La audiencia del Caso Monarca, celebrada la tarde del viernes estuvo llena de caos. Originalmente estaba programada para iniciar a las 14:30 horas en la sala 1 de Ciudad Judicial, pero por cuestiones de agenda de la administración judicial, tuvo que moverse a la sala 6. El problema de este movimiento, es que la primera sala es la única con la capacidad para recibir la cantidad de público que deseaba estar presente.
Justo el Día de la Primavera, se dio a conocer el tiempo que Diana Paola E.L. y Claudia Rubí R.E. pasarán en prisión por haber perpretado el feminicidio en contra de Celia Janeth Castañeda Reveles, en hechos ocurridos el pasado 18 de mayo, en el centro de rehabilitación Casa Monarca.
De parte de la familia de la víctima, arribaron al lugar más de una decena de personas: primos, hermanos, tías, padres, gran parte del núcleo que conoció y amó a Celia.
Sin embargo, la sala a la que se cambió la audiencia, era muy pequeña y solamente pudieron entrar ocho familiares, contando a la madre de Celia, la señora María del Socorro.
Del lado de las imputadas, únicamente entraron dos personas, las mismas que las acompañaron durante gran parte de las audiencias que acontecieron en el último mes.
En la sala también estuvo presente una psicóloga del Centro de Reinserción Social número 3 (Cereso femenil), que estaba ahí para brindar apoyo psicológico a las acusadas durante la realización de la audiencia.
Fue una de las sesiones más importantes para la familia, ya que por fin conocieron la pena que enfrentarán quienes de una manera cruel, le arrebataron la vida a Celia.
La Ministerio Público preparó la declaración de dos de las personas más cercanas a Celia, con la intención de agravar la pena; los testimonios de María del Socorro, la madre, y Lizeth, su prima.
“Éramos como hermanas”
La primera en sentarse en el estrado de testigos fue Lizeth, quien entró con confianza y respondió tranquilamente las primeras preguntas que le hizo el Ministerio Público. Incluso, relató con cierta alegría la relación que tuvo con Celia.
“Era muy bonita, nos criamos juntas, creo que puedo decir que éramos como hermanas. Aquí en Juárez conviviamos cada fin de semana. Cuando se fue a Estados Unidos, a los 14 años, nos poníamos de acuerdo para vernos cada 15 días. Siempre se preocupaba por todos. De todos mis primos, era la más noble”.
Conforme el relato avanzaba, su semblante cambió. La tristeza se apoderó de ella y las lágrimas le enjugaron el rostro, y es que los remordimientos se apoderaron de su testimonio, así como de la familia que recordó con dolor aquellos momentos.
Dijo que el único error que Celia cometió en su vida, fue durante el último año y medio, la pandemia y trabajar desde casa hicieron que entrara en depresión, misma que la orilló al alcoholismo.
Las últimas veces que habló con ella, Lizeth contó que Celia veía uno de sus retratos, en el que lucía un vestido hermoso en la primera comunión de sus niñas.
“Quiero volver a ser la mujer que siempre he sido, volver a ser esa persona”, rememoró.
Para Lizeth, revivir aquella noche en la que Celia fue ingresada a Casa Monarca, fue lo más doloroso, principalmente, porque aseguró que, de haber llegado cinco minutos antes, probablemente, quien consideraba como su hermana, aún seguiría con vida.
“Tenía la esperanza, me contó que iba a entrar, llegué, pero no alcancé. Nos dijeron que en 15 días podíamos venir a verla, que ella iba a estar bien, que iba a ser la mujer que siempre había sido. Les dije que me dieran 5 minutos para hablar con ella, pero me dijeron que ya habían cerrado y que ya había firmado. No me dejaron hablar con ella, no pude hacer nada. Si hubiera manejado más rápido (…), pero no lo pude evitar. Si hubiera llegado cinco minutos antes, ella estaría viva”, exclamó.
Además, contó que para las hijas de Celia, así como para ella y el resto de su familia, las asesinas les causaron un trauma enorme, no solo por el feminicidio, sino por la forma tan sádica en que lo cometieron.
