Tras la muerte por atropello del agente Ramiro Martínez Hernández, su familia guarda una relativa calma, debido a que la vida de su pariente ya no volvería a ser igual al quedar sin sus dos extremidades inferiores.
“Entendemos que ahorita mi papá ya no está sufriendo, fue un momento muy duro para él, el despertar y ver que no tenía sus dos piernas, pero iba a sufrir demasiado y estamos conscientes de que al menos así ya no está sufriendo, ya está descansando en paz. Eso nos tranquiliza, saber que ya está bien”, considera Jessica Martínez, de 24 años, mientras aguarda en la funeraria a que inicie la misa de cuerpo presente de su padre, donde también el dolor se hace presente.
La mujer refiere que su padre siempre fue positivo, muy alegre, que en cualquier situación de problemas trataba de tranquilizar a las personas.
Buscaba que la gente no se preocupara.
En el caso de sus hijos, los ponía siempre antes que lo demás.
“Siempre nos tenía primero a nosotros, nos decía que éramos sus ojos”, explica.
Le sobreviven sus hijos de 32, 24, 18 y 16 años.
Jessica comenta que en familia acostumbraban ir a las albercas, pero también al cine, al parque Central “o siempre nos llevaba a comer”.
Entre risas, recuerda que su padre “le gustaba mucho el pollo, siempre quería comer eso, decía que aunque le salieran plumas”.
Afirma que por los turnos amplios como policía, trataba de involucrarse lo más que pudiera con su familia, yendo a las graduaciones o fiestas de los nietos, pero no siempre le era posible.
Indica también que en el trascurso del tiempo, en su amplia trayectoria como agente, muchas veces se preocuparon por él, al saber que había policías involucrados en alguna situación de riesgo.
“Siempre que sabíamos que habían herido a un policía o que había algún accidente nos estresábamos mucho. Lo primero que hacíamos era marcarle a él para ver cómo estaba, mandarle mensaje, saber que estaba bien, pero siempre estuvimos con ese miedo de que se fuera a trabajar y no regresara”, subraya.
“Siempre lo mandábamos dándole la bendición y nos daba alegría que lo veíamos llegar después”, afirma.
Acerca del día del accidente ocurrido el pasado jueves, cuando un automovilista lo embistió, comenta que se enteró cuando estaba trabajando, ya que su madre le llamó y ella se salió para ir al hospital.
“No sabía de la gravedad de la situación, solamente me comentó mi mamá que mi papá había tenido un accidente”, sostiene.
Anota que se acercó al hospital y se enteró de lo crítico que había sido el percance.
Dice que su padre estuvo estable “pero al final no resistió su corazón”.
En algún momento entreabrió los ojos, menciona, y al verse sin sus piernas “entró en shock”, lo cual aceleró el desenlace fatal.
De los cuatro hermanos, solamente el adolescente de 16 años ha mencionado que le gustaría ser policía, sin embargo, por el momento es también quien más afectado se ha mostrado por el fallecimiento del agente Martínez Hernández.
Jessica sostiene que como efectivo de la Policía municipal, le tocó enfrentar diversas situaciones de peligro, desde enfrentamientos con delincuentes, donde defendió a sus compañeros, así como en dramas humanos como el ver cuando alguna persona intentaba privarse de la vida por problemas personales.
En todo momento trataba de ayudar.
“Algunas veces le tocó atender casos de jóvenes con problemas de drogadicción, peleas de parejas y nos decía que él siempre cuando le tocaban esos casos que él veía nuestras caras en ellos, por lo mismo le gustaba ayudar, porque no quería que nosotros pasáramos por eso”, precisa.
Finamente, Jessica menciona que si algún día uno de sus hijos le manifestara que desea ser policía, enfrentaría primero el miedo de que algo malo pudiera ocurrirle, pero a la vez le daría orgullo que quisiera seguir los pasos de su padre Ramiro Martínez Hernández.
“(Estaría orgullosa) que pusiera en alto el apellido mi papá, como a él le hubiera gustado”, afirma.