En la sombra de un árbol que forma parte de una hilera de moros machos que flanquean uno de los corredores del lado poniente del parque central Hermanos Escobar, plantados hace unos 50 años cuando aún estaba ahí la Escuela Superior de Agricultura Hermanos Escobar, se desarrolla la entrevista.
Estos árboles, como muchos otros que se encuentran en espacios de la ciudad, literalmente están siendo atacados poco a poco. Están enfermando y muriendo, dice sin exageraciones el ingeniero agrónomo Daniel Delgadillo, un experto y activista del colectivo Árboles en Resistencia.
“El encalado reduce las expectativas de vida del árbol, tapa los poros del tronco, por donde respira. Ellos respiran por las hojas, raíz y tronco. Es a través de sus capas externas por donde respiran y transpiran para el intercambio de gases; el encalado es un sello que le impide crecer saludablemente y literalmente los mata gradualmente”, señala mientras, con la punta de una navaja del tamaño del dedo índice, remueve la cal que bajo sus gruesas capas, desliza tierra y, según cuenta, a veces hasta salen arañas.
El color y el mal aspecto de la corteza queda al descubierto de manera inmediata.
“La parte inferior del tronco se esta pudriendo”, explica Delgadillo.
La punta de la misma navaja también revela que estamos ante un desafortunado desatino de las autoridades que ni siquiera escuchan.
Delgadillo asegura que la corteza del moro que seleccionó para ofrecer esta explicación esta pudriéndose y que su expectativa de vida de 100 años, debido a la inhibición de su desarrollo biológico, se reduciría 20 o 30 años.
¡Alerta!
Por eso lanzó un llamado a la conciencia de los juarenses para que, ante la irracionalidad de la política de silvicultura urbana implementada en la ciudad, se adopten medidas adecuadas para el cuidado de la flora que tengan bajo su cuidado.
Aclara que la cal adherida al tronco se desmorona con relativa facilidad, con la lluvia o por el riego por aspersión, esa cal cae al suelo, provocando que cambie su composición bioquímica. La tierra se vuelve aún mas alcalina de lo que ya es en Ciudad Juárez, dificultando la adecuada absorción de nutrientes.
Gobierno sordo, ciego y mudo
Refiere que a lo largo de las diferentes administraciones municipales de la ciudad han mantenido esta práctica nociva, pero más que ningún otro los de la presente administración son quienes más han encalado árboles, incluso varias veces en una sola temporada.
Las autoridades estatales también incurren en la misma práctica “antibiológica” en el parque central, donde ni las palmeras se salvan.
“Las oficinas de Gobierno mandan a pintar los troncos con cal sobre cal, de tal manera que es factible que si retiramos la capa mas superficial, aparece la pinta anterior”, demuestra Delgadillo en el lugar de la entrevista.
Cal y nopal pa’ que amarre
En el parque central incluso su administrador, el ingeniero Gabriel Pérez Campoy, instruyó para que los cubran con una mezcla de cal y nopal con la finalidad de que se adhiera más al tronco, lo que resulta peor.
Delgadillo intentó comunicarse con Pérez Campoy, para revisar el tema del riego de unos árboles que se estaban secando, pero cuando la conversación telefónica derivó en algunas diferencias por el encalado de los árboles, el funcionario estatal colgó el teléfono.
Pérez Campoy, a diferencia de todos los ambientalistas y expertos, consideró que la cal no afecta al desarrollo del árbol –se lo dijo a Delgadillo- y ordenó que no le agendaran ninguna cita ni que le pasaran llamadas del agrónomo de la ex-Esahe.
La política del encalado
Comentó que a través de programas de regeneración urbana las autoridades pintan los troncos por razones estéticas y políticas, pues en una percepción subjetiva creen que se ven bonitos, pero esto es relativo, pues no hay nada mejor que verlos desarrollar de manera natural, y es político porque pretenden quedar bien con los ciudadanos, haciéndoles imaginar que trabajan en la atención integral de los camellones y áreas verdes
“La cal no dura, pareciera que esta destrucción masiva se ha convertido en un negocio, el negocio de la cal que se utiliza también para ocultar el grafiti y se unta a los árboles de la ciudad, sin ningún criterio de especificidad ni diferenciación de especie o enfermedad.
