Pierde Ciudad Juárez su defensa contra tormentas
Gran parte de la infraestructura para contener el agua de lluvia se volvió inservible al perder su capacidad, por azolve, invasiones, obstrucción, falta de mantenimiento y daños estructurales
Por Javier Arroyo | 21 junio, 2022
La actividad de la maquinaria es frenética para mover cientos de toneladas de tierra. Dompes, trascabos, aplanadoras, pipas y gigantescas unidades Caterpillar, trabajan a contrarreloj para concluir, antes de que lleguen las lluvias de julio, la reconstrucción total del dique Pico del Águila.
La obra de 33 millones de pesos implica remover la vieja cortina erosionada por las avenidas, el paso del tiempo y la falta de mantenimiento, para levantar una nueva, con un corazón de material arcilloso, impenetrable por el agua.
El ruido de los motores rebota entre las viviendas que nunca debieron fincarse en esa zona de alto riesgo ubicada al pie de la Sierra de Juárez. Originadas a partir de invasiones, hoy algunas son demolidas y sus habitantes reubicados.
La escena ocurre en uno de los afluentes del Arroyo de las Víboras, a 500 metros del periférico Camino Real, donde se asentó de manera irregular la colonia Siglo XXI, con casas construidas en el cauce, tanto en el vaso del antiguo dique, como abajo de la cortina.
La obra es de grandes dimensiones (se construye una presa, aunque no sea de concreto su cortina) pero empequeñece frente a la magnitud de la problemática que se presenta en todas las cuencas hidráulicas que tienen su origen en la Sierra de Juárez, que se extienden por la mancha urbana y, aguas abajo, conectan hasta el río Bravo.
Los 57 arroyos invadidos pueden ser devastadores
Los escurrimientos pluviales generaron 57 arroyos principales, cuyos cauces terminaron alterados por la expansión urbana, desviados, bloqueados, canalizados, convertidos en receptores de escombro o en calles, aunque en tiempo de lluvias, llegan a conducir caudales importantes y a gran velocidad, por efecto de la topografía y de la pérdida de la capacidad de infiltración.
Los cauces de los arroyos terminaron alterados por la expansión urbana, desviados, bloqueados, canalizados, convertidos en receptores de escombro o en calles.
La afluencia repentina y violenta del agua que baja por esos arroyos puede ser trágica y devastadora.
Además, la ciudad sufre décadas de abandono en la infraestructura que contra las inundaciones construyó el Gobierno Federal en los setentas y que, en gran parte, se volvió inservible al perder su capacidad de contención, por azolve, obstrucción, falta de mantenimiento y daños estructurales.
Con el paso de los años, la omisión se acompañó de negligencia oficial porque se permitió que los asentamientos irregulares se extendieran a la red de arroyos, cada vez más hacia la parte alta (al poniente de la ciudad), incluso donde se habían ubicado los diques y presas.
Son 72 obras entre bordos, alcantarillas y diques las que se construyeron desde hace casi cincuenta años, como parte del Plan Benito Juárez. Para la actualización del Atlas de Riesgo, en 2016, se contabilizaron un total de 90 estructuras.
Nuevos diques mal edificados... la defensa fracturada
Hay diques, como el Sierra de Juárez y El Filtro, edificados después de la construcción del Camino Real, ya en el nuevo milenio, pero se ejecutaron mal por autoridades locales y la Comisión Nacional del Agua ordenó su inhabilitación y reemplazo.
La línea de defensa de la ciudad contra las grandes avenidas que puede ocasionar un evento hidrometeorológico extremo está, literalmente, fracturada.
Así lo considera Felipe Adrián Vázquez Gálvez, profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y coordinador del Centro de Ciencias Atmosféricas y Tecnologías Verdes. El académico es parte del equipo que da apoyo técnico para la realización de los proyectos ejecutivos de los diques más urgentes a intervenir y del único que actualmente se ejecuta.
El dique Santa Elena (a la izquierda) presenta fisuras en su cortina de tierra. En el dique La Montada (a la derecha) se aprecia una estructura de cancha de futbol.
Hay fisuras, cuarteaduras, canaletas que la fuerza del agua y los escurrimientos generan en los bordos o cortinas y que Norte Digital pudo confirmar en recorrido por ese equipamiento urbano desatendido.