“No saben el daño que nos causaron, me sentía tan mal, no podía salir. Fui con sus hijas y la mayor salió gritando ‘¿por qué le hicieron esto a mi mamá?’. No sé…”, mencionó.
La muerte de la relación más hermosa
Cuando le llegó el turno a María del Socorro, madre de Celia, de rendir su declaración, la tristeza volvió a apoderarse del ambiente en la sala. Al ser cuestionada sobre la relación que tenía con su hija, la describió como “la más hermosa” y señaló que tenían una comunicación constante.
Incluso, rememoró aquella última llamada que tuvo con Celia, antes de que decidiera entrar a Casa Monarca.
“Dijo ‘voy a entrar al centro, mamita, quiero volver a ser la misma, la mujer que admirabas y querías’”, explicó.
Sin embargo, recordar la petición que le hizo, le provocó un dolor en el pecho que le dificultó momentaneamente continuar con su relato.
“Solo quiero pedirte un favor, quiero que cuides a mis hijas”, repitió. Después, se dirigió a las imputadas, y les dijo: “¡Me quitaron una parte de mi corazón, me destrozaron y no saben cuánto!”.
Además, citó la carta que la hija mayor de Celia, que por seguridad vive en los Estados Unidos, le entregó a su abuela antes de entrar a la audiencia de hoy.
“Por favor, lucha porque paguen esas señoras, ya no tengo mamá, ya no tengo papá. No tengo quien vaya a mi fiesta de 15 años, esa que anhelaba en la que mi mamá estuviera conmigo”, rememoró.
Sin más que agregar, la madre bajó del estrado, llena de lágrimas y dolor.
Diana Paola respira hondo
Al escuchar los testimonios, el semblante de Diana Paola se encontraba visiblimente afectado. No lloró, no hizo mayores gestos, pero en su mirada se notaba la angustia, misma que buscaba mitigar viendo a la psicóloga del penal, quien con señas le hizo la indicación de “respira hondo”, a lo que respondió inhalando y exhalando marcadamente.
Mientras tanto, la mirada de Claudia Rubí se perdía en las paredes de la sala. Solo veía hacía el frente, como si no fuera consciente de lo que había a su alrededor.
La sentencia
Poco antes de que el juez diera conocer la pena que imponer a las imputadas condenadas por el delito de feminicidio agravado, las partes tuvieron la oportunidad de dar sus alegatos. La Fiscalía aseguró que había presentado los elementos y pruebas suficientes para que se dictara la pena máxima.
La defensa contradijo lo planteado y pidieron la pena mínima, considerando que el sistema penal tenía como base la reinserción social y que sería injusto no dar esas oportunidad a las sentenciadas.
Al final, el Juez dio la razón a la defensa, citando el Artículo 410 del Código Nacional de Procedimientos Penales, en el que se determinan las posibles agravantes que quienes cometen un delito pueden sufrir al momento de que se dicta su pena, mismas que, en el caso de las imputadas, no se cumplían.
Aseguró que, la propia tipificación del delito de feminicidio, ya contempla distintas agravantes, que se cumplieron en este caso, por lo que volver a incluirlas en la sentencia sería realizar un acto de “doble reproche”, por lo que, determinó darles 41 años de prisión.
En los mismos términos, el juez optó por establecer la sanción mínima en cuanto a la multa, de 500 UMAS, equivalentes a 51 mil 820 pesos, así como a la reparación del daño, que ascendió a los 518 mil 700 pesos.
Respecto a la reparación integral del daño, el Juez refirió que será el Juez de Ejecución Penal quien posteriormente determine el monto final, dado a que la Fiscalía propuso un “monto genérico”.
Después de la tormenta…
Tras salir de la intensa audiencia que tuvo poco más de una hora de duración, la familia, aún con las emociones mezcladas, aseguró sentirse tranquila y en paz con que el juicio haya terminado y con que se les haya hecho justicia.
Si bien, consideraron eran pocos los años de cárcel dictados, el hecho de saber que pasaran recluidas gran parte de su vida, les dejó una gran tranquilidad, ya que si consiguen salir antes de tiempo, será suficiente castigo por lo que le hicieron a su amada Celia.


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