Es una mañana soleada, parecida a las de verano en esta frontera. Pese a un pronóstico climático que preveía lluvias, el cielo luce un impecable y lindo color azul, sin ninguna sola nube en el panorama.
Pero abajo, justo en el Centro de Atención a Migrantes que se instaló en los terrenos de El Punto desde el pasado 20 de febrero, parece que el tiempo se congela.
Apenas y se ven personas caminando entre aquellas gigantescas carpas, ya teñidas mayormente de tonos amarillos por la acción de las tolvaneras que se han registrado en la ciudad.

Las señales de vida en el complejo son escasas; en su momento, autoridades informaron que estaba preparado para recibir hasta 2 mil 500 personas de manera simultánea.
Hasta ahora, según datos de la delegada regional de Bienestar, Mayra Chávez, apenas ha recibido poco más de 3 mil 100 personas en todo lo que lleva abierto.
Pegadito a la reja de entrada permanece un hombre que habla por teléfono en una especie de cabina colocada en el exterior del complejo. Por sus gestos, se nota que es una llamada difícil y se extiende por varios minutos.
En lo que el hombre habla por teléfono, otro se acerca hacia la reja, la curiosidad de ver cámaras en el exterior le atrae y poco a poco comienza a acercarse para contar parte de la historia que ha vivido a lo largo de su travesía fronteriza.

“Enrique”, a quien para proteger su identidad se le modificó el nombre, contó que llegó a esta frontera la noche del martes, proveniente de un centro de detención en los Estados Unidos.
Es originario del estado de Jalisco, pero durante los últimos 20 años vivió en Sacramento, California, donde se dedicaba a la construcción y vivía felizmente junto con su esposa, quien es residente y que comenzó el trámite para “pedirlo”.
Llegó voluntariamente a esta frontera, específicamente para tener su cita en el Consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez. Desde que arribó supo que algo andaba mal y, para su desgracia, le negaron el trámite migratorio.
Sin mayores opciones, trató de regresar de forma ilegal a Estados Unidos. No recuerda por cual punto realizó el cruce, pero tuvo que “brincar el muro”. Tenía la ilusión de regresar a su casa, a retomar su vida normal, pero fue detenido inmediatamente por la Patrulla Fronteriza.

Durante 12 días, permaneció en un centro de detención migratorio. Ahí se le quitaron sus documentos y sus pertenencias; identificaciones, carteras, celulares, se llevaron todo lo que tenía.
En su estancia ahí permaneció encadenado la mayor parte del tiempo, “como si fuésemos criminales, más peligrosos que el Chapo”, comentó sobre él y otros detenidos.
Si bien, refirió, no recibieron golpes o se registró alguna otra situación desagradable, estaban restringidos considerablemente y fueron tratados de forma inhumana.
Mientras Enrique contaba su historia, “Fernando”, quien por protección también se le cambió la identidad, confirmó lo dicho por su paisano; ambos llegaron en el mismo camión de regreso a esta frontera.
“Nos trataban como robot, nos contaban todos los pasos, no podíamos salir ni ver nada. Teníamos clima y estaba tranquilo, no nos golpeaban, pero nos trataban como criminales”, mencionó.

Su historia es una de incertidumbre y de mala suerte; nacido en Torreón, Coahuila, anteriormente había permanecido en Estados Unidos. Sin embargo, el estilo de vida no le gustó y, por cuestiones del destino, terminó en Manzanillo, Colima.
Ahí tenía una vida tranquila, siendo chofer y teniendo algunos otros trabajos. Para pagar sus deudas de manera más rápida, optó por regresar a trabajar al país del norte, pero en su intento fue detenido por las autoridades migratorias.
Ambos migrantes, enfatizaron que al llegar a esta frontera se les brindó un espacio para descansar, comer, se les dio la “tarjeta paisano” y se les ofreció traslado a su lugar de origen.
Sin embargo, la información que les daban era prácticamente escasa.
La delegada de Bienestar aseguró que en este lugar se ayudaba a los migrantes para que cuenten con toda su documentación.
No obstante, los hombres comentaron que únicamente los habían ayudado a reponer su credencial de elector que, en el caso de Enrique, todavía no se la entregaban.

El caso de Fernando es de desesperación total, no tiene papeles para solicitar un trabajo, tampoco le ofrecieron los servicios para recuperar su acta de nacimiento, CURP o certificado de estudios.
Comentó que sabía que en esta frontera tenía familiares, primos y tíos, pero como le quitaron el celular, no tiene la oportunidad de contactarlos y ya había perdido la esperanza.
Los migrantes resaltaron que, aunque ya no estaban encadenados, prácticamente seguían siendo presos en su propia tierra.
Les comentaron que, bajo ninguna circunstancia, podían salir de este lugar si es que querían conservar los beneficios que se les brindaban.

No tienen permiso ni para ir a una tienda a comprar comida o para ir a pasear al parque. Por ahora, solo les queda esperar a que vengan por ellos y así regresar a sus lugares de origen.
Desconocen si se irán en camión o avión, solo saben que pronto llegarán por ellos y su estancia en esta frontera habrá terminado.
Enrique resaltó que su principal objetivo, es regresar con su esposa lo antes posible.
Fernando, desde su perspectiva, mencionó que mientras siga Donald Trump como presidente, no volverá a cruzar la frontera.


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