En las vecindades de Ciudad Juárez hay miles de historias que aún se encuentran guardadas en silencio entre sus paredes. Ahí residieron lo mismo héroes de la Patria que villanos. Pachucos, cholos, prostitutas y batos locos.
Pero también representaban el único techo para familias honorables y trabajadoras. Obreros. Meseros. Comerciantes. Braceros. Migrantes estancados. Juarenses, casi todos por adopción involuntaria, ocupadas lo mismo por mexicanos que en busca de algún techo para pernoctar en esta frontera mientras intentaban continuar con la esperanza de una mejor manera de vivir en el otro lado charco, en el Chuco, en los “yunaited”, terminaban quedándose en esta tierra que nunca fue su predilecta.
Las vecindades evolucionaron en sus funciones, y durante el siglo XX también eran el refugio de adictos provenientes del extranjero que encontraron en estos espacios, el lugar idóneo para dar rienda a sus más oscuros deseos. Ahí estaba el opio de los chinos, la heroína de La Nacha, el placer carnal clandestino.
En los barrios viejos como La Chaveña, Barrio Alto, Hidalgo y Bellavista las edificaciones que ocupaban eran caserones propiedades de ricos hacendados y empresarios de la localidad, quienes ante el avance de la Revolución, primeramente, y después por el crecimiento natural de la urbe, decidieron cambiar su residencia y las ofertaron como espacios fraccionados para los cientos de mexicanos que acudieron a esta ciudad.
Surgidas como alternativa ante la escasez de vivienda, aumento de la población y falta de oportunidades de la clase media baja para adquirir un patrimonio familiar, las vecindades en Ciudad Juárez llegaron a convertirse en un símbolo de la unión familiar y de las tradiciones, son la base de las verdaderas redes sociales y hoy se encuentran en vías de extinción, sostiene el investigador de la historia juarense Raúl Flores Simental.
Navidad sin compañía
En una de las pocas vecindades que aún quedan en nuestra ciudad, en el antiguo barrio de la Chaveña, Margarita aún no sabe cómo conseguirá los 700 pesos mensuales que le cobran de renta.
Su vivienda se compone de dos cuartos pequeños de adobe, en una construcción que tiene más de 100 años y a la que la calle Sánchez ya la ha sumido medio metro por debajo.
“Esta finca está retevieja, yo tengo 32 años viviendo aquí y mire, ya el pavimento está arriba, pero me dicen los más viejos que antes hasta las patas les colgaban cuando se sentaban en la calle a ver pasar a la gente”, comentó.
De oficio pepenadora, cada mañana sale a las calles a conseguir latas de aluminio, las cuales guarda en el patio que antes era compartido entre vecinos, pero que hoy se divide con una pequeña reja hecha con desechos de colchones y mallas metálicas.
“Aquí voy a pasar la Navidad a solas, tengo tres hijos pero nada más vive uno conmigo, y él se va a salir en la noche quién sabe a dónde, ¿pero qué le vamos a hacer? Así es esto”, indicó.
Solidaridad y unión en torno al patio
Raúl Flores Simental, profesor–investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, hace un viaje al pasado en cuestión de segundos al solo escuchar mencionar la palabra “vecindad”.
Nacido en el barrio Bellavista, sabe que esa palabra le evoca grandes recuerdos, amistades y el gran amor que por Juárez ha profesado a través de la publicación de crónicas y registros históricos de siglos atrás que habían quedado abandonados por los historiadores.
“Las vecindades eran más que nada las verdaderas redes sociales, olvídese de lo que hoy conocemos a través de Internet, antes la gente convivía, generaba vínculos afectivos que permitían el acercamiento y la solidaridad, entre vecinos todos se conocían y se apoyaban”, comentó.
Las vecindades, ese lugar donde habían muchos cuartos y solo un baño y un patio, el lugar preferido de los niños, donde las mujeres se juntaban a lavar y a tender ropa, a recontar sus secretos, a planear y resolver el mundo, donde el chisme no era más que el mejor recurso de informarse de lo que había ocurrido dentro y fuera, las viejas vecindades casi se han ido.
