Cada 13 de enero se celebra el Día Mundial de la Goma de Mascar, una de las golosinas más adictivas que se hayan creado, y aunque se le atribuyen algunos beneficios, como su utilidad para limpiar los dientes y reducir la acidez estomacal, no se deben pasar por alto sus efectos negativos en el medio ambiente.
Polivinilo, caucho de butadieno, parafina, cera de petróleo y polivinilo, son algunas de las sustancias que contienen los chicles en la actualidad. El biólogo y consultor ambiental, Yves Figueroa, comentó en entrevista para Norte Digital que el principal problema de la goma de mascar es la acumulación, ya que tarda mucho en descomponerse, no es biodegradable y no se reutiliza.
“Cuando nosotros vamos a producir o fabricar algo, se le hace un análisis del ciclo de vida, que está enfocado en determinar los impactos ambientales que va a generar ese nuevo componente, desde el proceso de fabricación, el consumo y su desecho”, detalló el biólogo.
Yves Figueroa resalta la importancia de la biodegradabilidad, pues de este modo los residuos se pueden descomponer en los rellenos sanitarios y generar materia orgánica y metano, regenerarse otra vez en el medioambiente.
“La materia debe dar vueltas en un círculo energético y material, que se recicle en los elementos. Una sustancia que no es biodegradable, como el chicle, no entra en ese ciclo y se empieza a acumular, como plástico en el mar”, puntualiza Figueroa.
De acuerdo con reportes de la empresa Mondelez, México es de los principales consumidores de esta golosina, tan solo superado por Estados Unidos, y de acuerdo con Yves Figueroa, resulta un problema desechar el chicle, pues si no hay un bote de basura a la mano, lo más seguro es que será arrojado a la calle. Puede escupirse y pasar desapercibido debido a su tamaño.
El biólogo señala también que un chicle desechado de manera incorrecta en la calle también representa un problema para los animales terrestres, como los perros y las aves. Si llegan a ingerirlos por accidente, pueden padecer problemas digestivos por obstrucción, o incluso problemas hormonales.
Los humanos han recurrido a la goma de mascar desde hace muchos siglos. Aunque en 1869 la patentó un dentista llamado William Semple, se cuentan con registros de que en la antigua Grecia y en Egipto se mascaba resina de algunos árboles; incluso los mayas contaban con el sicte, substancia que obtenían de un árbol y era tratada hasta tener una consistencia muy similar a la del chicle actual.
