Roberto Bolaño (1950-2003) escribió el cuento “El gaucho insufrible”, mismo que da título a un libro de cuentos y según una investigadora señala que fue el último texto que pudo revisar el escritor chileno antes de morir de un terrible cáncer. Este relato cuenta la historia del viejo abogado Pereda, quien está cansado de vivir en Buenos Aires, en “una época en que la honradez no estaba, precisamente, de moda”, luego de que abandona sus hábitos de pulcritud, comienza a leer literatura y para él, Jorge Luis Borges y su hijo, el Bebe, son los mejores autores argentinos.
Con la lectura, Pereda adquiere una visión profética, de tal suerte que predice la crisis de la Argentina en los primeros años del siglo XXI. El antiguo abogado decide retirarse a una antigua estancia que tiene en las pampas y volverse gaucho, a la manera que lo retratan tanto Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) en Facundo (1845) como el poeta José Hernández (1834-1886) en Martín Fierro (1872). En estos libros fundacionales de la literatura argentina se ve a los gauchos como personajes del campo argentino que son capaces de grandes hazañas, son pendencieros, hábiles con la faca y las boleadoras, así como amantes de la música.
Pereda está inconforme con esa realidad que le toca vivir y se refugia en la ficción de la gauchesca. Para este antiguo abogado, la ficción es la resistencia ante ese mundo cínico y podrido en que vive. Pareciera que con sus actos y sus reflexiones nos invita a buscar una alternativa ante el mundo hecho pedazos que se nos presenta a cada momento.
En una ocasión impartí un curso de literatura para un grupo de adultos de la tercera edad, un médico jubilado me decía, luego de leer un cuento, que eran puras mentiras. Yo le decía que no exactamente, sino que se trataba de ficción. Y les comentaba que muchas veces la ficción sin ser “verdad”, revela certezas y misterios de la humanidad, de lo que somos como seres humanos. Por eso cuando la realidad es insufrible, podemos acudir a la ficción como resistencia, como una alternativa que sí podemos elegir. La ficción nos ha acompañado desde la antigüedad y no podríamos vivir sin ella.
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