Uno de los primeros textos que tenemos acerca de lo que hoy es el norte de México está en la relación que escribió fray Marcos de Niza (Niza, Francia, 1495-Ciudad de México, 1558), así como el registro de la historia acerca de las siete ciudades de oro que estaban hacia el septentrión. Él salió de Culiacán hacia el norte en una expedición que le encomendara el primer virrey Antonio de Mendoza.
En la relación Descubrimiento de las siete ciudades de Cíbola y Quivira, Marcos de Niza da cuenta de su periplo hacia estas ciudades de oro, de las que dijo alcanzó a conocer solamente Cíbola, que a pesar de ser la menor de las siete, era tan excelsa como lo era en su momento México Tenochtitlan para Nueva España y Cuzco para el Perú. La ciudad de Cíbola era la primera de estas, tenía casas grandes, calles bien trazadas, sus habitantes vestían de algodón y piel de vaca, iban ataviados de turquesas, de esa misma forma adornaban todo, incluso puertas y ventanas. La mayor de las ciudades de oro era Totonteac.
Es interesante esta relación por varias razones, así como mencioné que es una de las primeras acerca del norte, podemos ver esta grande extensión que se muestra poco habitada, casi rodeada por desiertos, en la que los habitantes son cordiales y ofrecen lo poco que tienen, así se encuentra uno muchas veces con la gente del norte de México, a pesar de que su trato se percibe como duro o cortante, hay nobleza.
En esta obra, con una mirada desde la ecocrítica, podemos constatar algo que suelo mencionar en relación con el cambio climático. Primero, el cambio climático en el planeta inició hace más de 10 mil años; segundo, como seres humanos poco podemos hacer para no acelerarlo, que no detenerlo; tercero, hay que ver este cambio como un fenómeno de muy larga duración. De esta manera, Marcos de Niza narra que tiene contacto con un pueblo indígena al norte de Culiacán en el cual no había llovido en tres años. Este texto se escribió hacia 1540 y en él se ve un problema climático, de sequía, que no tiene nada que ver con quienes nacimos a finales del siglo XX y menos de quienes nacieron en el siglo XXI. Hay problemas ambientales, seguro, pero hay que verlos de manera más objetiva. La mejor forma de adquirir herramientas críticas es con la lectura de nuestros clásicos, como este texto.
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