Por el camino de la colonia Ladrillera de Juárez, que lleva al Museo Casa de Adobe, no suelen transitar muchos vehículos, solo se ven aquellos de la Patrulla Fronteriza que desde el otro lado del río Bravo vigilan con celo la frontera.
Esa situación cambió el pasado 21 de septiembre, cuando sobraron las razones para que las personas se reunieran en torno a un monumento natural que, aunque permanece inamovible, nunca había tenido el reconocimiento merecido.
En 1911, cuando estas tierras eran peleadas por los ejércitos de Francisco I. Madero y Porfirio Díaz, se presentó un hecho que trascendería a lo largo de los años y que propició que se bautizara a este lugar como el Ojo de Orozco.
Ese punto fue inmortalizado, hace más de 100 años, por D.W. Hoffman al tomar una fotografía en la que aparece el general Pascual Orozco y parte de su tropa, observando desde los más alto del peñasco el movimiento de los enemigos.
Ahora, entrado el Siglo XXI, la asociación civil Ojo de Orozco conmemoró el quinto aniversario de que este lugar fuera reconocido como un monumento natural, patrimonio histórico de Ciudad Juárez.
En medio de bailes, declamaciones de poesía y el relato hecho por parte del historiador, Víctor Orozco, resalta un pequeño grupo de personas, a quienes literalmente les corre sangre revolucionaria por las venas.
Son parte de la Unificación Nacional de Veteranos, Viudas, Hijos y Nietos de la Revolución Mexicana y llegaron a este lugar para ser testigos de esa parte de la historia que sus seres queridos vivieron en persona.
Vestida como adelita, la señora Socorro Herrera, nieta de los generales Carlos Herrera Contreras y descendiente del general Maclovio Herrera, resaltó la alegría que le provoca el que se sigan recordando las hazañas que hizo su abuelo.
“Nos sentimos muy orgullosas de ser descendientes de veteranos, lo llevamos con mucho orgullo y es muy grande las cosas por las que lucharon”, comentó.
Resaltó que, gracias al esfuerzo de sus seres queridos, fue cómo parte de la población logró ciertos beneficios, como el acceso a la posesión de una propiedad y a servicios de salud, entre otras cosas.
Por su parte, Guadalupe Morales Salazar, descendiente del sargento Enrique Salazar Franco, así como de los generales Jesús, José y Trinidad Rodríguez, de las brigadas Cuauhtémoc y Morelos de la División del Norte, consideró que este tipo de eventos son importantes, ya que sirven a la población para que tenga presente el origen histórico del país.
“Es importante para recordar la memoria histórica y (que) los jóvenes sepan de dónde vienen los beneficios que ahora gozan, quizás sean pocos, pero son logros importantísimos a través de los años”, indicó.
Sobre su abuelo Enrique, contó que falleció cuando ella tenía 3 años, por lo que todas las historias que conoce le fueron transmitidas a través de sus padres y su abuela.
Señaló que le han contado que en la casa de sus abuelos llegaron a recibir la visita del general Francisco Villa, quien acostumbraba a despertar en un lugar diferente al que se acostaba inicialmente, hecho que comprobó su familia de primera mano.
Además, señaló que tiene conocimiento que su abuelo participó de manera activa en sucesos como la Toma de Ciudad Juárez.
Incluso, le han dicho que una de sus más grandes anécdotas fue cuando liberó a algunos de sus familiares retenidos en una cárcel en la ciudad de Torreón, Coahuila.
“Estos eventos conmemorativos nos llenan de orgullo como descendientes de revolucionarios y son una fuente de historia y de memoria colectiva”, concluyó.
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