La vida en el Centro Histórico tiene un ritmo completamente diferente al del resto de la ciudad. Mientras que en muchas maquiladoras las actividades comienzan entre las 5 y 7 de la mañana, en el primer cuadro de la ciudad, el movimiento empieza alrededor de las 9.
Los primeros negocios comienzan a levantar las cortinas de acero y los que tienen sus puestos en la calle comienzan a limpiar y acomodar sus mercancías para ofrecerlas a las pocas personas que pasean tranquilamente por el corredor peatonal de la avenida 16 de Septiembre.
Empezando desde la antigua Presidencia Municipal en el cruce de las calles Ignacio Mariscal y 16 de Septiembre es notorio el pésimo estado de las banquetas y, en general, del mobiliario público.
No solo es solo que la zona adoquinada en el piso se esté deshaciendo, sino que algunos otros objetos, como tapas de botes de basura, ahora son simple decoración debido a que la basura de la plaza, -donde usualmente se encuentra un montón de palomas-, ahora se introduce en una bolsa colgada estratégicamente en un árbol.
Si continuamos avanzando, podemos observar que, lo que en teoría deberían ser espacios para focos led colocados en el piso, ahora no solo permanecen sin focos sino que se han convertido en pequeños depósitos de basura, principalmente de colillas de cigarro.
Los problemas en el suelo no terminan, como si no fuera suficiente con el estado de las banquetas y los mini basureros, también hay alcantarillas cuyas tapas han desaparecido o que han sido considerablemente dañadas.
Pese a lo anterior, la gente disfruta un domingo tranquilamente en la Plaza de Armas, frente a la Catedral. No hay muchos lugares para sentarse, algunos vendedores platican con sus clientes, por lo demás, la mayoría de las personas simplemente permanecen sentados en este espacio tranquilo en el que algunas bocinas con música interrumpen la paz en el lugar.
Al adentrarnos en la plaza, hacia el kiosco, el olor comienza a cambiar y varía entre comida grasosa, suciedad, hedor a cigarro, entre otros parecidos. También cambian las conversaciones.
Entre las risas y chistes de conocidos, destaca el típico acento venezolano en el que los sueños de “ir a Miami” y “cruzar a los Estados Unidos” contrastan con los rostros cansados y hambrientos de los migrantes que se mezclan con el resto de los habitantes.
En este lugar, los postes que presumen el “WI-fi gratis Juárez”presentan una curiosidad: las tapas que deben proteger los cables están abiertas. Un señor que paseaba por el lugar, sin ser precisamente electricista, destacó que “estos postes no deberían estar así”.
Las cosas que están fuera de lugar continúan al percatarse de la construcción de la estación subterránea del BRT a un costado y que aún no han sido terminadas. Hace 3 meses, el titular de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, Mario Vázquez, dijo que se tenía un avance del 84 por ciento en la estación, pero hasta el momento se desconoce el avance de la obra, que se prometió para el presente mes de octubre. Entre tanto, los materiales y una cerca alrededor de la edificación permanecen estorbando a los comerciantes en la zona, que ya solamente esperan que “terminen de una buena vez”.
Al seguir por el corredor peatonal, en los alrededores del Centro Comercial Juárez, es inevitable no darse cuenta de las varillas que se encuentran en una de las jardineras.
“Por si se les ocurre ponerle un segundo piso ¿no?”, señala uno de los comerciantes irónicamente al ser cuestionado sobre el origen de estos.
Sin embargo, pese a todos los daños visibles en la infraestructura pública, una realidad más oscura se esconde; poste tras poste, pared tras pared, donde hay una pesquisa de una persona desaparecida.
En cada uno de los postes de este recorrido se dan breves resúmenes de la vida hombres y mujeres que ya no llegaron a casa y en el que cuyas familias piden ayuda a la ciudadanía para recuperar esa parte de su familia que desapareció.
Terminando el paseo en las turísticas letras de “CD JUÁREZ”, manchas de sangre rojas no solo “vandalizan” la escultura, sino que también representan la otra realidad en la que en la ciudad, las protestas de quienes sufren y buscan justicia.
No obstante, y pese a lo descuidadas que puedan parecer estas letras, una familia con su hija pequeña decide tomarse fotos; quizás porque en este contraste, aún hay un poco de esperanza.
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