Por Javier Arroyo
Hacen lo que el Gobierno no puede hacer. Van donde los servicios del sector público no llegan. Trabajan donde las poblaciones son más vulnerables. Defienden derechos básicos y contienen las problemáticas sociales más complejas.
Construyen ciudadanía e inciden en las políticas públicas. Luchan contra las desigualdades y hacen visible lo que muchos no quieren ver. Son alrededor de 300 Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) de Ciudad Juárez. Históricamente efervescentes y persistentes.
Por la eficiencia de sus intervenciones, son incluso referentes nacionales e internacionales. Como Programa Compañeros, con su labor de 35 años y su respuesta ante la aparición del VIH-Sida.
Compañeros trabaja con poblaciones en condición de riesgo y vulnerabilidad ante el Virus de Inmunodeficiencia Humana, la adicción a drogas y la violencia. Pero va hasta donde están los consumidores: en los “picaderos”, en las cárceles donde se encuentran las personas privadas de la libertad, o en las calles y establecimientos donde mujeres y hombres ejercen el trabajo sexual.
La organización fue pionera en aplicar un abordaje de reducción de daños contra las adicciones con enfoque de salud pública y derechos humanos. En un año, Compañeros impacta hasta 15 mil personas.
“Definitivamente como una respuesta de lo que el Gobierno no ha podido realizar. Porque al Gobierno le toca dar acceso a la salud, dar acceso al desarrollo social. Y el aporte de las organizaciones sociales es eso, dar respuesta a lo que aún el Gobierno no ha resuelto”, señala María Elena Ramos, directora de Programa Compañeros A.C.
Aportan OSC el equivalente al 2.1 del PIB de JuárezLa solidez de las OSC en Juárez, que al ofrecer servicios tienen costos permanentes de operación y generan capital por equipamiento, terrenos y edificios, hace que el aporte al desarrollo humano y social del municipio de Juárez, sea de 5 mil 116 millones de pesos.
Ese impacto económico fue medido por Fortalessa (Construyendo Capacidades en las Organizaciones de la Sociedad Civil, A.C.) en su estudio “El Aporte de las Organizaciones de la Sociedad Civil”, que consideró un padrón de 295 en Juárez y censó directamente a 219.
De acuerdo con la institución que se dedica a fortalecer y desarrollar organizaciones, ese aporte de las OSC equivale al 2.1 por ciento del Producto Interno Bruto del Municipio.
Nadie en el país había hecho un ejercicio similar. Fortalessa se fue directo a censar a las organizaciones y, con toda la información financiera y contable a la que tuvo acceso, pudo construir y calcular ese PIB, para dimensionar el impacto de su trabajo.
Pero además de atender con sus servicios necesidades inmediatas, las organizaciones exigen que el responsable de responder ante las problemáticas sociales, lo haga. Entonces hacen incidencia política y de ahí se deriva otro gran aporte: proponer acciones, programas o políticas públicas para mejorar la comunidad en general y la calidad de vida para todos.
“Yo creo que algunas organizaciones hemos evolucionado, como para no nada más dar servicios asistenciales, sino incidir en otro nivel de participación. Y nos hemos hecho visibles local, nacional e internacionalmente por el trabajo tan importante que hacemos”, destaca la fundadora de Compañeros, formada como trabajadora social.
Visibilizan la violencia para desnormalizarla
Visibilizar el problema es lo primero que hicieron las organizaciones que desde hace casi tres décadas entraron al activismo para frenar los feminicidios y las violencias contra las mujeres en Ciudad Juárez.
Ese fue su aporte inicial, para poder avanzar hacia la desnormalización de la violencia, considera Imelda Marrufo, abogada y coordinadora de la Red Mesa de Mujeres.
“En la visibilidad, en el caso particular de nosotras, de visibilizar la violencia contra las mujeres como una situación no normal. Como una situación imperante que no es normal. Creo que, en buena medida, visibilizarla para desnormalizarla”, explica la activista.
Señala también que se colocó a las víctimas como protagonistas de su propia exigencia, aspecto que tiene que ver con la identificación y el reconocimiento claro del rol de las víctimas de las distintas violencias en la ciudad.
Marrufo destaca además el trabajo de construcción de todo un andamiaje institucional que no sería posible sin la participación efectiva de las organizaciones.
“Le llamo el andamiaje institucional –dice la también defensora de derechos humanos– porque durante estas décadas, se han creado diversas normas ante el ámbito municipal, estatal, e incluso instrumentos como instituciones públicas que han tenido su anclaje aquí en Ciudad Juárez”.
El camino a seguir fue marcado por las propias autoridades gubernamentales, cuando una y otra vez señalaban que solo podían actuar en contra de las violencias, conforme lo permitido por el marco institucional y normativo.
