Los habitantes del suroriente de la ciudad no sólo están preocupados por contagiarse de Covid-19, sino también por sus ingresos y su salud, por eso asumen el riesgo de la movilidad en la pandemia, es, de forma básica, la sobrevivencia.
Se observa desde el mismo acceso principal a la zona: la avenida Ribera del Bravo, una larga vía serpenteante, llena de puestos de comida, ropa y de fierros viejos, por los que se percibe la energía del movimiento, por el que también pasea el coronavirus.
En su entrada, del lado izquierdo de la calle, una gran humareda recibe a los “fuereños”, que produce una media docena de pollos hirvientes sobre un asador, a menos de un metro donde una señora tiene un montón de ropa usada en el suelo y en una mesa.
Más adelante, un vendedor de tacos “sobaqueados” reclama derecho de piso al de los pollos: “Yo estoy aquí desde antes de la pandemia, éstos son oportunistas. Yo me quedé sin trabajo antes”.
“¿Y ahora que chingados quieren?”
Antes, clavaron sus miradas, de forma simultánea, sobre los foráneos. Se espantan por los clics de la cámara fotográfica: ¿Y ahora que chingados quieren? Falta que no nos dejen trabajar, otra vez”. Se confunden, creen que son inspectores de Comercio o de Salud.
Tierra adentro, en la colonia Riberas del Bravo, en un llano de los tantos que existen en la zona y que son parques abortados, un conjunto de juegos mecánicos permanecen en calidad de gigantes en agonía.
“Se quedaron así desde la pandemia, el dueño ya no volvió. A mi contrató como velador. Aquí vivo, en esta traila”, dice un señor de edad mediana, rodeado por tres perros y tres chamacos que brincan entre los carritos chocones y el carrusel de caballitos.
Los vecinos van y vienen, como un viernes al mediodía. Una señora que empuja una carreola por la que asoma un bebé. Tres jóvenes que caminan de prisa. Una señora que baja de una rutera con bolsas de mandado. La vida en la “nueva normalidad”.
Los primeros contagiados, víctimas por partida doble
Al fondo de la colonia, se ve el caserío, que el gobernador Patricio Martínez, asentó a miles de familias sin la autorización del Municipio, sobre tierras pantanosas y aisladas del resto de la ciudad.
Habitaban 440 mil personas en esta zona hasta 2018, con 124 asentamientos, en fraccionamientos de interés social y algunas colonias populares colonizadas de forma irregular, según el “Diagnóstico de la zona periurbana del suroriente de Ciudad Juárez”.
“Estas familias son las primeras que se contagiaron al inicio de la pandemia, cuando la maquila no tenía ninguna medida sanitaria en sus fábricas de ensamble”
Hugo Urquiza Castro, sociólogo egresado de la UACJ.
“Son las víctimas por partida doble: por el virus y por las restricciones sanitarias, ordenadas por Gobierno del estado”, advierte el especialista, quien tiene un programa en la zona llamado “Las Abejas”, red de apoyo comunitario.
“Por eso los llamo los sobrevivientes: están preocupados por sus ingresos económicos y por su salud. No pueden escoger. Están obligados a salirle al toro”, agrega Urquiza Castro.
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