La ampliación del muro fronterizo construido en territorio de Estados Unidos por Donald Trump en su anterior administración, es otra de las estrategias que utilizará en su cruzada contra la migración indocumentada en su nuevo mandato.
Sin embargo, la extensión de los trabajos representa un menor riesgo que el río, el desierto o las políticas antiinmigrantes para las personas en situación de movilidad.
Alejandra Corona Carvajal, coordinadora del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), comentó a Norte Digital que la creación del muro por sí misma no genera mayor riesgo.
Es más peligroso, dijo, el ingreso de los migrantes indocumentados por un puesto de entrada no oficial, como puede ser desafiar la corriente del cauce del Bravo o atravesar kilómetros de zonas desérticas e inhóspitas.
La extensión del muro construido o rehabilitado por Trump, entre 2017 y 2021, es de 452 millas o 727 kilómetros, obra en la que se gastaron 15 mil millones de dólares que provinieron de los Departamentos de Seguridad Nacional, Defensa y Tesoro, indican datos de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés).
Se trata de postes de acero con 30 pies de alto, poco más de nueve metros, con rellenos de acero y cimientos profundos.
La frontera entre ambos países tiene una longitud de 3 mil 142 kilómetros y antes de 2017 ya había vallas en al menos mil 050 kilómetros, donde Trump ordenó que fueran reforzadas para presumirlas como parte de su estrategia.
La continuidad de la edificación del muro fue suspendida por el actual presidente, Joe Biden, el 21 de enero de 2021.
Los verdaderos riesgos
Corona Carvajal indicó que, ante la política de Trump para impedir el paso de personas en situación de movilidad a su país, los migrantes tendrán que optar por las opciones reales de ingreso.
“Son más preocupantes los muros burocráticos y de política migratoria, que son más de cuello blanco y que realmente están generando conflicto porque resultan más peligrosos”, enfatizó.
Luis Antonio Payán Alvarado, director del Centro México del Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad Rice en Houston, Texas, y profesor investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), consideró que, en realidad, la ampliación del muro sería mínima.
“Es posible que le agreguen pedazos al muro fronterizo, no creo que haya mucho que agregar, quizá en Nuevo México, donde hay algunos espacios, ciertos segmentos de la frontera que no tienen un muro fronterizo”, declaró.
En Texas, continuó, es muy difícil. A veces se ha tenido que construir hasta a cinco o 10 millas de distancia del río Bravo porque por derecho internacional y tratado binacional, no se puede afectar su lecho, sobre todo la zona en donde se pueda desbordar cuando se registren lluvias.
En ese estado, podrían construirse más segmentos, agregar otras 50 o 100 millas, pero el especialista consideró que no será posible ampliarlo mucho más.
Aunque hay algunos segmentos sin barrera, los espacios están en Texas, donde está también el río y, para no afectarlo, se tiene que considerar edificar muy al norte, incluso hasta a 10 millas del lecho.
“Es parte de esta retórica que el presidente Trump va a emplear para su base político-electoral, esto es ‘carne roja’ para sus seguidores, que son muy nacionalistas, pero creo que esto no es factible para nada”, mencionó.
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