Aquí en Juárez –reitera– hemos creado instituciones que no existían en el país.
“Creo que el legado de las organizaciones tiene que ver con una persistencia para poder transformar esta ciudad en una sociedad más justa, más igualitaria para todas las personas y sobre todo para las niñas, para las mujeres, por la propia marca que ha tenido la ciudad, de violencias. Ese es uno de los legados más importantes. Y sobre todo hacerlo ante la adversidad y no doblarnos en ese camino”, resume la feminista juarense.
Rompen los ciclos de pobreza y criminalidad
La adversidad tampoco ha desviado el camino de Casa Promoción Juvenil, para romper con los ciclos de pobreza y violencia en distintos barrios de Ciudad Juárez.
En 28 años de historia, la organización presenció muchas transformaciones, como el brinco del pandillerismo de barrio a las redes operativas del narco, la evolución de las culturas juveniles hacia la era digital, el surgimiento del feminicidio juvenil, o las nuevas lógicas de control para que las mujeres puedan participar en actividades del crimen organizado.
Y ante esa complejidad, ofreció alternativas. Hizo realidad la inclusión. Principalmente educación para jóvenes con características de riesgo porque han sido expulsados, o de distinta manera han quedado fuera del sistema tradicional.
Con el programa “Va de nuez” atiende a los adolescentes fuera de escuela. Los recibe cuatro horas diarias, para que participen en actividades artísticas y deportivas, además de hacer la secundaria con el aval de un convenio de certificación.
“Creo que Casa ha tenido un impacto en la vida de muchos adolescentes y jóvenes para evitar la deserción escolar en relación al tema de reducción del consumo de drogas, la prevención de la violencia, pero también en la formación de liderazgos juveniles”, dice Teresa Almada Mireles, directora de la organización.
Casa Promoción Juvenil opera actualmente dos preparatorias. Además, despliega un programa para detectar y atender a los adolescentes que terminan primaria pero que no se preinscriben a secundaria.
En otro flanco, la organización que tuvo sus orígenes en el trabajo de las Comunidades Eclesiales de Base, atiende a niñas, niños y adolescentes de quinto y sexto de primaria, además de secundaria, con un programa después de escuela.
Aparte opera el programa para preparatorias “Jóvenes al 100” y ofrece un área de participación y acción juvenil, para formar promotores y desarrollar proyectos a favor de otros jóvenes o en sus comunidades.
De eso, poco hace el Gobierno. Más bien está ausente. A veces ni siquiera escucha las experiencias para su diseño de políticas públicas.
Actúan ante respuestas simples y cortas del Gobierno“El gran problema es que las agendas políticas están más distanciadas de los problemas reales. Veo que las instituciones de Gobierno responden a problemas muy simples. Las respuestas suelen ser muy simples y muy cortas en tiempo”, expresa quien tiene ya casi tres décadas interactuando con las juventudes juarenses.
Siempre lo ha hecho ahí, desde el territorio. Y hoy Teresa Almada habla desde el Centro Juvenil ubicado en la colonia Díaz Ordaz, en el poniente de la ciudad, muy cerca del Periférico Camino Real y el emblemático letrero sobre la Biblia, pintada en cal sobre la Sierra de Juárez.
“Yo quisiera –reclama– ver a los gobiernos venir a buscar chavos a las diez de la noche, andar en los barrios, me encantaría verlos. Que crearan programas. Me encantaría que atendieran a los chicos con dificultades de aprendizaje, a los consumidores de drogas. Aparte, hay una vocación nuestra y una expertise; una formación, porque tampoco es algo que se aprende rápido, ni que se enseñe en la universidad”.
Esa gran expertise quedó registrada en otro de los hallazgos del censo elaborado por Fortalessa: las OSC de Juárez mantienen un promedio de 18 años de antigüedad. Las organizaciones acumulan en su conjunto una experiencia de 4 mil 212 años de servicio, lo que implica un alto grado de madurez y especialización en sus respectivos campos de trabajo.
Atienden la discapacidad física sin lucrar
Esos largos procesos de aprendizaje, forjados en la atención directa de una población vulnerable con necesidades muy específicas, también los conoce de cerca la creadora de Fundación Integra, Lucila Murguía.
Ella empezó a dar servicios de rehabilitación a niños con discapacidad en la cochera de una vivienda y terminó fundando, hace 20 años, Villa Integra, el primer centro de rehabilitación física no lucrativo en Ciudad Juárez.
“Lo que buscábamos eran esos servicios que no teníamos para nuestros hijos con discapacidad, en el sector público. Y empezamos a crearlos desde acá, desde una institución. Primero para nuestros hijos y luego lo ampliamos para toda la población”, recuerda.
