José Jesús Quintana Pacheco, de 44 años de edad, se forma en la fila del camión Circuito Oriente–Poniente para abordar como cualquier pasajero, en silencio, de manera educada, cediendo el paso a otros que forman parte de una ecléctica línea que incluye estudiantes con peinados extravagantes y ropas vistosas, al estilo hipster, mujeres rarámuris, personas de la tercera edad, niños e incluso un hombre con un parche en el ojo.
Pero ninguno de ellos atrae las miradas de propios y extraños como lo hace el hombre en cuestión, vistiendo el atuendo que por casi 30 años le ha dado no sólo de comer a él y su familia, sino que también le ha llevado a conocer casi toda la república mexicana.
Quintana Pacheco, mejor conocido como el payaso “Naranjín, el Petacón”, aborda el autobús que le llevará al crucero donde desde hace seis meses realiza espectáculos exprés, para un auditorio furtivo en apenas unos cuantos minutos que dura la luz roja del semáforo.
Y es que hacer reír es cosa seria, asegura Quintana Pacheco, mientras avanza hasta llegar al final del camión y juega con una nariz colorada puntiaguda que se coloca para completar su atuendo como el personaje que caracteriza.
Tal vez el nombre no le diga nada, sin embargo, es común verle en el crucero del paseo de la Victoria y Teófilo Borunda trabajando, su aspecto es inconfundible: Dos grandes globos que hacen las veces de trasero, que se contonean juguetones entre los vehículos, atrayendo las miradas de chicos y grandes y, de paso, arrancadores de una sonrisa con los malabares que realiza.
El prominente trasero que le ha valido lo mismo bromas que acosos por parte del público que le ve actuar, es el sello distintivo de este artista originario de Irapuato, Guanajuato, quien ha participado en la vida circense, lo que le ha permitido recorrer el país.
“Todo comenzó por una prima que estaba… pero señora prima, y le tiraban piropos y de todo, y me dije, ¿si un día me voy de payaso y me pongo de esas, pero más grandes, qué pasará? Lo hice y me resultó”, comentó.
Caminar entre la gente es su batalla cotidiana, ya que no le faltan las nalgadas, los agarrones y los piropos, los cuales provienen principalmente del sexo femenino.
“El día que no te nalguean dices, hoy no ha pasado nada”, dice mientras hace caras chuscas y voltea a verse el trasero.
“No falta quién te tire el agarrón, pero en el cotorreo, son las damas casi siempre las de la regazón, son las que te agarran de bajada con las bromas”, agregó.
Naranjín dice que también realiza presentaciones en fiestas, en las que realiza actos de mímica, globoflexia, juegos, magia, concursos y malabarismo, con un propuesta 100 por ciento familiar, ya que no le gusta la picardía.
“Un payaso debe tener la sensibilidad necesaria para entender cuando las bromas y las gesticulaciones logran llegar a su público”, dice en tono serio, contrastando con su traje dorado y un pantalón multicolor, además del maquillaje propio de un “clown” que lleva en esta jornada.
Anteriormente Naranjín se colocaba en el crucero del Puente Rotario, donde permaneció por dos años, sin embargo, hace medio año decidió cambiar de lugar.
“Hay más movimiento de tráfico y más gente, más ambiente y menos volumen de mis petacas”, aseveró.
El payaso refiere que para trabajar con libertad accedió a registrarse en un padrón de la Dirección de Cultura Local, en donde le proporcionaron un gafete que siempre porta para realizar sus actuaciones.
“Es mejor, más seguro. No faltan esos que se hacen pasar por payasos y son “cadeneros”, que te dan el jalón para robarte lo que tengas al alcance, mejor así. Y si pasa algo o te pasa algo, por el crucero fácilmente pueden ubicarte”, indicó.
Naranjín, quien cumplirá 30 años de trayectoria como payaso el próximo mes, asegura que, a tres años de estar en Ciudad Juárez, se ha encontrado con la calidez de su gente, a la que califica de noble y que apoya el talento de los verdaderos artistas de los cruceros.
Quintana Pacheco recuerda que siendo un niño se caracterizaba por bromista, de esos niños latosos que acababan por volver locos a quienes estaban a su alrededor y una ocasión, su padre, le dijo que si seguía así, terminaría siendo un payaso.
“Me dije ‘¿y por qué no ser payaso?’, y por azares del destino me fui a los 14 años de casa, empecé en los circos de burrito, subiendo y bajando las carpas por seis meses, tenía un amigo ‘clown’, Torombolo, estaba bien gordote y me prestó un pantalón y quedaba flotando, me amarré unos globos y de ahí salió Naranjín el Petacón, de ahí y de que mi prima me dio la noción”, recordó.
Fue así como recorrió el país, en circos como los de José Adams, Juan Medina, Andrés Atayde y el de Jorge “El Maromero” Páez.
“como payaso, más que nada me divierto con los niños y me divierto entre los niños, porque en ese momento me siento un niño más, y a la vez interactúo con los adultos, porque al hacer los concursos y la magia, ese detalle me permite conectarme con los adultos”, señaló.
El rostro de Naranjín se torna serio, y en su mirada aparece José Jesús al pensar en sus parientes, los que ya han fallecido y los que ya no están con él.
“Por ser payaso en sí no tuve una familia, lo que se dice familia; tuve dos hijos pero ya crecieron, agarraron cada quién su rumbo y su madre los siguió, y ya”, acotó.
Para este artista de la calle todos los días son de trabajo, excepto los domingos y los días en los que recuerda el fallecimiento de sus padres, son las excepciones que tiene para salir a laborar.
“Como persona soy serio, porque no voy a andar riéndome como loco por las calles y despintado, soy dicharachero, pero no es lo mismo que te hagas el payasito a que seas un payasito, la cosa es seria”, agregó.
Para este “clown”, son muchas satisfacciones de sacarle a la gente una sonrisa y entregarle todo para levantarle el ánimo, ya que a veces, si la paga no alcanza, el corazón se llena con el gusto de haber mejorado el ánimo del automovilista.
“Pero cuando se trabaja, hay que salir cambiado completamente al salir de la casa, para que se tenga todo el respeto al público, y ya al regreso a la casa hay que mantener una vida normal, como cualquier ciudadano, pero con diferente oficio”, dijo.
Naranjín dice que dependiendo del ánimo y del clima es como el payaso se maquilla y se viste, para los días soleados hay que llevar el color y en días nublados, los colores tenues acentúan el atuendo.
“Hacer reír es cosa seria porque tienes que dejar tus problemas de la puerta de tu casa para adentro, y de la puerta para fuera tienes que salir a hacer reír a la gente a como dé lugar, esa es la misión a cumplir cada día”, puntualizó.


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