Hay un rincón en Ciudad Juárez que se encuentra entre una zona de industrias y una de opulencia. Este pequeño espacio es la división entre dos mundos, en apariencia distantes, pero geográficamente condenados a una vecindad permanente.
De no ser porque funciona como alternativa para tirar la basura, este tramo olvidado no sería considerado por las industrias aledañas, ni por los habitantes de los hogares de clase alta que lo rodean.
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El reducido limbo de terracería abarca la Acequia Madre y la calle La Esperanza. La primera de estas conecta con la avenida Antonio J. Bermúdez, y la segunda con Campos Elíseos. Hay algunos árboles al borde de un sucio canal, que está lleno de basura y con algunos sillones desechados.
El agua ahí es prácticamente inexistente y la poca que hay está lamosa. No se podría descartar la idea de que provenga de alguna de las maquiladoras del sector. Ocasionalmente circulan por ahí algún automóvil o motocicleta, en busca de algún atajo que permita esquivar los embotellamientos de las vialidades de la zona.
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Hay llantas de autos y camiones que yacen tendidas bajo árboles secos y vencidos. Entre la hierba alta también se encuentran montones de basura.
Un sofá destartalado yace a la mitad de La Esperanza, en la curva que conecta con la calle Víctor Hugo, en Campos Elíseos. Solo hace falta dar unos cuantos pasos para ofrecerla a la vista paisajes tan contrastantes, que uno podría jurar que están separados por varios kilómetros.
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En la Acequia Madre, la hojarasca se mezcla con la tierra, llantas, basura y un montículo de aserrín. El calor de los tráileres y el olor a aceite de motor invaden la atmósfera y se mezcla con el fresco viento que genera el pasto y la vegetación de Campos Elíseos.
El limbo que comprende la Acequia Madre y La Esperanza, es una muestra de que incluso entre zonas con gran actividad y poder adquisitivo, se pueden encontrar rastros de una Juárez abandonada, con toda la decadencia e indiferencia que esto implica.
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Entre terracería y mal olor
Por Juan Carlos Hernández