"Esto requiere de un mantenimiento permanente durante todo el tiempo. No es un tema de que nomás se atiende cada vez que llueve mucho. Se tiene que estar trabajando cotidianamente en el mantenimiento, desazolves, en la parte de cuidar que las áreas sí sigan funcionando muy bien", agrega el especialista.
Por si fuera poco, a la histórica desatención de toda esa infraestructura, al crecimiento desordenado y las invasiones toleradas, se suma hoy una consecuencia del cambio climático que incrementa los riesgos: las lluvias torrenciales o atípicas ya no tienen periodos de retorno (o repetición) precisos de 25, 50, 100 o 500 años. Pueden ocurrir en cualquier año.
"Tenemos que asumir que esos eventos ahora van a suceder en un periodo de tiempo más corto. O sea, un evento que antes tenía una probabilidad que iba a suceder uno cada 100 años, ahora debemos asumir que va a suceder una vez cada 10 años", señala el coordinador del Centro de Ciencias Atmosféricas.
ALERTA: La devastación se intensificó en el 2000
El mes de julio, con su inicio de temporada de lluvias, está demasiado cerca. Y muy presentes las tragedias ocurridas en 2000, 2006 y 2008, cuando las aguas arrastraron vidas por el viaducto Díaz Ordaz, el Arroyo de las Víboras y el Arroyo del Indio, además de arrasar con viviendas y devastar el equipamiento público.
Aunque hay alarma entre académicos y funcionarios públicos, no todos los involucrados parecen tomar el riesgo en serio y las intervenciones en la línea de defensa son lentas, burocratizadas y descoordinadas, o muy limitadas en su alcance.
"No sabemos cuándo, pero es seguro que va a suceder y que, si se empieza a repetir de manera continua, terminará por ir debilitando, si no intervenimos, si no hacemos algo rápido con esas infraestructuras", advierte el investigador universitario.
Vivir en riesgo
Karla Judith Medrano, de 32 años, vivía con su esposo y dos hijas a unos cuantos pasos de donde se reconstruye el dique Pico del Águila. Su casa, que se edificó hace cinco años, fue demolida para permitir la conclusión de los trabajos.
Cuando Karla fue entrevistada, su vivienda, marcada con una equis roja, todavía estaba en pie.
Sobre la tierra en que vivía, se traza hoy un canal conductor desde el vertedero, para facilitar el desfogue hacia el arroyo que, convertido en calle de concreto, serpentea aguas abajo hasta el Arroyo de las Víboras, para luego confluir en el río Bravo, justo donde se ubica la glorieta con el obelisco bautizado como el Monumento al Cigarro.
La subcuenca del Arroyo de las Víboras ocupa una superficie de 22 kilómetros cuadrados y abarca colonias como Puerto La Paz, Ampliación Plutarco Elías Calles, 16 de Septiembre, Insurgentes, Lázaro Cárdenas, Fronteriza, Ampliación Fronteriza, Francisco Villa y Felipe Ángeles.
Aunque se encontraba a muy poca distancia del Camino Real, desde el asentamiento donde se alzaba la pequeña casa blanca de Karla, no se alcanza a ver la vialidad, precisamente porque lo impide el bordo que ahora es removido.
Erosionada y fracturada en su cortina, la estructura del Pico del Águila era inservible, como ocurre en la mayoría de los viejos diques, por eso es urgente su reconstrucción.
La obra la licitó, con recursos propios, la Junta Municipal de Agua y Saneamiento, con apoyo de la Junta Central. El contrato marcó fecha de terminación para el 30 de junio. Sin embargo, como es práctica generalizada en la ejecución de obra pública, el calendario ya arrastra un rezago.
Al otro lado de la cortina, también hay viviendas y granjas que se habilitaron justo en el vaso, es decir, dentro de la presa. Pero a quienes están ahí no los ha molestado autoridad alguna.
Únicamente 13 casas, como la de Karla, entraron a los procedimientos para ser demolidas por el Gobierno Municipal. Se trata de las más cercanas a la cortina del dique, pero el asentamiento humano baja por todo el arroyo que cruza la Siglo XXI. La reubicación se contempla en la misma colonia, por lo que el riesgo persiste, ya que las construcciones se encuentran en ese cauce natural y el agua siempre recupera su memoria.
"Sí me gustaría irme a vivir a otro lado la verdad, pero ahora sí que, pues no sabría a dónde porque no tengo casa. También por eso, uno más como que se aferra, porque pues uno no tiene más bien como la posibilidad de tener una casa propia o de tener una casa fácil. Yo digo que por eso", dice la joven madre. Habla, aunque primero ríe cuando se le pregunta por qué no busca un lugar más seguro para su patrimonio y su propia vida.
