La doctora Julia Estela Monárrez Fragoso tiene una especialidad en Estudios de la Mujer y Relaciones de Género por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, y desde hace décadas se ha convertido en una de las voces más autorizadas a nivel nacional para hablar del fenómeno del feminicidio, gracias a publicaciones como “El lugar de la memoria en el sufrimiento social de familiares de víctimas de desaparición forzada y tortura” y por su trabajo de investigación dentro del Colegio del Frontera Norte (Colef).
Su descripción del feminicidio y la desaparición forzada es tajante: “son crímenes contra la humanidad”, y una violación grave a los derechos humanos que se ha extendido a lo largo del país debido a la falta de políticas de seguridad ciudadana.
En Ciudad Juárez es un fenómeno que lleva sucediendo desde hace décadas, de acuerdo con los registros de grupos feministas de la UACJ, como el 8 de Marzo, así como el trabajo de activistas como Esther Chávez Cano, es posible identificar que desde las épocas de la “guerra sucia” (entre la década de los 60 y 80) miles de mujeres han sido desaparecidas con fines sexuales.
Además, en la llamada “guerra contra el narcotráfico”, señala que la problemática aumentó exponencialmente.
Por lo anterior, indica que la desaparición de niñas y jóvenes menores de 17 años es una situación que permanece incrustada dentro de la sociedad y que, con los avances tecnológicos, no solo ha evolucionado, sino que ha comenzado a expandirse más rápido.
Es importante hablar de los términos y los significados, por lo que sostiene que las “mujeres y niñas vulnerables” no existen y prefiere cambiarlo por “niñas y mujeres vulneradas”.
“Ninguna niña ni ninguna mujer debería ser objeto de una desaparición, de mantenerla en cautiverio y hacer con ella violencias sexuales”, subraya tajantemente.
Y es que la desaparición y el feminicidio van más allá del acto atroz de arrebatarle la vida a un ser humano, sino que los agresores, o victimarios, atentan contra los principios más elementales de la humanidad de sus víctimas; quienes se aseguran de poseer a la mujer no solo hasta sus últimos suspiros, sino también de sus cuerpos después de la muerte.
El sistema patriarcal que queremos ocultar
Para Monárrez, culpar a la descomposición social, a las familias o a las propias víctimas por su manera de actuar o de vestir, lo único que provoca es que se deje al agresor sin la responsabilidad de los hechos que cometió.
Destacó que lo anterior sucede porque vivimos en un sistema patriarcal, en el que está aceptado que los hombres se apropien del cuerpo de las mujeres para obtener una gratificación sexual.
Puntualizó que en casos como el de Lizeth Abril, estudiante de secundaria encontrada sin vida dentro de un domicilio el pasado 18 de septiembre, es importante dejar claro quién es el victimario y que toda la culpa social recaiga en esa figura.
Agregó que incluso, las formas en las que las mujeres víctimas de feminicidio son encontradas, es un reflejo del dominio que los agresores tienen sobre el cuerpo de sus víctimas.
Indicó que no solo se trata de dejarlas sin vida, sino que el agresor se asegura de satisfacerse sexualmente antes de hacerlo. En casos como el de Lizeth Abril, en el que su cuerpo fue hallado desnudo, refleja que el agresor no solo la utilizó sexualmente, sino que también, al quitarle su ropa y guardarla en una mochila, la despoja de su identidad.
A ello se le agrega el hecho de que el hombre enterrara el cuerpo de forma clandestina en el patio de su vivienda, cubriéndolo con una plancha de cemento, en un claro mensaje que confirma que no solo deseaba que sus hechos permanecieran ocultos, sino que el olor que emana del cuerpo en descomposición no alertara a sus vecinos.
Los significados de la violencia en la familia de la víctima
Sobre este tipo de hallazgos, la doctora Monárrez enfatiza en que no solo se atenta contra la víctima, sino también contra el recuerdo que tienen sus familiares.