Con servicios ampliados, este año Villa Integra ha impactado a más de 900 usuarios, la mayor parte en su programa de rehabilitación para todos los tipos de discapacidad física. Beneficiarios de todas las edades reciben electroterapia, hidroterapia, mecanoterapia y terapia de la vida diaria.
Pero también atiende a 240 niños con trastorno del espectro autista, trastorno de déficit de atención con hiperactividad, problemas de lenguaje y aprendizaje. En dos turnos, reciben ahí terapia conductual y sensorial, como parte del programa “Luminar”.
En los dos programas aplican la equinoterapia. Por eso albergan en sus instalaciones a Oreo y Rayito, dos caballos veteranos en el trabajo de dar confianza y contribuir a la rehabilitación de niñas y niños al convertirse en soporte de la coordinación de sus movimientos y sus respuestas cognitivas y sociales.
Si no la estuviéramos atendiendo nosotros, esa población no tendría a dónde ir. No hay dentro de Gobierno, no está. Por eso decimos que con Gobierno coadyuvamos o a veces ofrecemos servicios que le tocaría, pero que no pueden, no tienen alcance o no saben cómo. Y lo haces tú como sociedad civil”
Lucila Murguía Fundadora de Villa IntegraLa organización cuenta además con un programa de inclusión social. “Somos iguales, intégrate” trabaja con jóvenes con discapacidad y sin discapacidad. Aparte de integrar a unos cien usuarios en actividades de convivencia como es ir al cine o al billar, trabaja en generar empatía en la comunidad a partir de la participación de jóvenes voluntarios.
“Fundación Integra es una pieza clave en la ciudad. De alguna manera estamos dando ese ejemplo de apoyo. Ese ejemplo de que todos podemos recibir una atención. El servicio que se da aquí pues es de calidad, pero también con un costo muy accesible. Tenemos muchas becas y eso hace que más personas puedan tener ese beneficio”, detalla Carmen Yessenia García, directora de la agrupación.
Lucila Murguía, destaca también cómo se pasó de colocar en la agenda pública y hablar de la discapacidad, a incidir en el tema de la accesibilidad a nivel general, es decir, para todos los usuarios de los espacios públicos de la ciudad.
“Ahorita se está revisando junto con el Municipio todo lo del BRT, todo lo de Transporte, toda la accesibilidad que van a tener esas rutas, las banquetas. Nosotros hicimos una revisión del PMU, para revisar banquetas, rampas y en su momento se presentó una denuncia ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos”, señala.
Su activismo por el derecho a la accesibilidad derivó en la elaboración de un Manual de Accesibilidad y un reglamento ya aprobado por el Congreso del Estado, por lo que su aplicación debe observarse en todas las construcciones de la entidad.
Apuestan por la música para lograr la paz
Ciudadanos Comprometidos con la Paz (Ccompaz) nació a finales de los noventa para atender la problemática de pandillas juveniles en Juárez. Entonces lanzó los pactos de paz para que los jóvenes compitieran en actividades deportivas en lugar de pelear.
Hoy opera en dos de los programas financiados por la Fundación del Empresariado Chihuahuense (Fechac), "Ampliando el Desarrollo de la Niñez" (ADN), para que escuelas puedan funcionar con horarios extendidos, y "Control Z", que atiende a adolescentes primeros infractores.
Ccompaz pronto se dio cuenta que había que incidir desde una edad más temprana y articuló una propuesta desde la música, para incluir en la conformación de orquestas de cámara, a los hijos de quienes antes fueron pandilleros.
“Nosotros lo que hacemos con la música, es nada más generar espacios de convivencia pacífica, de acuerdo con nuestra misión. Se trata de ofrecer herramientas para los niños, para que puedan manejar sus emociones, sus sentimientos de una manera pacífica. Que puedan estar en un espacio donde ellos puedan desarrollar sus habilidades, manejar sus emociones en lugar de pelearse”, expone Alma Rosa González, presidenta del Consejo Directivo de Ccompaz.
Cuando la asociación civil atendió la convocatoria para participar en los pilotos de ADN, puso la música en el centro de sus actividades, además de apoyar con la alimentación nutritiva, educación física, danza y el centro de tareas.
Desde que inició con el programa, ha impactado a más de 10 mil niños. Todos han tenido la oportunidad de aprender música clásica, contemporánea o latinoamericana, teclado, percusiones o guitarra eléctrica. Pueden participar en un mariachi y algunos ya egresaron de la Licenciatura de Música o pertenecen a distintas orquestas.
Dan otra oportunidad a primeros infractoresCcompaz también le entró a “Control Z”, el programa para atender a adolescentes primeros infractores. Y lo hace en su centro comunitario ubicado en Tierra Nueva, al suroriente de la ciudad. Aquí también aplica su modelo “La música en el desarrollo humano”.
