Durante el siglo XIX, hubo una oleada de obras literarias que buscaban representar rasgos particulares de los diferentes estados nacionales, sobre todo en Hispanoamérica, lo cual se ve en novelas y poemas. Un libro que muestra de forma muy amena los tipos o caracteres mexicanos decimonónicos es justamente Los mexicanos pintados por sí mismos (1855), compilado y editado por el escritor, periodista, poeta y político Hilarión Frías y Soto (Querétaro, 1831-Ciudad de México, 1905).
En este volumen, podemos encontrar algunos personajes importantes de la vida cotidiana del México de esa época y que han desaparecido del mapa urbano, como “El aguador”, del cual escribe el propio Frías y Soto y cuenta que ese personaje iba todos los días con su cántaro en la espalda a llenarlo a la caja de agua de la ciudad y luego iba y la repartía en las casas, situación que aprovechaba para enterarse de los chismes y de fungir como recadero entre amantes.
Otro personaje es el de “El sereno”, descrito por José María Rivera, escritor del que poco se sabe, pero que deja el retrato de este importante personaje encargado de encender el alumbrado público, en esa época todavía de gas y que también tenía la encomienda de acompañar a la gente por las noches y estar pendiente de cualquier acto de delincuencia, aunque como muchos agentes con este tipo de trabajos, poco preparados y mal armados.
Un personaje que sí puede encontrarse actualmente es el de “El cochero”, también desarrollado por Frías y Soto. Este personaje sería nuestro taxista contemporáneo o, incluso, el conductor de alguna aplicación (escoja la de su preferencia) y que, precisamente como en nuestros días, aquel cochero mantenía su carro y su caballo esperando el momento justo para ofrecer su servicio y se daba el lujo de no llevar pasajeros si excedían sus condiciones, subía los precios si estaba lloviendo o estaba cerca de algún lugar concurrido como un teatro, espectáculo por antonomasia. Esto es, tenía precios dinámicos que volvían más lucrativo su oficio. Así, pueden encontrarse también el ministro, el evangelista, la china, la taquillera, entre muchos otros. Los mexicanos pintados por sí mismos es un excelente texto para acercarse a la cotidianidad del México decimonónico y ver cuánto hemos cambiado y cuánto seguimos siendo muy similares.
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