Señala que la mayoría de los padres tienen como ilusión morir antes que sus hijos, por lo que un feminicidio no solo les arranca ese sentimiento; la forma tan violenta en la que se cometen estos actos, les deja un recuerdo amargo sobre los últimos instantes de la vida de sus hijas.
Por ello es que recalca que la sociedad no debe culpar a los padres de familia, debido a que no solo tienen que lidiar con todo el dolor que genera la pérdida de una hija, sino también con un rechazo social del que no tienen la culpa.
“Las niñas deberían poder caminar de su casa a la tienda, a donde quieran, con la seguridad de que nadie va a tocar su cuerpo”, sentenció.
La violencia sistemática
Monárrez es enfática y dice que la violencia no solo está presente en ciudades como esta, sino que se encuentra arraigada en todo el país. Actos atroces como la desaparición y violación de mujeres no son actos violentos aislados, sino que son parte de un “continuum”.
Explica que, según investigaciones hechas por grupos feministas, aquellos hombres que cometen feminicidios llegan a este punto debido a que anteriormente ya habían cometido distintos actos de violencia en contra de las mujeres.
Desde chistes sexuales, pasando por gritos, insultos, golpes; la violencia va escalando poco a poco, hasta que llega a un punto de no retorno.
Además, resalta que en la sociedad hay un problema trascendental, y es que a los hombres se les permite una mayor expresión de la violencia, en comparación con las mujeres.
La única forma de expresión de los sentimientos aceptada para los hombres es a través de la ira, por lo que comentó que suele justificarse cuando se cometen actos de violencia contra la mujer.
Por su parte, en el caso de las mujeres es distinto y no se toleran las expresiones violentas, incluso contra sus propios agresores. Subrayó que hay investigaciones que indican que, cuando una mujer atenta contra un hombre que la violentaba, suele recibir penas más altas que un hombre.
El colapso de la violencia
La doctora Monárrez asegura en la sociedad en la que vivimos, hay un colapso de violencia que afecta tanto a hombres como a mujeres. Sin embargo, hay una particular diferencia entre los motivos por los que se presentan delitos como las desapariciones.
En los casos de mujeres, el principal factor por el que se cometen estos delitos es porque los agresores ven a las mujeres como un objeto de uso sexual. Señaló que, si bien es una práctica que se presenta en la intimidad de los hogares, en el espacio público, las mujeres también son víctimas de violencia debido a que sufren una depredación por parte de potenciales abusadores.
Si bien en el caso de los hombres también se han presentado casos con fines de explotación sexual, la mayoría de los delitos están relacionados con el narcotráfico y otros fenómenos de violencia.
En todos ellos, Monárrez enfatiza que hay un denominador común: la falta de políticas gubernamentales.
Acerca de la estrategia de seguridad que se utilizó en el último sexenio, denominada “abrazos, no balazos”, comenta que, aunque quienes se dedican al narcotráfico también son humanos, no puede hacerse una estrategia de seguridad en la que no se contempla el daño que reciben las víctimas y en la que tampoco se les otorga una sanción a los responsables.
La ciudad de los diagnósticos y la falta de acciones
La doctora Monárrez menciona que, desde 2004, en colaboración con el investigador Luis Cepeda, han creado una base de datos en la que se indica cuáles son las zonas de la ciudad y las circunstancias en las que se han presentado la mayor cantidad de feminicidios y desapariciones forzadas.
Han detallado acciones concretas sobre qué y cómo hacer políticas de prevención de los feminicidios dentro de las colonias con mayores índices. De igual forma, expresó que hay investigadores de la UACJ y demás instituciones que también han aportado ideas para acabar con este fenómeno, pero no ha pasado nada.
Asegura que la ciudad ya está muy diagnosticada y que solo faltan acciones por parte de los diferentes órdenes de Gobierno, eso ha provocado que los niveles de violencia aumenten.
Entre sus principales hallazgos, destaca que hay una relación muy estrecha entre el nivel de desigualdad económica de una mujer y la violencia a la que está expuesta; entre más crece la primera, mayor será la segunda.