Karla Judith vivía a unos cuantos pasos de donde se reconstruye el dique Pico del Águila. Su casa, marcada con una equis roja, fue demolida.
Reubicaciones demasiados lentas
Desde hace dos años se anunciaron los desalojos en la colonia Siglo XXI pero, como suele ocurrir, los gobernantes rehúyen la toma de decisiones y optan por quedar bien con los colonos o con los dirigentes que lucran con la demanda de terrenos. No importa que sean vidas humanas lo que está en juego.
Las reubicaciones iniciaron más de dos meses después del arranque de las obras.
El director de Asentamientos Humanos, Julio César de la Cruz, informa que el proceso incluye una indemnización que debe de pasar por la autorización de Cabildo.
"Hay que ponerse en el lugar de esas personas que bien o mal ya tienen ahí su casita y pues se le respeta, pues ya, de una u otra forma, ellos llegaron como llegaron, aunque llegaron invadiendo. Nosotros, ahora con el presidente municipal, sus indicaciones son de que nosotros no lleguemos así, a ver, con la espada desenvainada", señala el funcionario.
Dice que los asentamientos irregulares alcanzan muchas zonas de alto riesgo, pero admite que no se cuenta con censo alguno en la dependencia a su cargo. Tampoco la Dirección Municipal de Protección Civil tiene el registro.
"La gente que anda en busca de un patrimonio, va y se finca en lugares no recomendados y de esa forma, al amparo de Dios, ¿no? Sí hay muchos, muchos, mucha gente que está viviendo en alto riesgo de inundación, en las cortinas de los diques", agrega De la Cruz.
Falta voluntad política para reubicar asentamientos
El profesor investigador de la UACJ, Felipe Adrián Vázquez Gálvez, considera que la situación de permisibilidad y de falta de conciencia del riesgo por los asentamientos ubicados en arroyos y junto a los diques, puede explicarse porque han pasado largos periodos sin que las lluvias los llenen.
"Prácticamente un joven puede nacer y vivir toda su vida en el dique y nunca ver una inundación. La gente termina por creer que no pasa nada. El día que pasa, pues es un desastre, se lleva todo, acaba con todo y pone en peligro las vidas", expone Vázquez.
Lo que más preocupa a los académicos, es que el cambio climático tiene un impacto insoslayable respecto a la frecuencia con la que pueden caer tormentas atípicas.
"Sabemos y tenemos información suficiente para presumir o pronosticar que estos eventos van a suceder con mayor regularidad, en menor periodo de tiempo", afirma el investigador que es además consejero de la Coordinación de Evaluación de la Política Nacional de Cambio Climático.
Sin embargo, también destaca que no ha habido voluntad política para poner orden en ese tipo de asentamientos que además de peligrosos son ilegales, porque se generaron a partir de invasiones y muchos permanecen sin regularizar.
"El costo político es tan alto en algunos casos que, muchas veces, si no urge, para qué lo hacemos, para qué nos echamos encima la gente. Pero tenemos colonias o tenemos zonas habitadas por decenas de familias que viven en donde caería el agua si se rompe el dique, o sea, serían las primeras que se llevaría", señala Vázquez.
La doble negligencia
Para Oscar Ibáñez Hernández, presidente del Consejo de Administración de la Junta Central de Agua y Saneamiento y representante de la gobernadora María Eugenia Campos en Ciudad Juárez, en torno a los viejos diques ocurrió una doble negligencia histórica.
Destaca que no únicamente se toleraron los asentamientos irregulares en los arroyos y junto a los bordos y presas, sino que se permitió que se destruyeran esas estructuras.
"Muchos de esos vasos, diques, se invadieron; entonces tú ahorita ves que esos son parques, encementados, que se destruyeron, que la gente agarró piedras de ahí para construir sus propias casas e invasiones", agrega el funcionario que fue presidente de la Junta Central en la pasada administración y ha ocupado distintos cargos técnicos a nivel municipal y federal.
"El no entender cómo funciona nuestro ecosistema, pues hace que cualquier cosa que construyas ahí luego se va a revertir en contra de quien construyó ahí. Te pones en un arroyo, pues por ahí va a pasar el agua, no importa lo que le pongas encima", resume Ibáñez, quien tiene un doctorado en Políticas Ambientales.