En otro momento hablé de Salvador Elizondo (Ciudad de México, 1932-2006), escritor, traductor y crítico literario. Él perteneció a una generación prolífica de las letras mexicanas y participó de una tradición riquísima en la literatura mexicana: las publicaciones periódicas. En otro momento hablaré más de ellas. Sin embargo, en esta ocasión lo menciono porque su libro Camera lucida (1983) tiene el título que tenía una columna suya publicada en la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz.
Este volumen está dividido en dos partes: I. Antecamera y II. Camera lucida; cada sección contiene otros textos narrativos de diversa índole. Para entender mejor de qué trata el concepto hay que remitirse al texto “Aparato”, el primero de la segunda parte, ahí, Elizondo señala que la camera lucida o cámara clara, alude al vidrio donde se plasmaban imágenes y consta de tres caras: la imagen de la cosa, la idea de la cosa y la identidad de la figura. Es decir, hay un objeto, una obra de la que Elizondo escribirá en diversas formas. En esta Camera lucida, el autor de Farabeuf despliega los recursos narrativos con los que contaba y que le dieron fama, porque va del apunte crítico a la invención fabulística de mundos posibles e imposibles, los juegos del tiempo y los juegos narrativos; Elizondo es el polígrafo que se plasmó a sí mismo escribiendo que escribía.
En Camera lucida hay claves de lectura de sus otros textos, como todo escritor, muestra obsesiones, gustos, parte de su formación como persona y como autor, como la lengua alemana (“Ein Heldenleben”), su conocimiento y gusto por las letras inglesas (“Desde la verandah”, “Ida y vuelta”), otras obras en que muestra su ojo crítico, como en “Mi deuda con Flaubert”. De igual forma, encontramos textos en que se mezcla la ciencia, la poesía y su inclinación hacia la literatura francesa, como en “Anapoyesis”, en que un científico busca extraer la potencia de los versos de Mallarmé. Otro texto a destacar es “La luz que regresa”, en que plantea un juego ficcional borgesiano porque está escrito como si proviniera del futuro y plantea viajes en el tiempo, gracias a la “cámara de Moriarty”. En fin, este libro es una invitación a conocer al gran Elizondo en su diversidad narrativa, así que adelante.
* Los comentarios del autor son responsabilidad suya y no necesariamente reflejan la visión del medio.