Detalló que el nivel de los salarios en el país no alcanza para que una familia pueda mantenerse de un solo trabajo, por lo que hombres y mujeres tienen que salir a buscar el sustento para lograr sobrevivir.
Por lo que aquellas mujeres que son víctimas de violencia, difícilmente podrán acceder a la justicia ya que, por desgracia, afirmó que en México la justicia se compra.
Agregó que, en una ciudad tan fragmentada como esta frontera, hay una gran cantidad de espacios vacíos, mismos que son aprovechados por los victimarios para cometer sus actos atroces contra las mujeres.
También aseveró que, al menos desde hace 19 años, la sociedad juarense dejó de vivir tranquila, debido a la presencia de soldados, a los que se les requiere cada que hay un suceso violento que supera a las fuerzas de seguridad pública.
Las acciones que debería hacer el Gobierno
Las posibles soluciones son claras: crear sistemas de inteligencia dentro de las colonias con mayores índices para desarmar las organizaciones que se dedican a la desaparición de menores y evitar el abuso por parte de particulares.
Que los Gobiernos manden mensajes a la población de que la culpa de los feminicidios no es de las mujeres, ni de sus padres, sino que es de los agresores. Asimismo, el Gobierno debe dar a entender que está protegiendo a la ciudadanía.
Subrayó que una de las cuestiones más importantes es que se deje de culpar “a la descomposición social de las familias” como una de las causas de la violencia y que, en su lugar, los Gobiernos se hagan responsables de garantizar la seguridad ciudadana de todos los integrantes de la sociedad.
¿Cómo podemos ayudar los hombres?
Monárrez expresó que los hombres, como grupo social, deben de comenzar a replantearse sobre la respuesta que tienen al conocer o vivir actos de violencia en su entorno.
Y para ello, señaló que puede originarse un cambio positivo en la sociedad si se comienzan a dejar de hacer los actos de violencia contra las mujeres más “pequeños”, como el evitar hacer chistes ofensivos, el consumo de pornografía o la visita a clubes nocturnos.
El desalentador panorama
La doctora es reacia en afirmar que las estadísticas indican que la violencia va en aumento. Aunque los Gobiernos presuman una reducción en los feminicidios, señala que, sí ha habido un incremento en los delitos en los que los cuerpos de las mujeres sufren violencia sexual, por lo que hay una “cifra negra” que no está siendo tomada en cuenta.
Sobre la toma de protesta de Claudia Sheinbaum Pardo, resaltó que los grupos feministas le harán un fuerte reclamo en el que no solo demandarán justicia, sino que también se tome en serio el problema de la violencia contra las mujeres y se creen los mecanismos necesarios para que exista una política “del vivir bien”.
Sin embargo, dichos como los pronunciados por la senadora chihuahuense de Morena, Andrea Chávez Treviño, quien aseguró que en México ya no existía la violencia tras el último sexenio, son un insulto para todas las víctimas de feminicidio.
Además, demuestran un desconocimiento de la situación política del país, debido a que Chihuahua, estado que supuestamente Chávez Treviño representa en el Senado, encabeza las listas de los estados con mayores delitos cometidos en contra de las mujeres.
A seis días de iniciar octubre van 12 homicidios
Han sido dos ejecuciones dobles; una de dos adolescentes de 14 y 17 años
Por Teófilo Alvarado
Dejan cadáver con máscara y mensaje con amenazas
Según el primer informe, el cuerpo presentaba heridas por golpes, signos de estrangulamiento
Por Gabriel Barraza
El discurso de Sheinbaum reconoce la lucha de muchas mujeres a lo largo de la historia: Académica
Teresa Almada, directora de la asociación civil Centro de Asesoría y Promoción Juvenil, consideró como positivo que la presidenta ponga en la agenda nacional el tema de las mujeres
Por José Estrada
Adolescentes torturados y baleados fueron hallados por sus propios familiares
Personal de la Fiscalía desconoce cómo fue que los parientes dieron por sus medios con las víctimas de 14 y 17 años
Por Teófilo Alvarado