Sin embargo, su papel dentro de la conformación de la vida juarense fue fundamental, desde la primera mitad del siglo XX, sostiene Flores Simental, al recordar que dichos espacios eran habitados lo mismo por familias de braceros, trabajadores del campo que emigraban a Estados Unidos, como por personas que nunca alcanzaron a concretar el sueño americano.
Entre famosos y ‘malandros’
A mediados del siglo XX, la proliferación de vecindades en el primer cuadro de la ciudad fue tal, que su utilización lo mismo era de familias numerosas e incluso famosas, como la de Germán Valdés “Tin Tan”, quien a su llegada a esta tierra habitó en algunas en la zona del barrio Cuauhtémoc. Sin embargo, también sus entrañas guarecían a criminales y adictos, refirió Flores Simental.
“Era una delincuencia muy especial porque era inofensiva para los de la propia zona, los pequeños delincuentes que había defendían el barrio, lo cuidaban. La familia podía irse tranquilamente de vacaciones o salir porque la gente del barrio se encargaba de cuidar, era una red social distinta”, dijo.
Flores Simental señala que la aparición del Infonavit vino a terminar con la funcionalidad de las viviendas, ya que muchos trabajadores se vieron en la posibilidad de adquirir viviendas.
“La vecindad era la habitación popular por excelencia, se vivía compartiendo desde los espacios comunes como baños y lavaderos. Eran las reales redes sociales donde las fiestas se armaban con la cooperación de todos sus habitantes”, mencionó.
Para la doctora en arquitectura Elide Staines, profesora–investigadora de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, las vecindades fueron más que un conjunto habitacional: su existencia conjugaba además una serie de valores sociales de convivencia y de fraternidad.
“La vecindad representaba la unión social para sobrevivir a los problemas económicos o la pobreza en la ciudad, prueba de ello era el apoyo que todos sus habitantes se daban para pagar los gastos cuando un miembro de su comunidad moría o se celebraba una boda o quinceañera”, dijo.
Normalmente las vecindades se construían como en forma de herradura y al centro había un patio común donde también se compartía el baño y los lavaderos, recordó.
Elemento clave en el cine
La vecindad jugó un papel tan importante en la vida del mexicano que se convirtió en un elemento clave para realizadores fílmicos, quienes lograron plasmar en el séptimo arte grandes obras que dan testimonio sobre la influencia en el quehacer cotidiano.
Todavía en las últimas tres décadas del siglo XX la vecindad formó parte importante como personaje de la realidad sórdida del país cuando el cine se convirtió en albures y ficheras, las vecindades coexistían en la tragicomedia del mexicano de escasos recursos económicos.
La decadencia de las vecindades como lugar habitable llegó en la década de los 80 en Juárez, cuando el ritmo de vida obligó a no solo los hombres, sino a las mujeres, a salir en busca de trabajos para generar recursos para el hogar.
Infonavit, el último clavo en el ataúd
El surgimiento de los fraccionamientos de interés social en el suroriente de la ciudad por parte de Infonavit, a donde se fueron a vivir miles de juarenses pertenecientes a la clase trabajadora y obrera, dio el golpe letal a las vecindades que hoy en día lucen casi desiertas.
En la esquina de las calles Humboldt y Sánchez, Mario Ramírez se prepara para salir a trabajar lavando automóviles en la Zona Centro. Su casa: un cuarto pequeño de adobe que se cae a pedazos cuando llueve.
“Yo siempre vengo a quedarme, pero nada más no vengo cuando llueve, porque se mete el agua por todos lados, pero estos días aprovecho, llegó y me duermo”, comentó.
Él es uno de los pocos habitantes de la vieja vecindad donde cierra la puerta de su cuarto y llama la atención de “las toñas”, aquellas mujeres a las que les encanta el chisme y se reúnen en la esquina contraria a su vivienda, según comenta, mismas que forman parte del último vestigio de las redes sociales en el mundo real.
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