La regla es que no hay reglas, parejo encalan los árboles de la ciudad, matándolos gradualmente”, lamentó Delgadillo.
Un exasesor jurídico de Tránsito decide sobre nuestros árboles
El entrevistado narró que habló con el titular de la Dirección de Parques y Jardines Eduardo Urrutia Bell –un profesionista que cuenta con reconocimiento-; sin embargo, en la presidencia municipal y en las organizaciones saben que quien toma las decisiones es Daniel Pando, director de Servicios Públicos Municipales y ex asesor jurídico de Tránsito municipal, a cargo del programa de regeneración urbana A Toda Máquina.
La denuncia
Recordó que en estos momentos tienen en curso una denuncia popular en contra de Urrutia, porque es parte de un problema de usurpación de funciones, pues aunque su superior jerárquico es el director general, Pando, quien debe tomar las decisiones es el mismo Urrutia, pues la ley lo mandata a responsabilizarse de la conservación de las áreas verdes de la ciudad y para ministrar un proyecto de silvicultura que no ejerce.
Delgadillo consideró que los funcionarios trabajan de buena fe, puesto que no quieren perjudicar al árbol, pero su insistencia en pintarlos denota su ignorancia en los asuntos de interés público.
“Tenemos que comprender que es importante cuidar la dignidad de un árbol. Nacieron siendo árboles, no muebles, y no cualquier otro objeto que sirva para colgar cosas, incluso no es deseable que los usen como escaparate político, a costa de su vida y salud”, manifiesta el activista.
Delgadillo hace notar que los escasos recursos y esfuerzos con que cuentan las oficinas de Gobierno para el mantenimiento de las áreas verdes se desperdician con el encalado, toda vez que de todos modos las plagas de hormigas y arañas van a seguir subiendo y bajando.
Entre muchos absurdos que no escapan al ojo del especialista es que los árboles secos por la insuficiencia de riego, el agua con la que revuelven la cal serviría mejor para regarlos o para la fertilización del suelo.
En el lugar donde estaba el vivero de la Esahe, y en donde también había criaderos de cerdos y vacas, convertidos hoy en parque, Delgadillo se detiene en un exótica arbolada de pistaches, sembrada en los primeros años de los 80 por el entonces encargado José Luis Viveros, quien no era partidario de esta práctica del encalado.
Viveros estuvo a cargo de los más grandes viveros de Juárez, entre estos el de la UACJ, Ejército y del Club Campestre de Juárez, donde paradójicamente el director de Servicios Públicos es un asiduo golfista y le consta que en este ultimo, uno de los más grande espacios verde de la ciudad y mejor cuidado, los árboles no son encalados.
Bajo las frondosas copas de estos exóticos árboles, únicos en la ciudad, el activista comenta que se encuentran bien cuidados pero últimamente los encalan con baba de nopal y cal, al tiempo de que con la navaja deja a la vista la afectación de su corteza en proceso de degradación, sin comparación alguna con el aspecto saludable que luce el resto del tronco del pistache.
Recordó que en la ciudad de El Paso no hay ningún árbol encalado como en Juárez ni tampoco en el Club Campestre.
19 árboles por persona
La forestación en Ciudad Juárez es muy importante, ya que es conveniente que la ciudad conserve y genere nuevas áreas verdes para mitigar o disminuir los efectos del cambio climático, sostienen especialistas de la asociación Juárez Limpio.
Delgadillo ahonda en el tema: refiere que la Organización Mundial de la Salud recomienda que haya 19 árboles por personas para nuestra región, pero lo que tenemos es de 2 a 3 por cada una.
“Los árboles proporcionan oxígeno a los humanos, por que ellos limpian la atmósfera de bióxido de carbono y nos regalan el oxígeno, por eso debemos de cuidarlos. Para sobrevivir necesitamos 19 árboles, por eso necesitamos cuidarlos como si fueran un hijo”, dice el agrónomo.
Por eso recomienda que en Juárez tengamos muchos árboles y menos planchas de cemento, como la construida en la Plaza de la Mexicanidad.
“Es muy grave lo que están haciendo nuestras propias autoridades en contra del medioambiente, quienes deberían de velar y cuidar por el bienestar y la seguridad de toda la población, finalizó.
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