Además, trabaja con terapias y talleres de oficios. Se trata de que el adolescente que es canalizado por medio de la Fiscalía General del Estado y el sistema judicial, pueda ser evaluado y reciba herramientas que lo ayuden a enfrentar sus problemáticas, junto con su familia.
Hoy está por terminar una generación de cien jóvenes e inmediatamente se abrirá otra con el mismo cupo.
La misión en sus distintos programas se replica: ofrecerles herramientas y oportunidades a los niños y jóvenes para ganárselos al crimen organizado.
La presidenta de Ccompaz es contundente en su reflexión sobre el alcance de las organizaciones:
Yo creo que, si no fuera por la sociedad civil organizada aquí en Ciudad Juárez, y estoy hablando de las asociaciones civiles, estuviéramos peor que como estamos. ¿Quién estuviera atendiendo a las mujeres? ¿Quién estuviera atendiendo a los niños? ¿Quién estuviera atendiendo a los jóvenes?”
Alma Rosa González Presidenta del Consejo Directivo de Ccompaz“Si lo pasaran en un filtro –agrega– yo creo que la sociedad civil saldría como oro molido, porque ha sido muy, muy puntual en trabajar y tratar de erradicar las problemáticas que aquejan a la ciudad y que, de otra manera, pues no se harían”.
Recuperan espacios públicos y hacen comunidad
En Campestre Virreyes, un asentamiento con rezago social cercano a los terrenos del Aeropuerto Internacional, ningún Gobierno había intervenido para crear comunidad y atender sus necesidades.
Por eso Aracely Díaz Marentes está tan entusiasmada. La madre de familia de 49 años acude junto con su hija y sus tres nietas, todos los días, de lunes a viernes por la tarde, al parque de la colonia, para participar en las distintas actividades de “1,2,3 por mí y por mi comunidad”.
“Una de las cosas es que yo estaba nomás en mi casa y no hacía nada. Entonces me invitaron a este proyecto y yo nomás venía a ver. Le voy a ser sincero, venía y veía cómo hacían las macetas y entonces me gustó, porque estaban bonitas. Y dije, ‘me voy a unir y voy a traer mi bote y voy a hacer una maceta’”, cuenta Aracely.
El programa de rescate de espacios públicos y de impulso a la autogestión vecinal es ejecutado por la Asociación Paz y Convivencia, dentro del Modelo Integral de Desarrollo Social Auto Sustentable que articula Fechac.
En Campestre Virreyes despliega tres tipos de actividades: oficios, deportes y cultura.
Por eso Aracely puede hacer macetas de cemento, mientras que su hija entrena basquetbol o futbol, y sus nietas aprenden pintura y dibujo. No pagan nada. Incluso reciben gratis los materiales.
En cultura se atiende a 18 niños, en el taller de macetas a 15 personas adultas mayores y en zumba a 40 mujeres. Otros 18 adolescentes y jóvenes participan en futbol y 14 en basquetbol.
Se divierten y aprenden a gestionar proyectosPero además de las actividades recreativas y deportivas, hay capacitación sobre liderazgo, valores y gestión para que los vecinos puedan bajar recursos para sus propios proyectos, integren comités ante la autoridad, sepan a dónde acudir y cómo redactar formatos y solicitudes de servicios.
“Aportamos en los valores, en los principios que se han perdido con tanta tecnología. Se están incorporando los valores, los principios. Lo de antes, de cuando nuestros abuelitos, que todo mundo se conocía. En la actualidad ya muchos vecinos no se conocen y no saben ni quién vive enseguida, pero ahorita ya se están incorporando todos”, destaca Adriana Flores Sosa, coordinadora del proyecto en Campestre Virreyes por parte de Paz y Convivencia, A.C.
Ella también está entusiasmada por la respuesta de los vecinos que, como Aracely, le ayudan a tocar puertas para involucrar a la mayor cantidad posible. Han comprendido muy bien que con la recuperación de los espacios públicos se incide contra la delincuencia y la criminalidad.
“Se me hace algo muy bonito porque estamos ocupados, tanto niños como grandes, ancianitos y jóvenes. Y sobre todo que los podemos sacar de la drogadicción, del alcoholismo, que no tienen que andar en las calles. Todo lo contrario, aprendiendo e interesándose en estos proyectos”, resume la madre de familia.
No importa si cuenta o no con experiencia previa. Aracely hace comunidad.
Mientras ella explica con orgullo cómo le agregó la figura de una lagartija a su maceta en forma de tronco, en el mismo parque la maestra de dibujo es rodeada por niñas y niños ávidos de aprender y las juventudes gritan para que les pasen el balón.
Ríen, conviven, aprenden y se divierten. Igual que las mujeres adultas mayores que le siguen el paso a la maestra de zumba. La música se escucha más allá del parque. La fiesta vecinal seguirá hasta el 31 de agosto de este 2022.