunca son bonitos, pero sí son muy distintos cuando está sanada emocionalmente la situación con la persona fallecida. Ahorita estamos y a los cinco minutos puede ser que ya no. Hay que hablarle a la apersona con la que estamos enojados y pedir disculpas si fue nuestro error, o si la culpa fue de la otra persona hay que decirle lo que nos dolió, pero no hay que quedarnos con ese enojo”, señaló.
Fernanda espera que con el tiempo más mujeres se animen a desempeñar ese trabajo, ya que considera que se requiere una sensibilidad que se encuentra más fácilmente en ellas.
Hoy en día ya no tiene sentido ser tan inflexible en cuestiones laborales, y menos cuando existe vocación, puntualizó la mujer que diariamente sale a la calle para llevar un pasajero a la vez, a su destino final.
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